Autor: ED

El motor político del miedo

BERNAT CASTANY PRADO, «Mi mapa de miedos políticos Pedro y el lobo» – Tinta libre diciembre 2024 (pág. 12-17)

https://www.infolibre.es/tintalibre/mapa-miedos-politicos-pedro-lobo_1_1915837.html

«Lo que está claro es que el miedo, […] es una de las fuentes más duraderas, provechosas y sucias de la historia.»

como mostró Isaac Rosa en El país del miedo, cada clase social suele verse torturada por unos miedos específicos. Porque no pueden temer las mismas cosas aquellos que viven apremiados por necesidades económicas inmediatas, y aquellos cuyo bienestar les permite torturarse con otro tipo de amenazas, más tardías o difusas, cuando no directamente neuróticas. Tal y como apuntaba el lema que los chalecos amarillos enarbolaron durante sus protestas, desde octubre de 2018: “Vuestro fin del mundo, nuestro fin de mes.” De ahí que la extrema derecha, y la derecha extremada (esto es, la derecha que opta por entrar en competición y alianza con la extrema derecha, haciéndole de este modo el favor de naturalizar sus ideas), desarrolle un doble discurso, que busca excitar, a la vez, los miedos supervivenciales de las clases más desfavorecidas, y los miedos ideológicos de las clases pudientes.

[…]

También existen miedos diferentes según los países o las regiones. Sin duda, no experimentan los mismos tipos de miedo los habitantes de países en los que existen tasas de pobreza y de criminalidad realmente elevadas, como Sudán o México (a los que podríamos añadir los habitantes del cuarto mundo, que podemos hallar en Detroit o París), que aquellos que viven en países como Austria, Suiza o Dinamarca. Los primeros lo único que desean es sobrevivir como individuos, para lo cual están dispuestos a apoyar o a someterse a gobiernos tiránicos, o a arriesgar sus vidas para huir del peligro. Que es exactamente lo mismo que haríamos todos. Los segundos viven con el miedo de ser invadidos por los primeros, frente a lo cual también están dispuestos a apoyar o a someterse a aquellos partidos políticos que les prometen una seguridad cuyo precio ellos mismos aumentan hasta el delirio exagerando o inventando las amenazas reales. […]

Y, según nuestra tendencia ideológica, podemos llegar a distinguir entre miedos de derechas (como aquellos que despierta en algunos el avance, real o imaginario, del comunismo o la extrema izquierda, el olvido de la tradición o la disolución de los lazos sociales tradicionales) y miedos de izquierdas (como los que provoca el avance, hoy en día bastante real, del fascismo o la extrema derecha, la reimposición de los viejos lazos sociales, el aumento de la desprotección o la precariedad). […]

[Entre los miedos de derechas] la teoría del gran reemplazo, de Renaud Camus, es vista como un lento desembarco de un ejército musulmán, que busca reconquistar Europa.

«Si realmente deseamos evitar que los mercaderes del miedo hagan su agosto con nosotros»

[Recordemos que] existe una suerte de ley política en virtud de la cual, ante la falta de respuesta, uno acepta cualquier respuesta.

[…]

[Nos estamos jugando demasiado para abandonarnos porque] Como decía Montaigne, el miedo es el padre de la crueldad.

Debemos ser conscientes de la sofisticada estrategia que tanto la derecha como la extrema derecha están poniendo en marcha (seguramente no ha sido proyectada así, pero lo cierto es que les ha salido redonda): miedo y dinero.

Un discurso del miedo dirigido a un sentimiento básico que todos poseemos y ante el que muchos no son capaces de reaccionar, sobre todo si es suficientemente intenso. Y unos medios de comunicación y unas redes sociales dominadas económicamente por ellos que utilizan los algoritmos para dar la dosis de miedo personal para cada uno. Porque, como ocurre en el mundo de Orwell de 1984 hay que buscar, para cada uno, aquello que le da miedo; no vale cualquier tortura, es necesario la personalización del miedo: en el caso del protagonista es aquella jaula que atan a su cara y en la que dentro dejan suelta a una rata hambrienta.

Unamos a esto unos partidos que repiten el eslogan de la reducción del Estado y la bajada de los impuestos, un mecanismo sobradamente conocido para favorecer a los más ricos (los más pobres quedan totalmente desatendidos sin posibilidad de acceder a la educación superior de calidad que es la que permite entrar en el famoso «ascensor social». En otras palabras, los más ricos se reservan así de la competencia y ganan para ellos los puestos de responsabilidad, los de dirección de la sociedad y de las empresas así como la dirección política. La bajada de impuestos supones, asimismo, un aumento de las desigualdades, la creación de una sociedad más injusta y, por tanto una sociedad inestable en la que la pobreza lleva a la delincuencia y la delincuencia a fomentar el miedo que vuelve a ser la gran baza de una política que ya no habla de razones sino de sentimientos.

Me da miedo que las cosas cambien

Ortega y Gasset llamó «ontofobia» al sentimiento que surge en aquellos para los cuales la aceptación de la vida y de sus rasgos es inasumible. Son personas incapaces de aceptar el carácter cambiante, imperfecto y mezclado de la realidad (que nos enseñó Heráclito).

Pero quien quiera un mundo que no se mueva, que no se renueve, que no se mezcle y que no manche no tiene más que matarse, porque ese mundo es la nada. A los ontofóbicos les pasa como a los teólogos medievales, que la visión asqueada y aterrorizada del mundo material del nacimiento y la corrupción, les lleva a rechazar, e incluso a destruir, la vida. Pero, si en lugar de fijarnos en la corrupción y en lugar de intentar frenarla con nuestras murallas en el aire, nos fijásemos en el nacimiento quizás nuestra vivencia del proceso cambiaría un poco.

[…]


Se trata de ser capaces de seguirle el ritmo a la historia y en lugar de encerrarnos en la melancolía autodestructiva del que desea que los relojes se detengan, como sucede en las elegías, prefiere abrirse a ese valiente mundo nuevo que ha llegado para quedarse. Para lo cual quizás podemos sustituir las pasiones tristes del miedo, la melancolía y el odio, por las pasiones alegres de la curiosidad (“¿cómo demonios será el mundo que viene?”)

