Más allá de lo que supone el sistema blockchain como mecanismo simple y descentralizado que permite, en cualquier momento, determinar la autenticidad de un intercambio, sea del tipo que sea. Lo cierto es que de este nuevo sistema han surgido todo un conjunto de «criptomonedas», entre las que destaca «Bitcoin», que se han convertido en el modelo de un nuevo tipo de economía al margen de los estados y los controles de los Bancos centrales; unos nuevos modos de intercambios cargados de polémica y que algunos crean o potencian sin escrúpulos.
El infierno de las criptomonedas (Revista TintaLibre, abril 2025)
En el caso de España, el fenómeno de las criptomonedas es relevante como lo demuestra el hecho de que es «el cuarto país del mundo en número de cajeros de criptomonedas» (Ibid., pág. 35).
Con el fenómeno de las «criptomonedas» estamos hablando de:
1. Una economía especulativa (no productiva), de Casino, capaz de generar grandes beneficios o grandes pérdidas sobre la base de la credibilidad y valor que los usuarios otorgan a unos activos creados por alguien y que, de repente, tienen «valor» para ellos. Pero es igual a lo que ocurrió con los sellos (y con la crisis que se produjo en España con la quiebra de «Forum Filatélico»): mientras se cree en ellos, estos valores suben como la espuma y producen gigantescos beneficios, sobre todo a quienes los crean; pero, del mismo modo, en un momento determinado, alguien pone en duda ese valor y comienza a vender: el efecto contagio es tal que todo cae, con una velocidad vertiginosa, como en un gigantesco castillo de naipes. En algunos casos son, simplemente, fraudes del tipo de las pirámides Ponzi. Algunos ejemplos ilustrativos: hace unos días, fue detenido un grupo de individuos que crearon un mercado para la inversión en criptomonedas. Cuando los inversores quisieron recuperar su dinero descubrieron que de cada 1.000 € «invertidos» 700€ eran comisiones que cobraba la «empresa» y sólo 300 € eran realmente inversión en criptomonedas. Ahora, si recuperan algo, sólo podrán hacerlo de esa parte realmente invertida. Otro ejemplo: «Entre noviembre de 2021 y enero de 2022 […] Dogecoin (DOGE), impulsada por menciones de Elon Musk en X (antes Twitter), perdió más del 90% de su valor, desplomándose en menos de un año. PepeCoin generó más de 1.000 millones de dólares en transacciones en su primera semana antes de caer. También se produjeron estafas como la de SquidCoin, un criptomoneda inspirada en la serie «El juego del calamar», que alcanzó un valor de 2.861 dólares antes de llegar a cero » (Ibid., pág. 35). Tampoco debemos olvidar el caso de Javier Milei que siendo presidente promocionó, en su cuenta de «X», un «meme coin» llamado $Libra al que consideró valioso para reactivar la industria argentina. La citada «moneda» se descubrió, a los pocos días, que era una estafa, provocando importantes pérdidas de cerca de 100 millones de dólares entre quienes creyeron en ella y en las recomendaciones de su presidente. Del mismo modo, cuando Donald Trump fue elegido presidente de los Estados Unidos, tanto su mujer como sus hijos crearon, de la nada, «monedas» parecidas con las que han conseguido pingues beneficios (él también tiene la suya).
2. Una actividad al margen de los sistemas de control del Estado, de la supervisión financiera y fiscal de sus instituciones y de sus mecanismos de regulación (con los que se pretende proteger a los consumidores de fraudes y de quiebras sin responsables). Las criptomonedas se gestionan en mercados situados en países con baja fiscalidad con el fin de evitar el pago de impuestos en el país del comprador. Asimismo, su falta de regulación las convierten en una herramienta fundamental para el crimen organizado, el tráfico de drogas, armas o cualquier otra actividad delictiva.
En este orden de cosas las criptomonedas se presentan como un campo de libertad y rebeldía contra el Estado, al que desprecian. Como dijo Margaret Thacher: «La sociedad ¿quién esa persona?»
