No hay contradicciones en la política de Thiel, es bastante consistente: se ha dado cuenta, a menudo más claramente que sus oponentes, de que existe una contradicción última entre las normas del capital y la democracia, y la forma de lidiar con esta contradicción es, según él, deshacerse de la democracia.

john granz, historiador y biógrafo crítico de peter thiel. Citado por delia rodríguez – revista de eldiario.es – marzo 2025, pág. 32

Peter Thiel es un milmillonario estadounidense, de origen alemán, fundador de PayPal y caracterizado por sus exitosas inversiones en negocios como Facebook (cuando estaba comenzando), Airbnb, Linkedin, Spotify, DeepMind y otras que le han reportado ingentes beneficios. Asimismo, es fundador de Palantir (nombre que toma de «El Señor de los anillos»).

Tras los atentados del 11S, Thiel supo entender que el mundo iba a obsesionarse con la seguridad y la vigilancia y en 2003 fundó Palantir, la mayor empresa del mundo de análisis de datos para distintos fines (desde detectar el fraude a perseguir el terrorismo) cuyo primer inversor fue la propia CIA. Aunque también trabaja para empresas privadas, sus principales clientes son los gobiernos, comenzando por el estadounidense.

ibid, pág. 30

En el año 2000 la empresa Paypal de Peter Thiel se fusionó con otra empresa similar: X de Elon Musk, y dio lugar a lo que se conoció como la «mafia Paypal»: un grupo de personajes con una importancia decisiva en Silicon Valley.

Peter Thiel es uno de los pocos -dentro de esa órbita- que apoyaron a Donald Trump en su primera campaña a la presidencia y ha sido, junto con Elon Musk, de los que le han impuesto a J. D. Vance como vicepresidente. De hecho, Thiel financió la primera campaña política de Vance, al que algunos consideran como el «tapado», es decir, como el verdadero sucesor de un Donald Trump demasiado viejo.

Pero volvamos al motivo de esta entrada. Capitalismo y democracia son incompatibles por cuanto se fundamentan en principios opuestos: mientras el capitalismo actual, como cualquier «capitalismo salvaje» de cualquier época, se basa en la «ley del máximo beneficio» y en individualismo más extremo; la democracia, en cambio, se fundamenta en la igualdad de derechos de todos los ciudadanos y en la búsqueda del bien común a través de la participación política de todos, un bien común que sitúa por encima de los intereses individuales.

Hasta ahora los principios democráticos, nacidos del liberalismo político y del concepto del Estado de derecho, habían servido de contención a los deseos ilimitados del capitalismo haciéndolo menos «salvaje». De hecho, el beneficio de las empresas se veía reducido por las leyes que obligaban a establecer salarios dignos, horarios de trabajo limitados, periodos de vacaciones retribuidos, normas de seguridad para evitar accidentes en el trabajo, criterios de calidad y medioambientales, de bienestar animal, antimonopolio y toda una serie de condiciones para la producción y comercialización de los productos. Todo ello en beneficio de los ciudadanos en cuanto trabajadores y consumidores. Asimismo, las empresas estaban obligadas a pagar impuestos para colaborar con el funcionamiento del Estado que pasaba de ser un estado policial, encargado de la protección de la propiedad privada y del orden público, a un «Estado social» preocupado por la calidad de vida de sus ciudadanos a los que apoyaba con programas de protección social, de educación, sanidad, acceso a la cultura, pago de pensiones, de protección en el caso de orfandad, viudez, enfermedad, paro, etc.

La extrema derecha, en cambio, aboga por la desaparición del Estado, por su debilitamiento para convertirlo, de nuevo, en protector exclusivamente del orden y la paz social y de la propiedad privada. Y en ese sentido aboga por la eliminación de todo tipo de regulación y de cualquier ley que impida a las empresas hacer lo que mejor les parezca para sus intereses, haciendo desaparecer a los sindicatos, el derecho a la huelga o la protesta, los convenios colectivos, la contratación indefinida o cualquier sistema que reduzca los beneficios de las empresas.

Y aquí entra el más torticero de los conceptos: la «libertad individual». Desde la extrema derecha se olvida el carácter social del ser humano (como si fuéramos capaces de sobrevivir aislados). El individuo se convierte en el valor único y fundamental y la libertad en su estandarte. Se les llena la boca de «libertad», de «libertario» olvidando el sentido de la vida en sociedad.

Y a eso añadámosle su obsesión autoritaria (antidemocrática) en la que defienden su superioridad como individuos frente a las masas que literalmente desprecian. Ellos son los poseedores de la verdad y son los que pueden, mediante órdenes ejecutivas sin control de otros poderes, llevar a cabo este cambio social que propugnan.

Muchos han abrazado esta propuesta por cuanto es la más cómoda: nada hay de lo que preocuparse cuando lo único que hay que hacer es no pensar y obedecer, es decir, la aspiración infantil de la felicidad burguesa de una vida absolutamente cómoda en la que todo te lo den hecho y no sea necesario ni pensar. Como decía Kant:

Si puedo pagar no me hace falta pensar: ya habrá otros que tomen a su cargo, en mi nombre, tan fastidiosa tarea.

inmanuel kant, ¿qué es la ilustración?

Pero éste no es el camino. El auténtico progreso de la humanidad nace cuando tomamos las riendas de nuestra propia vida, cuando usamos nuestra capacidad de pensar y al conocimiento como guía, y asumimos la petición de Kant que ahora se convierte en un grito desgarrado: ¡Atrévete a pensar!

O dicho con otras palabras: reconócete como parte de una sociedad, recupera tu ser social, y trabaja para la definición de lo que, entre todos, consideraremos como una aspiración que debe ser compartida: el bien común.