- La verdad la determino yo, no la realidad. En el momento de su elección comenzó un desprecio a la realidad como fuente última a la que recurrir en el caso de disputa. Sus asesores afirmaron que su toma de posesión fue la más concurrida y no cambiaron de opinión cuando les mostraron fotos tomadas en la toma de posesión de Obama desde ángulos semejantes en las que se apreciaba claramente que no era cierto.
- El desprecio a los medios de comunicación. «La opinión pública ya no os cree», sois «enemigos del pueblo», decía Trump, que se permitía, además, vetar en sus ruedas de prensa a ciertos medios hostiles porque los acusaba de publicar falsedades. En cambio, él optaba por hablar directamente a los estadounidenses a través de Twitter, sin los filtros que suponen los periodistas. A pesar de sus millones de seguidores, en realidad muy pocos leían sus tuit, pero conseguía un enorme impacto porque los medios de comunicación tradicionales sí se hacían eco de esos textos, consiguiendo así la repercusión que buscaba. [-> Populismo de manual: abandonamos las antiguas estructuras, y el líder habla directamente a los ciudadanos -sus votantes- porque desprecia la política tradicional absolutamente ineficaz y corrupta].
- Desacreditar al sistema. Antes y después de su derrota electoral Trump denunció un fraude electoral masivo del que no aportó ningún tipo de pruebas. De hecho, dejó caer la posibilidad de manipulación en el voto por correo: ¿cómo puedes saber que tu voto, el que entregaste en la oficina de correos es el que llega a la mesa electoral? ¿Cómo sabes que los votos los cuentan bien y no falsifican las actas de las mesas?,… Así se entiende que en un país en el que los ciudadanos tienen que pedir poder votar se hayan puesto en marcha cambios legislativos para hacer cada vez más complejo este proceso, dejando a las minorías y a los grupos más desfavorecidos fuera del sistema. ¿A quién le interesa la opinión de los pobres, inmigrantes, latinos o negros? De ahí a negarles su condición de ciudadanos,… un paso.
- El apoyo en la religión. Utilizar la vía de influencia de las comunidades religiosas y de sus líderes que convierten la religión en un negocio crea una curiosa simbiosis entre capitalismo y teocracia. ¿Quién dijo que el estado moderno, a través de las revoluciones burguesas, supuso el final de la teocracia del «Antiguo Régimen»?
- El desprecio al pago de los impuestos. Las empresas de Trump se han caracterizado por sus problemas legales por no cumplir con sus obligaciones tributarias. ¿Se está proponiendo que todos los ciudadanos aspiran a evadir impuestos? ¿Que si pudieran, defraudarían? ¡Y esto lo vota quien no tiene ni para comer, ni para pagar un seguro médico o para llevar a sus hijos a la universidad! Uffff.
- El desprecio a la vieja política. En la línea del más puro «populismo» hay que romper con los viejos principios y aliarse con aquellos que satisfagan nuestros intereses (se entiende: económicos). Porque si algo le caracteriza es la falta de unos principios éticos o políticos. Los principios son malos para los negocios.
- Machismo vergonzante. Su pasado está plagado de situaciones con comportamientos machistas que se aproximan o llegan al acoso o al desprecio hacia las mujeres.
- Hiperliderazgo-Fanatismo. Donald Trump se jactaba de que, hiciera lo que hiciera, sus votantes le seguirían votando. De hecho, afirmaba que si matara de un tiro a una persona en la Quinta Avenida, en medio de la multitud, le seguirían votando. [-> Por lo tanto, ya no es un problema de racionalidad sino de fanatismo político incondicional que se acerca más a una cuestión de fe (fe ciega, como todas las fes)].
Deja una respuesta