[…]


Quizás alguien con el estómago delicado, demasiado acostumbrado a la droga dura del privilegio o al dulce veneno del esencialismo, pueda sentir ante este tipo de visiones la bajona de la melancolía o el síndrome de abstinencia de la rabia. No sería la primera vez que una persona en proceso de desintoxicación ataca a los enfermeros, confundiéndolos con cucarachas o ratas gigantes, como en el cuento Los destiladores de naranjas, de Horacio Quiroga. Pero mejor una realidad modesta que una fantasía fastuosa o faustosa. Porque no se trata de vender al demonio de nuestros sueños el alma de nuestro ser real.
La muerte es la metralla de la vida, y quien no esté dispuesto a aceptarlo, debería llamar hoy mismo a Melancohólicos Anónimos.

[…]


De modo que, además de lidiar con los factores objetivos que intensifican y desarreglan el miedo, debemos esforzarnos por cambiar nuestra subjetividad con el objetivo de hacernos capaces de vivir poderosamente en un mundo peligroso, o de vivir peligrosamente en un mundo poderoso. No importa. Necesitamos el dato y el relato. Como reza una de las bóvedas de la Abadía de San Juan Evangelista en Parma: Feras si domes feras. Si domas las fieras, las soportarás. Nadie dijo que sería fácil. Basta con que sea estimulante.


Hay salida, y lo primero que hay que hacer es no callarse

En un momento de incertidumbre, debemos volver a recuperar el discurso ilustrado. Superemos la minoría de edad. ¡Atrévete a pensar por ti mismo!

Está claro que hay que crear un nuevo discurso desde la confianza y la familiaridad y no desde la superioridad intelectual y moral que tanto molesta; donde sólo se transmite desprecio y es lo que siente el que escucha.

El interlocutor se siente valorado en el nuevo discurso de la ultraderecha, se siente cómodo, acogido, no desbordado por cosas que no entiende o que se muestran como demasiado complejas, con demasiados matices o interrelaciones. Ahora se ve a sí mismo/a como poseedor/a de unos secretos que nadie conoce y que sus iguales, con los que forma comunidad, le transmiten a través del «guasá». Antes no podía hablar porque había que saber, argumentar, conocer y razonar; ahora sólo tiene que creer y cree ciegamente en lo que le revelan sus grupos de «guasá»: verdades que esos intelectuales que se las daban de listos les querían ocultar.

Hay que volver con otro talante a recuperar la racionalidad y el espíritu crítico. No se puede hablar al campo desde la ignorancia y supuesta superioridad de un «urbanita» muy familiarizado con lo suyo capaz de despreciar como bárbaro aquello que le lleva la comida a su mesa.

Algunos creen que hay que recuperar el sentido de clase y hacer entender a quien te escucha que él o ella no es igual que un rico. Y que sólo la unión en unos mismos intereses de clase pueden permitir mejorar sus condiciones de vida.

Más aún, hay que saber hablarles a esas personas que están aterradas ante la posibilidad de perder su empleo, su casa, de no poder llegar a fin de mes, ni de poder «tomarse una caña» (que es lo único que consideran que les queda). Porque todos los miedos están ahí y la reacción natural de protección es la que se está utilizando políticamente de manera muy eficaz para provocar un ¡estado de alarma! con una fuerte carga emocional. De modo que se están sustituyendo las razones por emociones.


Frente al discurso reaccionario hay que ser propositivo

Me parece que el único modo en que podría funcionar este mundo es bajo formas alternativas de propiedad.

ISAKI LACUESTA, TINTALIBRE, DICIEMBRE 2024, PÁG. 59

Vivimos en el capitalismo, su poder parece inevitable, pero antes también parecía inevitable el derecho divino de los reyes.

ursula k. le guin, citado por isaki lacuesta, ibid.

Jamás creí que dejara de ver a la gente fumar en lugares como bares, hospitales o centros de salud o de enseñanza. Parecía imposible. Y, sin embargo, se logró en un corto espacio de tiempo. Lo mismo puede ocurrir con el resto de problemas que nos han hecho creer que son imposibles o inabordables. La receta es simple, comencemos por algo fácil: ¡Hacer propuestas!

La capacidad social de imaginar futuros distintos ha sido sometida a una lobotomía tan eficaz (por parte de los discursos políticos, de los medios de comunicación, y también de las ficciones cinematográficas y televisivas que se ofrecen como modelos) que el resultado es estremecedor: cualquier barra de bar es hoy más reaccionaria que el FMI y el Banco Mundial. Lejos de la opinión pública, la principal discusión en estos foros ya no discurre sobre la conveniencia de implantar la renta mínima garantizada, que veremos en pocos años, sino sobre las cuestiones técnicas de su aplicación: ¿cómo llegar a todos los potenciales elegibles? ¿Cómo asegurar que sigan existiendo incentivos para buscar trabajo y trabajar? Entre los economistas, sobre todo entre aquellos que creen que la IA destruirá mucho empleo, la discusión importante trata sobre cuáles son las soluciones más adecuadas para mitigar los posibles impactos negativos en la participación laboral (non-take up).

ISAKI LACUESTA, TINTALIBRE, DICIEMBRE 2024, PÁG. 59

Migración y migrantes

Aunque los medios de la derecha y ultraderecha hayan convertido la migración en un problema fundamental, hasta el punto de aparecer como el primer problema para los españoles según las dos últimas encuestas del CIS, lo cierto es que cuando a esas mismas personas se les pregunta si les ha afectado personalmente en su vida cotidiana, responden que no.

La externalización del control migratorio en terceros países.

Es curioso cómo los partidos políticos y ciertos gobiernos han transmitido la imagen de la inmigración como un grifo que se puede abrir o cerrar a voluntad, cuando no es así. Si Europa ha reducido la llegada de inmigrantes y ha obligado a muchos de ellos a vivir situaciones escalofriantes en pateras, cayucos, atravesando desiertos a pié o esclavizados o explotados por las mafias, es porque ha dejado la labor represora a gobiernos sin escrúpulos que usan la violencia sin que nadie repare en ellos. Hablamos de la entrega de cientos de millones de euros a Libia, Túnez, Turquía, etc. etc. para que eviten la salida de migrantes hacia las costas de Grecia o de Italia. Del mismo modo, España abandonó al pueblo Saharaui a su suerte cuando vio que una simple llamada de la supuesta presencia de Mesi en Melilla y la apertura de las fronteras con España hizo que entrara un verdadero aluvión de personas, muchos menores no acompañado provocando un problema gravísimo que se resolvió con la devolución ilegal de los mismos a Marruecos. El país alahuí lo dejó bien claro, o se nos trata como queremos o provocamos una crisis migratoria en cuanto nos lo propongamos. Del mismo modo, se amenaza a España con dejar de realizar la «limpieza» de las zonas próximas a la verja de Ceuta que lleva a cabo la gendarmería marroquí -«sin demasiados miramientos»- para evitar los «saltos» y las entradas masivas que tantos muertos han producido (recordemos, por lo especialmente grave que fue, el intento de entrada masiva de 2022 en Melilla, con 100 muertos).

