El último recurso de los que no querían ir al frente era la prisión militar.

Yo conocí a un profesor que como no quería ir a disparar en artillería siendo como era matemático, le robó el reloj a un teniente para ir a la prisión militar. Lo hizo con toda premeditación. La guerra no le impresionaba ni le fascinaba. Disparar contra el enemigo y matar a otros profesores, a otros matemáticos del lado contrario tan infelices como él, con proyectiles y granadas lo consideraba una estupidez.

«No quiero que me odien por cometer actos brutales», se dijo y robó el reloj con toda tranquilidad. Primero se examinó su estado mental y cuando él declaró que había querido enriquecerse lo llevaron a la prisión militar. En la prisión militar se encontraban muchos hombres por robo o estafa como él.

Idealistas o no idealistas, […] y luego los pequeños ladrones, mil veces más honrados que los tipos que los habían enviado allá.

[…] Antes del general derrumbamiento político, económico y moral todos los Estados poseen un aparato judicial [represor] muy fuerte.

jaroslav Hasek, «Las aventuras del valeroso soldado schwejk», págs. 77-78

Vivimos la cumbre de la OTAN en Madrid y escuchamos la voluntad de los países que se sienten amenazados por la violencia de otros o por las avalanchas migratorias. Su única propuesta es aumentar en armamento, tanto como sus economías se lo permitan; sin embargo, nadie habla de las causas ni de cómo actuar sobre ellas: guerra de Somalia, Yemen, destrucción de estados como Iraq, Libia, Siria o Afganistán, hambrunas descomunales como consecuencia del cambio climático.

Lo mismo sucede con el problema migratorio: es de estúpidos querer bloquear las consecuencias (haciendo cada vez más infranqueables las fronteras o apaleando a los migrantes), sin atender a las causas.

Los líderes de la Alianza Atlántica aterrizaron en Madrid para debatir asuntos cómo salvar la vida de 6.570.000 niños menores de 5 años, que cada año mueren de hambre y de enfermedades curables o de acabar con la pobreza que afecta a 50,7% de la población mundial, y de paso pedir disculpas a decenas de millones de yemenís, iraquíes, afganos, libios, entre otras de sus víctimas, por arrebatarles la vida y llamarles «daños colaterales», haber destruido sus hogares y convertir a 100 millones de ellos en desplazados, o haber ahogado a miles de seres humanos, familias enteras, en el agua de los mares. Estaban decididos a buscar una cura para su adicción al negocio de la guerra, puesto que habían vuelto a encargar nuevas bombas (incluidas la nucleares-mochila) robando la mísera paga de los trabajadores. ¡Es broma! Si hubieran hablado de la necesidad de paz y de los problemas de la humanidad habrían sido expulsados de la cumbre esposados, acusados de «antisistema».

Nazanín Armanian, «24 notas sobre el «Nuevo Concepto Estratégico» de la OTAN» – Público – 1/7/2022