Odio, ira y rabia es lo que une a una comunidad que siente un absoluto desprecio hacia lo colectivo, buscando la creación de DAOs, es decir, de Organizaciones Autónomas Descentralizadas, sin la intervención de instituciones públicas, sin control estatal ni de las entidades financieras.
las criptomonedas se erigen como la única vía para acumular riqueza y alcanzar el éxito en un sistema guiado por el sálvese quien pueda. El cripto-bro se convierte así en una figura central de nuestro tiemplo: encarna al exaltación de la pulsión irracional y sádica a la que nos empujan las finanzas, ataca al Estado como garante de la soberanía popular, la autoridad política y los derechos ciudadanos. (Ibid., pág. 34)
[…]
En el plano ideológico o cultural se va asentando un cierto materialismo romántico que idealiza el papel de las finanzas y la tecnología como motores de progreso dentro de una civilización de mercado cada vez más compleja.» (Ibid., pág. 36)
En resumen, este enfoque supone básicamente: especulación; economía de casino; la disolución, en el imaginario colectivo, del concepto de sociedad; es convertirlo todo en objeto de mercado; desregulación; privatización; priorizar el beneficio monetario sobre otros valores o consideraciones, olvidando el bien común o el beneficio social; es individualismo a ultranza; es debilitar al Estado, cuando no un ataque directo al Estado; es eliminar la redistribución de la riqueza que supone una fiscalidad progresiva; es infantilización, superstición y pensamiento mágico.
3. Estamos ante la expresión de un individualismo sin medida de hombres «con cojones» (para soportar la volatilidad de estos activos) que forman comunidad al compartir una precariedad económica propia de su generación. Una precariedad que no les permite emanciparse, que los condenan a sueldos bajos, malas condiciones de trabajo y trabajos precarios con continuas rotaciones que les impiden crear un proyecto de vida, más aún cuando se ven esclavizados por unos alquileres abusivos y unas viviendas inasequibles.
el criptomundo: el hombre blanco, cis, y heterosexual, orgulloso de su dominio de conocimientos técnicos esotéricos sobre criptoactivos y de su supuesta independencia a la hora de ganar dinero basada en la asunción de riesgos en los mercados financieros. Estos valores son el pegamento de una camaradería masculina reforzada por una cultura de memes que no sólo construye identidad colectiva, sino que también afianza discursos misóginos y tradicionalistas. (Ibid., pág. 36)
Otros usos de las criptomonedas
Sin embargo, hay también otro uso diferente para las criptomonedas, como lo es la creación de comunidades ciudadanas de consumidores que las utilizan como herramienta de intercambio, dentro del grupo, donde se ofrecen mutuamente todo tipo de ayudas y servicios: pequeñas reparaciones, cuidados, compras en farmacias o supermercados, gestiones ante la administración o de cualquier otro tipo, trabajos en el hogar, cursos sobre tecnología, etc.
Ciertamente, la utopía digital que nos prometieron nunca llegó a ser esa aldea multicultural abierta al debate público. En su lugar, surgió un híbrido perverso entre fábrica y centro comercial, un espacio donde se difumina la línea entre trabajo y vida. (Ibid., pág. 34)
Dogcoin
Dogecoin fue creada en 2013 por los ingenieros Billy Markus y Jackson Palmer como una sátira de Bitcoin, casi una broma, hasta que Musk se fijó en ella. En diciembre de 2020 tuiteó “One word: Doge” y el valor de esta criptomoneda creció un 20%. En febrero de 2021 la describió como “la criptomoneda del pueblo”, y creció otro 40%. En diciembre de 2021 anunció que Tesla aceptaría Doge como método de pago, y el valor de la moneda creció otro 20%. Parece tan claro que hacía un uso interesado que, en junio de 2022, se presentó una demanda por 258.000 millones de dólares contra Musk acusándole de influir en el mercado de Dogecoin en beneficio propio.
genís roca, «la maldición de elon musk» – revista tintalibre, mayo 2025, pág. 12