Y siguen muriendo personas

Aunque la principal vía de acceso de la inmigración en España sean los aeropuertos a los que llegan personas como turistas, con un permiso de tres meses y con un billete de vuelta pagado, lo cierto es que no podemos olvidar la vía canaria, ahora la más utilizada por pateras que se adentran en un camino tremendamente peligroso. Las noticias de naufragios y de cayucos con personas fallecidas o grupos de migrantes que son rescatados a la deriva, a muchos kilómetros de la costa, en embarcaciones habiendo arrojado al mar a quienes han ido falleciendo, eso ya nos nos sonroja ni nos produce la mínima empatía. Ya sólo son números por los que no sentimos nada: 50 fallecidos frente a la isla de El Hierro al volcar un cayuco cuando salvamento marítimo se acercaba a ellos; todos se agolparon en la misma borda, por la presencia del barco de salvamento.

Los conflictos internacionales, que algunos crean o mantienen frívolamente, son también foco de migración

La migración es, en la mayoría de los casos, una cuestión de fuerza mayor. Las personas no migran por gusto, de hecho, querrían seguir viviendo en su lugar de origen pero la situación económica o las guerras les empujan a abandonar su vida y a adentrarse en un futuro totalmente desconocido. Pensemos en las grandes migraciones provocadas por la guerra en Irak, Siria, Afganistán, Ucrania, o en el Sahel, Mali o Senegal o el conflicto eterno de la República del Congo.

Está claro que hay que colaborar en estos casos, pero mejor sería permitir a esos pueblos progresar y poner los medios para que estos conflictos no se desencadenen. Claro que, para eso, habría que controlar el interés (o codicia) desmedida de las grandes corporaciones y gobiernos que no dudan en desencadenar catástrofes sonrojantes simplemente para debilitar a un «enemigo».

La inmigración no es bien recibida en sociedades con altos niveles de desigualdad

Si dejamos que los sucesivos gobiernos privaticen los servicios públicos: la sanidad, la educación y el resto de servicios sociales, nos encontraremos con una sociedad cada vez más desigual. Entender que el proceso migratorio es inevitable (dadas las condiciones de los países de origen: violencia, pobreza, guerras, malas cosechas favorecidas por el «cambio climático», etc.; y la visión que los países desarrollados dan de sí mismos a través del cine o de las series) nos obliga a estar preparados, tanto desde el punto de vista organizativo como desde aspectos tan básicos como la vivienda accesible o los puestos de trabajo accesibles para los recién llegados.

Si, en cambio, lo que tenemos es amplias capas de pobreza entre una población que se encuentra desatendida y desprotegida, está claro que el fenómeno migratorio se entenderá como una amenaza y provocará un fuerte rechazo, pues implicará que entre más gente habrá que repartir el pastel (como señala Blanca Garcés en el «Conversatorio» de TintaLibre).

Pero lo cierto es que
Los migrantes no vienen a repartirse el pastel sino a hacer el pastel.

En consecuencia, las políticas de austeridad son contraproducentes, en la medida en la cual un mayor número de personas (migrantes o no) compiten por unos recursos cada vez más raquíticos. Es la lucha entre los pobres y los más pobres por las migajas de un sistema sin voluntad de ayudarles las que explican los brotes xenófobos y racistas violentos en distintas partes del mundo. Pues no hay nada más fácil que culpar a los más débiles de ser la causa de todos los problemas que una sociedad disruptiva produce.

Cuidado, ciudadanos pobres y a los que el estado no protege porque el causante de vuestros problemas no es un sistema caníbal, criminal, insolidario e injusto sino esas hordas de «aún más pobres» que vienen a quitaros aquello a lo que tendríais derecho de no estar ellos. Se vende así una solución mágica, y falsa, en la que acabar con los migrantes es la solución para todo: para encontrar trabajo, para recibir protección social,…; cuando realmente lo que habría que hacer es cambiar las reglas de un sistema claramente insolidario e injusto.

Se necesitan trabajadores

La población en España envejece a una velocidad enorme, ello supone la necesidad de nueva mano de obra que vaya sustituyendo a la que progresivamente se va jubilando, así como una mayor cantidad de trabajadores para los servicios de atención domiciliaria y de cuidados que son cada vez más demandados, y lo seguirán siendo en los próximos años porque estamos ante una sociedad envejecida. A esto añadamos las actividades deficitarias en trabajadores: hablamos de la agricultura, la ganadería, la construcción, el transporte de mercancías y el resto de actividades que implican un mayor esfuerzo físico y peores condiciones de trabajo. Puestos que son rechazados por los trabajadores nacionales y que cubre la mano de obra migrante.

Los sindicatos son contrarios a la inmigración

Los sindicatos, tradicionalmente, han sido contrarios a la inmigración porque suponen que los recién llegados son competidores desleales con aquellos que buscan trabajo, al estar dispuestos a hacerlo en peores condiciones y con salarios más bajos. Por ello, no ha sido posible contar con ellos cuando se han propuesto regularizaciones amplias de inmigrantes en situación irregular.

La última Iniciativa legislativa popular (ILP), que recabó 700.000 firmas (de las que 600.000 fueron finalmente validadas) para que el Congreso aprobara la regularización de quienes estuvieran viviendo en España de forma irregular durante dos años (y no tres, como está establecido ahora por ley) no fue apoyada por los sindicatos, y sólo al final, cuando ya estaba para ser votada, se declararon «no contrarios» a la iniciativa. De hecho, la recogida de firmas para esta ILP fue llevada a cabo por 900 organizaciones, entre las que destacó la formada por migrantes sin papeles que situaron mesas en las que solicitaban apoyo a esta iniciativa, exponiéndose a tener problemas con la policía por su situación irregular. Pero es que estos colectivos han empezado a organizarse y a tener visibilidad en la reivindicación de sus derechos.

