Las Ciencias Sociales se han encontrado con detalles vinculados a su singularidad que pasa, fundamentalmente por el análisis de «hechos humanos» difícilmente cuantificables, no sujetos a la matematicidad, a la experimentación y sin capacidad predictiva a través de leyes. Algunos detalles que marcan esa singularidad tiene que ver con la influencia del observador:
- Ley de Goodhart, Ley de Campbell o «efecto cobra»: la idea recuerda al principio de incertidumbre de Heisenberg: el observador, al realizar la observación (es decir, al medir el fenómeno) afecta sobre él alterándolo. Se le conoce como «efecto cobra» porque durante la India colonial se trató de reducir el número de cobras en el medio natural por el peligro que suponían sus mordeduras para humanos y animales. Para ello se propuso pagar a los cazadores de cobras por cada uno de los ejemplares que llevaban muertos a las autoridades. El resultado no fue el esperado; al revés: los cazadores de cobras se convirtieron en criadores de esas serpientes para asegurarse sus ingresos. Cuando las autoridades se dieron cuenta de lo perverso de su iniciativa, dejaron de pagar a los cazadores y estos, al serles ya inútiles, dejaron libres a las serpientes que criaban, provocando un aumento notable de las mismas en el medio natural.
- La obsesión por convertir a las Ciencias Sociales en algo, lo más parecido posible, a las Ciencias Naturales, convirtiendo todo en algo cuantificable mediante indicadores que, muchas veces, son limitados, simplistas y manipulables. Por ejemplo, medir el valor de un científico por sus publicaciones en revistas especializadas o por las veces que son citados por otros investigadores («si me citas te cito»); un esfuerzo más por estar bien posicionado en los indicadores utilizados que por el valor del trabajo realizado. Esta «papermanía» (como algunos le lleman) ha llevado a todo tipo de comportamientos poco éticos para mejorar su consideración como investigadores: publicando trabajos sin completar, sin estar suficientemente comprobados, o directamente haciendo uso de investigaciones falsas o de plagios publicados en revistas de menor calidad (menos supervisadas por grandes editores y menos detectables). Establecer la calidad de las universidades por las publicaciones de sus profesores ha llevado a ciertas universidades de Arabia Saudita a «pagar» a investigadores españoles para hacer parecer que su trabajo se realiza en ellas, cuando son trabajadores de instituciones españolas. Es algo parecido a lo que ocurre con los controles de calidad de ciertas empresas, como los talleres de concesionarios que te piden abiertamente que les puntúes con 8 o más porque, por debajo, se considera un mal dato para quien analiza la calidad del concesionario. Ahí tenemos a empresas pagando a personas para que realicen reseñas positivas de sus productos, etc.
- Los «indicadores clave de rendimiento» es otro ejemplo de lo anterior: de lo perverso que puede ser convertirlo todo en algo cuantificable. Es el caso de los que se utilizan en medicina dentro de la privada: por ejemplo, ¿cómo medir la calidad de un cirujano? ¿por el número de pacientes que no mueren en sus manos? Pues estás promoviendo un resultado perverso: nadie va a atender los casos más graves (esos que se derivan a la sanidad pública) porque sería poner el peligro la valía del médico dentro de su sistema y los incentivos que recibe.
A partir de la lectura de «El ‘efecto cobra’, o por qué vivimos en un mundo de mentira», publicado en El Mundo por Juanjo Becerra (30/04/2023)
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