Las «stablecoins» son monedas creadas para su uso dentro de determinados entornos como herramienta de intercambio o de compra-venta de bienes y servicios. Su valor viene determinado por la empresa gestionadora de dicho entorno como un valor fijo respecto a una moneda de curso legal, generalmente el dólar. Eso las separa del resto de criptomonedas (cuyo valor es variable), sin embargo, su gestión se realiza igual que con «bitcoin» (y el resto de criptomonedas) a través del sistema de «cadenas de bloques» (blockchain) que permite que los intercambios de moneda y las transacciones se almacenen de manera distribuida en múltiples servidores, impidiendo que dichos datos puedan ser robados, manipulados o destruidos.
En el fondo son «monedas de casino». Y lo son porque su mecanismo es idéntico al que se lleva a cabo con las fichas de los casinos: las compras al entrar al entorno (usando monedas de curso legal); las usas mientras estás en él para jugar o para pagar en el bar; y, luego, al salir, las vuelves a cambiar por moneda usual.
¿Quién está pensando en emitir este nuevo tipo de monedas y por qué pueden alterar el mercado monetario?
¿Quiénes son los interesados en este tipo de monedas, que muy pronto comenzarán a aparecer «como las setas»? Los interesados son grandes empresas tecnológicas: Meta, Amazon, Apple, Google, o cualquier otra con una comunidad muy amplia de usuarios que realizan compras o intercambios dentro de la plataforma. ¿Qué les reportaría? Fundamentalmente un mayor control sobre las transacciones, dentro de su entorno, que ahora no tienen. En primer lugar dejarían de depender de las dos grandes empresas que controlan los intercambios en las compras: Visa o Mastercard. En segundo, les permitiría abaratar costes (los que esas empresas les cobran) y agilizar las transacciones que ahora no dependerían sino de sus propios servidores y no de los de dichas empresas. Y tercero, y lo más importante, tendrían, de manera exclusiva, la información que ahora posee Mastercard o Visa sobre sus clientes y que podrían venderles a todos aquellos interesados en «perfilar» a (crear perfiles de) sus clientes. Es decir, todas aquellas empresas de publicidad o de venta (o de marketing político) que buscan evitar las campañas genéricas y optan por elegir a sus objetivos y darles a cada uno lo que más les puede dirigir hacia su producto (ya sea un tipo de vehículo o un partido político ante la proximidad de unas elecciones). Es decir, una publicidad completamente personalizada para dichos usuarios.
El problema para el sistema económico vendría por el peso que dichas monedas puedan llegar a tener dentro del conjunto del mercado monetario. Recordemos que el valor de una «stablecoin» es un valor garantizado por la empresa que emite dichas monedas y que, generalmente, se respaldan con bonos de deuda del gobierno de EE.UU. a largo plazo. Si el prestigio de esas monedas va en aumento y las comunidades que confían en ellas también, podrían llegar a saltar más allá del entorno para el que fueron creadas convirtiéndose en competidoras del dinero usual fuera del control de las autoridades monetarias de los países. En ese caso la gran empresa se convertiría en un entorno carente de regulación, de carácter supranacional, fuera del alcance de los Bancos Centrales.
Lo cierto es que la aparición de este tipo de monedas alterará el mundo económico reduciendo el peso de los Bancos Centrales que controlarían mucha menos masa monetaria, siendo sus decisiones menos relevantes para un entorno económico de «stablecoin» que se va a disparar. De hecho, el Banco Central Europeo está acelerando la puesta en marcha del «Euro digital», una moneda equivalente al Euro físico y que permitiría los intercambios comerciales de manera ágil, anónima y fiable sin depender de los grandes gigantes estadounidenses de las tarjetas de crédito. Lo mismo sucede, por ejemplo, con la idea de crear una moneda virtual por los países del grupo de los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica, a los que se han ido añadiendo otros nuevos) y a los que amenazó Donald Trump con consecuencias demoledoras si llevaban a cabo la iniciativa. Pues esta medida supondría que el comercio entre estos países dejaría de realizarse en dólares y se haría en dicha moneda, avalada por la economía de todos ellos.
En suma, el mercado monetario y el sistema económico mundial están a punto de cambiar para convertirse en algo muy distinto a lo que conocemos. Y lo hará muy rápido, y tendrá consecuencias políticas y geoestratégicas que aún no somos capaces de evaluar. La más importante puede ser la caída de los EE.UU., que sin el control y el peso del dólar entraría en una situación económica absolutamente insostenible con una deuda externa descontrolada. De ahí su rechazo furibundo a estrategias como las de los BRICS.