(Lo mismo ha sucedido con otros colectivos como es el de las empleadas de hogar, las kelies o los afectados por las hipotecas o los alquileres).

Tengamos en cuenta que la regularización de estas personas tendría una repercusión económica muy notable, pues supondría el afloramiento de una importante cantidad de economía sumergida y de empleos que comenzarían a cotizar a la Seguridad Social y al resto de impuestos del trabajo.

Curiosamente, los empresarios -a diferencia de los sindicatos- sí son partidarios de la migración, aunque sólo en cuanto fuerza de trabajo dócil y barata. Y por ello es fundamental la labor de la Inspección de trabajo, y la puesta en marcha de mecanismos ágiles que permitan la denuncia de aquellos casos en los que se detecten condiciones de trabajo, o de contratación, abusivas.

Si no se permitiera que nadie trabajara en condiciones penosas y se penalizara este tipo de conductas así como el pago por debajo de convenio, los horarios abusivos o las condiciones de vida chabolistas, no habría tal competencia. Tampoco se podría acusar a los migrantes de tirar de las condiciones de trabajo y de los salarios hacia abajo.

A diferencia de los empresarios, los sectores más conservadores y nacionalistas son contrarios a la inmigración por cuestiones de identidad y culturales. Ya sabemos que la llegada de personas de otras culturas produce una mezcla que no es admisible para quienes consideran su cultura como una realidad monolítica, cargada de profundos valores y, sobre todo, «suya». Olvidan que toda cultura, incluida la suya, se forma y se ha formado a partir del contacto histórico con otras culturas, un mecanismo de evolución social que es inevitable. El aislamiento cultural con el que sueñan no es posible, pero les sirve para seguir viviendo en un imaginario glorioso que ellos identifican con un pasado idealizado que no existió.

El caso de España es singular

España, en cierta forma, es todavía una excepción en el contexto europeo por varias razones. […]. En primer lugar tenemos una frontera más o menos abierta, es decir, tenemos la frontera sur cerrada, pero una frontera atlántica de la que nunca hablamos, que es una frontera abierta y eso tiene muchas implicaciones en la llegada. La mayoría de los inmigrantes incluso en situación irregular en España han llegado a través de los aeropuerto, por lo tanto, han llegado sin necesidad de jugarse la vida por el camino. Segunda diferencia, el padrón. En España cualquier residente en un municipio tiene la obligación de inscribirse en el padrón y el municipio debería tener la obligación de inscribir a cualquier persona independientemente de su estatus legal. Y eso da derechos, básicamente Educación y Sanidad, que son fundamentales, cosa que en la mayoría de países europeos no existe, ni existe la posibilidad de plantearlo. Y la tercera excepción es el tema de la regularización y ahí entra también el arraigo. Tú vas a otro país europeo (lo hablo con mis compañeros académicos de otros países y no se lo creen), y no existe la posibilidad de regularización a no ser que sea vía reunificación familiar o por razones humanitarias muy extremas, y eso es fundamental, aunque no es un regalo porque primero han pagado tres años de irregularidad.

[En España se consigue la regularización al demostrar la residencia ininterrumpida durante tres años mediante documentos que permitan justificar dicha residencia: empadronamiento, visitas médicas, transferencias, billetes, facturas o cualquier otro documento personal; es necesario uno, al menos, por cada tres meses de dicho periodo de tres años de residencia].

Blanca Garcés en el «Conversatorio» de TintaLibre de noviembre de 2024, pág. 10.

Los datos en España: con los últimos datos del censo, y según ha hecho público el INE en este mes, la población extranjera, es decir sin nacionalidad española, supone un 13,4% del total. Ya somos 48,6 millones de habitantes en España. Con respecto a 2023, la población ha crecido en 534.000 personas, lo que supone un aumento del 1,1%. El incremento se ha debido fundamentalmente a la población extranjera cuyo número creció en algo más de 412.000 personas. En total, los habitantes de origen extranjero en España superan por primera vez los seis millones y medio de personas. 

Los datos del Banco de España señalan que, desde 2002, han entrado en España más de 10 millones de extranjeros, con un promedio aproximado de medio millón de entradas al año. En 2022, tras el descenso temporal de llegadas debido a la pandemia, en 2022 ingresaron 1,1 millones de migrantes. Estas cifras posicionan a España como uno de los países de nuestro entorno con mayor incidencia de inmigración extranjera. En cuanto al número de inmigrantes permanentes, España ocupa la cuarta posición mundial entre los países de destino (según datos de la OCDE), detrás de Estados Unidos, Alemania y Reino Unido. La percepción social distorsionada nos obliga a continuar con una adversativa: sin embargo, los datos de los estudios indican que los inmigrantes no perjudican el empleo de los nativos. Tampoco suelen tener necesidades mayores de atención médica intensiva y el aumento de la inmigración no ha venido asociado a un incremento de la criminalidad.
[…]
[Curiosamente los mayores adalides de la libertad son partidarios de la libre circulación de mercancías y capitales, pero no de personas] otorgando a las mercancías una capacidad de raciocinio abstracto y una tendencia natural al equilibrio bondadoso superiores al de las personas.

isaki lacuesta, apocalipsis portátiles – TintaLibre diciembre 2024, pág. 60.

Resumiendo: la inmigración es un fenómeno no controlable que nace de la necesidad, de la pobreza o la inseguridad y de la actitud insolidaria y de falta de respeto de unos países hacia otros. La actitud de los países receptores debe ser la de trabajar para mejorar las condiciones de vida en los países de origen y la de proporcionar los recursos necesarios, una vez producida la migración, para que ésta sea lo más organizada posible, promoviendo, dentro de sus propios países, entre sus ciudadanos, unas condiciones vida y de justicia social que permitan reducir las desigualdades.


¿Puede considerarse a Donald Trump un ejemplo de fascismo?

https://www.infolibre.es/mediapart/donald-trump-fascista_1_1890640.html

No exactamente, si nos fijamos en la definición clásica que arranca en el periodo de entreguerras, pues existen importantes diferencias entre lo que él propone y el fascismo original; de hecho, hay quienes proponen el uso del término neofascismo para referirse a este nuevo «pastiche» de la extrema derecha en el que se mezclan características del fascismo originario con otras propias del neoliberalismo más salvaje.

Según Nicolas Lebourg, la diferencia específica del fascismo podría recogerse en la siguiente definición: “Un partido-milicia que quiere construir un hombre nuevo mediante un Estado totalitario en el interior y una guerra imperialista en el exterior”.

