«El día que sean mayoría los ignorantes y reaccionarios entre los que portan, orgullosos, la bandera de nuestro país, ese día, será el momento de hacer las maletas y largarse muy lejos»
Tom Sharpe
- Se consideran patriotas y defensores de la ley.
- Se combina con creencias mágicas y religiosas. Su dios -casualmente, el único verdadero- está de su parte.
- Se han visto favorecidos por la cobardía, los fracasos y el oportunismo de la derecha convencional. Siempre han sentido que podían recuperar los votantes que les habían arrebatado y, de ese modo, han creado una delgada línea que dificulta distinguirlos.
- Racistas. Supremacistas.
- Venden una idea maniquea. El falso dilema: «o estás conmigo o estás contra mí» y eres mi enemigo al que hay que eliminar.
- La novedad, ahora, es la de convertirse en grupos «antisistema».
- Se consideran una mayoría silenciosa y victimizada. Su discurso es amplificado por toda una red de medios, una formidable infraestructura (con grandes fondos económicos) que potencia y extiende sus ideas. Incluida la no menos importante infraestructura de la religión evangélica en EE.UU. o en Brasil.
- Venden la idea de que los nacionales blancos son personas peor tratadas que las minorías pobres, musulmanas o inmigrantes. Y eso cala en la opinión pública. Nace la idea de la «ansiedad económica» de los «abandonados por el sistema» que se generaliza a la totalidad de los nacionales del país.
- Una vez envalentonados; una vez en las calles con armas; una vez que se dedican a amenazar impunemente a quienes alzan la voz contra ellos ¿quién se enfrentará a ellos? Sabiendo que hablamos de personas capaces de atrocidades, que se sienten amenazadas e iluminadas (los auténticos; los que verdaderamente saben lo que sucede y el modo de solucionarlo).
El problema es que estas ideas, en lugar de verse marginadas, cada vez se normalizan más. Encuentran eco en los medios de comunicación que, por un equivocado principio de imparcialidad, creen que no deben actuar y las propagan y explican como si fueran ideas totalmente inocentes.
«Cuando los pacíficos pierden toda esperanza, los violentos encuentran motivo para disparar.»
harold wilson
La nueva ultraderecha
HAY INDIGNACIÓN – EL TOTALITARISMO PROGRE
La ultraderecha se ha puesto a competir con la izquierda para capitalizar este grado de indignación contra el sistema. Mientras la izquierda identifica el Sistema con el Capitalismo salvaje globalizado, la derecha lo asimila al «Capitalismo woke» que identifica con la existencia de una élite progresista que se ha hecho con el control de las instituciones nacionales y globales para atacar a la gente común en cuya defensa aparecen como sus paladines.
Para las extremas derechas es el nuevo “capitalismo ‘woke’” (un término muy utilizado en Estados Unidos, sobre todo en relación con las luchas por la justicia racial y social): una élite progresista que se habría hecho con el control de las instituciones globales y nacionales, y que desde allí se dedica a hacer la guerra a la gente común. Cualquier tópico, desde las demandas feministas hasta la discusión sobre si comer o no chuletones, puede ser subsumido en la nueva realidad del totalitarismo progre, en el relato del acoso a los de abajo. Una suerte de nueva ‘matrix’ frente a la cual las extremas derechas ofrecen la “píldora roja” que permite acceder a la realidad oculta por el nuevo pero más sutil, y por ello más eficaz, ‘1984’.
PABLO STEFANONI – rEVISTA ELDIARO.ES – LAS MENTIRAS QUE AMENAZAN A LA DEMOCRACIA
¿QUIÉNES SON LOS AUTÉNTICOS PRIVILEGIADOS? – LA CUESTIÓN ES CONVERTIR A LOS POBRES EN PRIVILEGIADOS
«Una élite globalista europea es cómplice de la inmigración ilegal; las imágenes de inmigrantes que se arriesgan y ahogan en el Mediterráneo mutan en “privilegiados” que traspasan las porosas fronteras expresamente liberalizadas mientras aumenta la represión estatal contra la gente común en el marco de las restricciones de la
pandemia. Lo mismo ocurrió con el cartel de Vox que comparaba
lo que el Estado supuestamente gastaba en los menas con la
miseria de las pensiones de nuestros mayores.La disputa por quiénes son los privilegiados es una cuestión central. Y remite directamente al creciente rechazo a los impuestos. Los privilegiados pueden ser, según los contextos, pobres que cobran subsidios estatales frente a pequeños empresarios esquilmados por los gastos; y los oprimidos, hombres víctimas de la nueva inquisición feminista hipercancelatoria.
La filósofa ruso-estadounidense Ayn Rand escribió a mediados del siglo pasado que los empresarios eran la verdadera minoría oprimida en Estados Unidos; quienes de verdad necesitaban de una organización de defensa de sus derechos civiles, en medio del acoso que se erigía sobre ellos por parte de la mediocridad circundante y del Estado.
La misma izquierda, que no ha sido ajena a sus propios procesos de hipsterización, es presentada como parte de los privilegiados frente a quienes se pasan el día currando y no pueden pagar la luz. El caldo de cultivo es evidente: la precariedad de la vida social.
ibid
EL ESTADO ES EL ENEMIGO
Está formado por gente mediocre, conformando una institución parasitaria de privilegiados que maltratan a los nuevos oprimidos: pequeños empresarios, autónomos y trabajadores.
Hablamos, en el fondo, de un grupo de parásitos que viven de los sueldos pagados por todos, con contratos de por vida que les permiten vivir sin miedo y, si quieren, sin trabajar, porque nadie los va a echar. Un grupo privilegiado frente a los ciudadanos de a pié que tienen que buscarse su sustento, día a día, y ocupados en dictar alegremente nuevas normas y requisitos que hacen, cada vez, más difícil su trabajo diario al que añaden, cuando se les ocurre, nuevos impuestos o subidas a los que ya existen. -> UN PAÍS DE RESENTIDOS, a los que la ultraderecha les dice escuchar y trabajar para ellos señalando a su enemigo: los inmigrantes y los partidos de siempre.
LOS «PROGRES» HABLAN DE GILIPOLLECES
«heteropatriarcado», «diversidad de género», «interseccionalidad», «lenguaje inclusivo», «veganismo», «animalismo», «cambio climático»,… es decir, el nuevo «marxismo cultural» que nos quieren imponer.
Las empresas, los medios de comunicación, las productoras de cine (las series y películas) y los partidos políticos que se quieren pasar por «modernos» se suman a esta tendencia forzándolo todo para presentar una artificiosa diversidad «políticamente correcta». La jerga «progre» se ha convertido en «Sistema» y la ultraderecha nacionalista y conservadora en los nuevos «antisistema» (con la buena prensa e imagen que ha tenido eso de «ir contra el sistema» y contra lo establecido).
El resultado es una decadencia del Estado democrático y una falta absoluta de discurso para combatirlo en el que nadie sabe cómo hacerlo. El futuro se ha vuelto distópico o, simplemente, ha sido cancelado. El propio progresismo añora el pasado: la vieja clase obrera, el viejo mundo supuestamente más descifrable. NO HAY PROYECTO.
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