Esta mañana Leila Guerriero lo planteaba en su nota semanal de «A vivir que son dos días»: nadie se ha hecho la pregunta importante.

Cuando la actriz trans Carla Sofía Gascón, nominada a los Óscar, pero ahora cancelada, recibió el premio en Cannes dijo: es la primera vez que he recibido un premio, siempre lo que he recibido han sido patadas.

A partir de desvelarse sus antiguos tuits en los que expresaba opiniones racistas (contra George Floyd, asesinado en una detención policial) y xenófobas (sobre cuántas veces más habrá que explulsar a los moros de España) surgió todo un proceso de cancelación contra ella tanto para la promoción de la película como para la recogida de los posibles premios que pueda recibir.

Pero nadie se ha hecho la pregunta verdaderamente importante: ¿por qué alguien que dice que sólo ha recibido patadas en su vida se permite patear a otros a los que considera situados por debajo se su propia escala? Quizá cuando seamos capaces de responder a esta pregunta seremos capaces de entender por qué Donald Trump ha vuelto a ser reelegido como presidente de los EE.UU.

Así entenderemos cómo ciudadanos de origen latinoamericano han votado al republicano para evitar la llegada de más inmigración o la devolución de los migrantes a sus países de origen. (Por cierto, los venezolanos que votaron a Trump lo hicieron porque consideraban que sería capaz de echar a Nicolás Maduro del poder. Paradójicamente, ahora son ellos los expulsados a Venezuela por el presidente que ayudaron a elegir).