Fabien Escalona en Mediapart «¿Donald Trump es un fascista?»

Así pues, aunque existe una hipermilitarización de la sociedad americana: nunca, en la historia reciente de EE.UU., ha habido una proporción tan grande de personas entrenadas con armas y dispuestas a utilizarlas (recordemos el asalto al Capitolio de enero de 2020), no podemos ver ese fascismo originario uniformador de la población basado en «valores heroicos o de sacrificio» y expansivo en lo internacional porque lo que Trump propone es un nacionalismo aislacionista en el que las importaciones sean gravadas con altas cargas para salvaguardar el trabajo y la producción nacional.

Son dos los hechos fundamentales que han inclinado, a ciertos autores, a tildar de fascista la actitud de Trump:

  1. La toma violenta del Congreso, promovida por él, para evitar la alternancia política como consecuencia de los resultados de las elecciones de 2020. De hecho, él rompió la tradición según la cual el nuevo presidente es recibido por el saliente para organizar una transición ordenada.
  2. La publicación, el año pasado, del «Proyecto 2025”. Un ideario de cientos de páginas editado por la Heritage Foundation (un think tank próximo al Partido Republicano) en el que se sueña con la puesta en marcha de manera imperiosa de una «contrarrevolución” para salvar a los Estados Unidos de sus enemigos, a los que identifica como todos aquellos opuestos a «la dominación blanca, cristiana y patriarcal». En este mismo informe se describe cómo dichos enemigos han ido colonizando de manera metódica todo el aparato del estado; de ahí la propuesta de Trump de contar con Elon Musk para una depuración completa de la administración, con el pretexto de hacerla más eficiente y más barata (es decir, reduciendo su poder y su tamaño). No olvidemos que Trump propuso, en campaña, eliminar aquellas agencias estatales que podían controlar su acción de gobierno. No podemos dudar, entonces que las intenciones del nuevo presidente de EE.UU. no son, precisamente, acordes con los principios de un estado de derecho en el que la separación de poderes permite la creación de unos imprescindibles mecanismo de control.
  • Está claro que Donald Trump es un peligro para la democracia que desprecia. Así se explica que nunca haya reconocido haber perdido las elecciones de 2020 frente a Joe Biden. De hecho, dice ahora abiertamente que no está dispuesto a reconocer otro resultado de las urnas que no sea el que le designe a él como vencedor. Llegando, incluso, a tener preparado todo un despliegue para denunciar las elecciones si no se da este resultado.
  • En uno de sus mítines en el que buscaba fortalecer el apoyo de los cristianos evangélicos dijo aquello de votadme a mí y será la última vez que tengáis que votar. Y bien que ha recibido su apoyo, por su decisión de eliminar el aborto en todos los casos, incluso en los más graves.
  • Asimismo, hablando con la comunidad judía les dijo: o soy presidente o dentro de muy poco no existirá el estado de Israel.
  • Yo acabaré en poco tiempo con la guerra de Ucrania. Aterrador: parece decir aquello de: «Dejadme a mí, que esto lo arreglo yo en dos minutos». Esto y cualquier otra cosa.
  • Se ve apoyado por los ultrarricos. La noche de las elecciones la ha pasado junto a Elon Musk. A todos ellos les ha prometido leyes antirregulación para sus negocios y también para las criptomonedas.
  • «el trumpismo es una especie de híbrido entre una lógica fascista y una cultura neoliberal de empresario fascinada por la celebridad y conchabada con una base evangélica ultrapuritana.» De hecho, sus mítines recuerdan a «los mítines fascistas [que] suelen adoptar la forma de exhibiciones de fuerza, masculinidad tóxica y crueldad cínica, con oponentes escarnecidos y dejados a merced de la multitud». (Jason Blakely)
  • Es, asimismo, un desprecio hacia las personas empáticas, deseosas de corregir las injusticias, legalistas, amigos de la igualdad, incapaces de tomar las armas para defenderse por sí mismos,… a los que consideran seres débiles y, por lo tanto, despreciables.

Como nos lo describe Juanlu Sánchez en su correo diario «Al día»:

Estados Unidos lanza un mensaje claro, por si nos queríamos hacer los tontos: no, no nos equivocamos eligiendo a Trump la primera vez. Os confirmamos que queremos a este delincuente condenado, mentiroso compulsivo, pollo sin cabeza de la política que desprecia el orden institucional. Queremos a un macho que frene todas esas ideas feministas, diversas, complejas, intelectuales, que están pervirtiendo nuestra nación y nos hacen sentir incómodos. Queremos a un empresario autoritario y absurdo, pero al que se le entiende cuando habla de trabajo y de fronteras. No nos importan sus insultos; es más, nos encanta que insulte. No nos importa que amague con golpes de Estado, es más, nos encanta ver cómo os saca de vuestras casillas. ¿Palestina? ¿Rusia? ¿Las relaciones con Europa? Que si quiere bolsa.

juanlu sánchez (el diario.es) «al día» 7/11/2024

El origen del éxito de esta nueva forma de política (peligrosa para la pervivencia de la democracia) tiene que ver con la desaparición progresiva de las clases medias. Se ha olvidado la recomendación de Aristóteles, según la cual, una sociedad se vuelve tremendamente inestable cuando las desigualdades son tales que concurre una minoría extremadamente rica y una mayoría extremadamente pobre. Como ocurrió con el fascismo originario, es esta clase resentida con su situación la que aúpa a una serie de iluminados de esos que dicen aquello de «¡déjame a mí, que esto lo arreglo yo!» sin, en ningún momento, explicar cómo lo va a hacer. Luego, cuando lo hacen, se ve que no es una buena idea, pero ya es demasiado tarde porque se han vuelto tan fuertes que es imposible acabar con ellos.

“el movimiento MAGA ha evolucionado de un movimiento populista de derechas a un movimiento fascista. Quiere derribar los legados del siglo XX, aboga por un nuevo apartheid, es anti-científico, se apoya en una masa de clases medias blancas desheredadas pero también en sectores del capital, y cuenta con grupos armados dispuestos al terror.”

Bill Fletcher

El fascismo es un ejemplo de antiintelectualismo

El fascismo fue antes una guerra cultural que política o militar:

“El fascismo, antes de convertirse en fuerza política, fue un fenómeno
cultural”, que “no hubiera sido posible sin la rebelión contra la Ilustración y la Revolución francesa que barrió Europa a fines del siglo XIX y principios del XX” [Zeev Sternhell, «El nacimiento de la ideología fascista»]. El fascismo se coció antes en la olla del Caso Dreyfus que en las trincheras de la Gran Guerra; fueron libelos antisemitas y antimasónicos antes que escuadrones de camisas negras; fue una guerra cultural antes que una política o militar.
[…]
[Es «El asalto a la razón» como tituló a su libro Georg Lukács]
Nosotros asistimos hoy a otra guerra cultural, a otro asalto a la razón, a otra proliferación de textos y discursos críticos con la Revolución francesa e incluso a la publicación, en España, de insólitas defensas del buen nombre de Fernando VII: Luis del Pino es el autor de un libro
de reciente publicación titulado Yo, el difamado: Fernando VII. Autobiografía apócrifa de un buen rey.

pablo batalla cueto, «¿Es fascismo la moderna ultraderecha? – revista público – marzo 2025, pág. 12

Como afirma Santiago Gerchunoff [citado por Pablo Batalla, ibid] «La historia no se repite, por más que pueda rimar» en rima asonante o consonante, de ahí que pueda tener poca utilidad llamar fascismo a algo distinto y menos como aviso alarmado a unas generaciones jóvenes que no saben lo que fue ni lo que supuso el difícil camino hacia la democracia y el estado de derecho.

La ultraderecha actual puede ser fascismo y que no sirva de nada
nombrarla de esta manera. La tragedia de los años treinta ya queda muy lejos y las alertas antifascistas funcionan mal en un momento en que —como escribe el politólogo Ángel de la Cruz en un artículo sobre la expansión de las ideas de derecha entre los jóvenes publicado en El Cuaderno— “la idea de democracia no evoca en el imaginario colectivo juvenil grandes epopeyas, ni tampoco el horror de las dictaduras nazifascistas. La democracia forma parte de nosotros, ya estaba ahí cuando nacimos, como un hermano mayor. Si además hoy no es sinónimo de prosperidad, el contraste con la amenaza reaccionaria pierde fuerza”

Ibid., pág. 13

El problema de la vivienda

La situación de la vivienda ha provocado manifestaciones, en diversas ciudades españolas, para reclamar políticas activas capaces de hacer realidad un derecho recogido en la Constitución. En su artículo 47 se dice: «Todos los españoles tienen derecho a disfrutar de una vivienda digna y adecuada. Los poderes públicos promoverán las condiciones necesarias y establecerán las normas pertinentes para hacer efectivo este derecho, regulando la utilización del suelo de acuerdo con el interés general para impedir la especulación.«

Así lo explica Juanlu Sánchez en su diario «Al día», un correo en el que analiza «Por dónde va el día»

En la calle

Con el aroma de las citas históricas, una generación de jóvenes hartos de los precios del alquiler y de no tener dinero para la entrada de una hipoteca y de caseros tiranos y de inmobiliarias piratas y de gente que acumula casas para especular y de fondos buitres y de hacer castings para entrar a vivir y de que les echen porque necesita el piso un sobrino llamado AirBnb y de correr con el dinero de la fianza para que no se les adelanten y de entregar las nóminas, el contrato y hasta información familiar y de gastar la mitad del sueldo en vivir en 50 metros y de compartir piso con 30 y de no poder pensar en hijos, ni en viajes, de tener que pedir dinero a la familia otra vez, de leer la Constitución y sentir rabia, esa generación se ha convocado en la calle.


Incapaces de actuar. Incapaces de transformar el mundo

Hoy están bombardeando Líbano. Ayer estaban masacrando Gaza. Anteayer seguían activas multitud de guerras enquistadas. Por cierto, hoy siguen buscando los cadáveres de las sesenta personas (no números; personas con nombres y apellidos) que ayer se ahogaron llegando a la isla de El Hierro, porque todos se pusieron en la misma borda cuando vieron llegar al barco de «Salvamento marítimo».

Hemos perdido la capacidad para actuar, para escandalizarnos y para reaccionar. Ya no sabemos cómo hacerlo. Todo nos viene demasiado grande. Nos han convencido de que lo que hagamos no sirve para nada, y nos hemos refugiado en el individualismo, o lo que es lo mismo, en la soledad.

Los partidos de izquierda y los movimientos sociales era los principales motores de transformación, de cambio pero tampoco ellos han sabido canalizar la acción humana: la acción política.

Aunque en la sociedad existan colectivos, centros sociales, movimientos vecinales, cooperativas o grupos más o menos organizados, lo cierto es que estos no tienen representación política. Parece que no hay proyecto ni necesidad de él, en cambio aparece

una demanda confusa, que no tiene claro qué pide y contra quién se dirige, que toma los camino más diversos, empezando por una furiosa retirada a la esfera privada. […] [Asistiendo así a] un profundo proceso de pasivización y despolitización, que en el mejor de los casos produce queja, recriminación por todo, fenómenos reactivos, porque es incapaz de generar una representación estable de un deseo de cambio. […] [La política pierde así su dimensión colectiva y convierte al grupo social en un conjunto de] Individuos cada uno en posesión de un pequeño trozo de verdad, deambulando como sonámbulos, complaciendo prezosamente los impulsos que les guían y rechazando cualquier compromiso serio.
[Por eso nace, o se recupera (según lo veamos) un sentido antidemocrático en auge, ligado a los partidos de extrema derecha, y basado en un sentido autoritario del poder como salvación. Un poder que reclama un líder autoritario (Meloni, Trump, Milei, Orban,…) que marque las directrices. Es, en el fondo, un] intento de aprovechar la oportunidad de desarticular definitivamente la posibilidad de que los oprimidos se organicen, y también de construir simbólicamente un nuevo comienzo.

Salvatore Prinzi, Tinta Libre – Elogio de la heterodoxia – «La izquierda española en el espejo de la italiana»

¡Ah no, espera, que tenemos las redes «sociales»!

«Vivimos obsesionados por compartirlo todo: ideas e imágenes, selfies y memes, proyectos sesudos y frivolidades, direcciones y destinos turísticos, la manicura y el bostezo, bacanales y recogimientos, guerras y abusos, denuncias políticas y proclamas contra gobiernos, odios, likes, millones de likes…»

Iván de la Nuez, Tinta Libre – Elogio de la heterodoxia – «El arte de copiar», pág. 30

Es paradójico que vivamos en la época con los medios y herramientas de comunicación más potentes de la historia y, sin embargo, con la mayor cantidad de personas solas que la humanidad jamás haya conocido.


Déjate de redes (¿sociales?)

(TintaLibre – Elogio a la heterodoxia – «Poder parar. Heterodoxia y redes», Remedios Zafra)

«la presión de las redes y de la época, la agitación de la intervención, el impulso de estar en todos los foros, de aceptar, de hacer, responder diciendo como si nos fuera la vida en ello. Por otra, pienso en las consecuencias emocionales, pero también físicas e incluso sociales que tiene engancharnos como la mayoría, dejarnos pensar por dedos y ojos, , más, así, seguir la inercia […] de un mundo que normaliza estas redes».

«Vivimos obsesionados por compartirlo todo: ideas e imágenes, selfies y memes, proyectos sesudos y frivolidades, direcciones y destinos turísticos, la manicura y el bostezo, bacanales y recogimientos, guerras y abusos, denuncias políticas y proclamas contra gobiernos, odios, likes, millones de likes…»

Iván de la nuez, tinta libre – elogio de la heterodoxia – «el arte de copiar», pág. 30

Hablamos de unas redes que no son sociales porque

«Son más bien multitud de solos conectados que siguen el rimo de los números más altos, de lo más visto, del más seguido, […]; estando cada uno en un lugar distinto, tecleando, haciendo cosas muy parecidas, más rápido para llegar al plazo, posteando lo último, posando con su mejor sonrisa, repartiendo corazones mientras mueven sus cabezas como los perros de plástico con cuello de alambre; [y así] suman tareas a sus trabajos por defecto y cuando no pueden soportar cargar con tantos síes a cuestas se medican para seguir haciendo lo mismo sin que se note su malestar.»

A veces es un continuo decir sí

«en un por miedo, un por agrado, o un por inercia, diría más bien, por adicción, por sentir una presión a que rechazar rompa un vínculo liviano pero importante allí donde conectados todo está sometido al escrutinio público. Entonces un es como no decir nada pues es lo normal, pero un no de pronto te visibiliza y corre el riesgo de proyectar una atención que no podemos soportar.»

Así los grupos se hacen homogéneos porque después de una lectura rápida y superficial -no hay tiempo para más en una mecánica que se hace enloquecida- digo constantemente ‘»sí a los míos» y «no a los otros»‘ sin posibilidad de diálogo, sin forma de romper una dinámica maniquea. Pero es que las redes ¿sociales? «no están pensadas para el vínculo social ni para una vida socialmente sana, están pensadas para que algunas personas ganen más dinero mientras la mayoría nos enganchamos». En ellas «el individualismo competitivo se naturaliza» convirtiendo en práctica interiorizada dos de los pilares del capitalismo más salvaje: el individualismo y la competencia. Despreciando así la importancia de lo que nos une socialmente, de lo colectivo, de la colaboración y de la solidaridad.

«Y considero que en las redes esto ocurre con la comunicación, que excedida se nos hace ruido y queda totalmente pervertida».

En ese escaparate en el que las personas se exponen al resto todo el tiempo ¿y si cambiáramos la inercia actual por «menos apariencia y más sentido»?

Se han aceptado acríticamente las redes sociales como un síntoma de progreso, como una consecuencia inevitable y supuestamente buena del nuevo tiempo, pero eso no es así, es necesaria una conciencia crítica de los usuarios que los devuelvan a su humanidad ilustrada.

Conectados, pero solos en lo social.

[…] necesitamos fortalecer lo comunitario con lazos de complicidad que tanto posibiliten un no a otro como aceptar un no de otro. No vendría mal practicar una suerte de noes amables, donde la amabilidad no sea entendida como complacencia sino como vehículo de empatía y escucha más pausada, quizá comprensión, con suerte, lazo colectivo.»


La Unión Europea – EUROPA

La entrada de España en la Comunidad Económica Europea, después Unión Europea, ha supuesto un paso decisivo en su transformación y modernización. Fueron los presupuesto europeos de los que fuimos beneficiarios, como receptores netos, los que permitieron una modernización no sólo económica sino también política, social y cultural de país.

Es nuestra condición de miembro del club europeo la que nos ha permitido:

  • La creación de una enorme cantidad de infraestructuras entre las que destacan las autovías y los kilómetros de alta velocidad. Son sobradamente conocidas las obras públicas financiadas por los fondos FEDER.
  • Los Fondos Sociales Europeos han permitido la puesta en marcha de planes de formación y de empleo para jóvenes y la financiación de enseñanza de la Formación profesional.
  • Los fondos Next Generation, nacidos como forma de solucionar los daños causados por la pandemia, los que financian la modernización de la administración pública, la informatización de las empresas, el desarrollo de los vehículos eléctricos o la economía social y circular. Todo ello a través de los PERTE (Proyectos estratégicos para la recuperación y transformación económica).
  • Desde el punto de vista social nos ha permitido disfrutar de la ciudadanía europea que nos permite la libre circulación por el espacio Schenguen sin necesidad de pasaporte o de visado. Asimismo, esta ciudadanía es la que nos permite vivir y trabajar en cualquier otro estado, así como la participación de los ciudadanos de otros países de la Unión que viven en España en la elecciones municipales de las ciudades o pueblos en los que residen. Es también la que nos permite tener una tarjeta sanitaria europea que nos garantiza recibir tratamiento médico en cualquier de los demás países de la Unión.
  • Esa libre circulación en la Unión está claro que a quienes más beneficia es a los mercados, a las empresas y a la libre circulación de capitales.
  • Pero también ha aportado ventajas como el programa «Erasmus» con el que muchos alumnos universitarios han podido completar sus estudios en universidades de otros países miembros, con el enriquecimiento personal que eso supone; sin olvidar su papel en la construcción de una identidad europea con la que sus ciudadanos se puedan sentir implicados. (Obviamente el alcance de un proyecto como éste es limitado, por cuanto afecta sólo a una minoría con los suficientes recursos para estudiar en la universidad y completar el importe de la beca con los gastos añadidos que supone vivir en otro país durante un curso académico.
  • Asimismo, la obligación que tiene España de transponer las directivas europeas a la legislación española ha permitido avances que, de otro modo, no hubieran sido posibles, por ejemplo en temas relacionados con las energías renovables (por la fuerza de las empresas eléctricas en nuestro país -recordemos el impuesto al sol de Rajoy-), relacionados con la seguridad alimentaria, con la producción ecológica, con la creación de ZBE (zonas de bajas emisiones) en las ciudades, con la protección de los consumidores, de los datos, con las normas medioambientales más estrictas, etc.
  • La existencia del Tribunal de Justicia de la UE ha sido otro pilar fundamental en el cambio de leyes en España y en la armonización de nuestro ordenamiento jurídico con el de nuestros socios. Pensemos en la Declaración de Independencia de Cataluña y cómo la influencia de los sistemas judiciales europeos ha obligado a eliminar el delito de sedición (sustituido por el de «desórdenes públicos agravados») y a redefinir el de malversación. Asimismo, ni Suiza ni Bélgica ni Irlanda han admitido las razones de las órdenes de detención internacionales cursadas por los tribunales españoles y puede que el tribunal europeo vuelva a sacar los colores a los tribunales españoles nuevamente.
  • La Unión Europea («Europa») es la excusa perfecta que necesita un gobierno para llevar a cabo medidas que no son populares o que encuentran un rechazo frontal por los grandes intereses económicos. Ya sabemos, lo hemos visto demasiadas veces: «es que nos lo impone Europa», y la discusión queda zanjada. De otro modo, jamás se habría conseguido de una forma tan rápida y con menos resistencias. Porque Europa se identifica, desde la integración de España en el club, con modernidad y progreso.
  • Aunque no es parte de la estructura de la Unión Europea, el Tribunal Europeo de Derechos Humanos es también una corte de prestigio y un nuevo garante en los casos de violaciones de derechos fundamentales. Sus sentencia son tenidas en cuenta por los gobiernos de la Unión.
  • Disponemos, pues, de todo un sistema de libertades y de garantías, alrededor del concepto de estado social de derecho que debe ser el objetivo y la aspiración última de la Unión Europea y de sus estados miembros. Ojalá se recupere pronto la agenda social europea que lleva demasiado tiempo parada.

Críticas:

  • No se ha conseguido avanzar en integración de los países de la Unión en una Federación de estados. La tentativa de una Constitución europea no fue aprobada. Tampoco se acepta demasiado bien la pérdida de soberanía que supone la cesión de poder a la Unión, aunque en procesos como la pandemia demostró su enorme utilidad para, por ejemplo, llevar a cabo una compra centralizada de vacunas.
  • Muchos añoran una Europa en la que se hubieran seguido las ideas fundadoras de esta comunidad de pueblos sin las desviaciones del neoliberalismo dominante.
  • En este sentido se observa un cambio radical en el modo de gestionar las crisis, si comparamos la de la pandemia con la provocada por los bancos en 2008 con las hipotecas basura (una crisis salvaje de la que ni se hicieron responsables ni pagaron por los enormes daños causados, asumidos por el conjunto de la población con abnegado masoquismo; mención aparte merece la actitud de Islandia qué sí exigió esa reparación: aquí seguimos esperando la devolución de lo gastado para salir de la bancarrota provocada). Hablamos de la troika, de los «hombres de negro», de la reforma exprés del artículo 135 de la Constitución española (esa que era tan difícil de modificar para introducir reformas necesarias con los años transcurridos desde su aprobación), del «austericidio» al que fue obligado el sur europeo y que países como Grecia pagó muy muy caro.
  • Pero es también una Unión que permite la existencia, en su seno, de grupos antieuropeístas que ahora están cogiendo fuerza en el Parlamento europeo tras las elecciones del 9 de junio. Hablamos de países como Hungría, ostentando actualmente la presidencia rotatoria de la Unión, que no ha sido expulsada del club europeo, simplemente, porque los fundadores de la Unión no tuvieron en cuenta la posibilidad de que algún país miembro -una vez alcanzado el nirvana de la convivencia europea sobre la base de los principios del estado de derecho, de la libertad y de la paz- pudiera plantearse retrocesos políticos y antidemocráticos hacia formas de autoritarismo que se consideraban felizmente superadas (¡qué deliciosa ingenuidad!).
  • La Unión Europea es, en algunos aspectos fundamentales, una fuente de contradicciones difíciles de armonizar. Es la misma Unión Europea la que se convierte en el mayor contribuyente mundial de ayuda humanitaria y, a la vez, es capaz de firmar un acuerdo en materia de política migratoria que supone un claro retroceso. Es la misma Unión la que aspira a cotas de integración cada vez mayores (con el horizonte, para algunos, de conformar una federación de estados), lo que marque su independencia militar y de política exterior, y la que ofrece un servil seguidismo a los EE.UU. Es la que lo mismo apoya a los palestinos que defiende sin condiciones a Israel en todo lo referente al genocidio de 2024.
  • Más aún, alguno de sus programas, como, por ejemplo, la PAC ha sido reinterpretado no como un recurso fundamental para la salvación del campo sino como una herramienta sofisticada para ir progresivamente desmantelando la producción agrícola de manera pacífica, sin choque social, a base de generosas subvenciones.
  • Falta control democrático sobre las decisiones del Banco Central Europeo.
  • Como decíamos arriba, el seguidismo servil hacia EE.UU. es lamentable.
  • La Unión ha funcionado más como un motor del liberalismo económico al servicio de las empresas y del capital que como un ente político cuyas decisiones sean plenamente democráticas.
  • No ha establecido mecanismos para expulsar a aquellos antieuropeístas que lo que pretenden es trabajar desde dentro por la destrucción de la Unión Europea, algo con lo que puede que sueñen las grandes potencias mundiales, aunque está a nuestro favor el ser un enorme mercado formado por países que han ido perdiendo peso económico poco a poco. Ahora la industria y la innovación ya no está en Europa.

La nueva estrategia política que triunfa

https://www.infolibre.es/mediapart/trump-opcion-estrategas-caos-ira_1_1753844.html

¿Cómo transformar la ira y el descontento en votos?

  • La ira de los votantes hay que explotarla.
  • La ira es contagiosa, es viral.
  • Asistimos a la cultura del chivo expiatorio.
  • De la ira nace el deseo del caos: la impotencia convertida en cólera lleva al deseo de acabar con todo.
  • Para solucionar el caos resulta muy fácil proponer la figura de un nuevo César que no dudará en potenciar el miedo como arma política. Pensemos en Berlusconi y en su continuación: Donald Trump. Ambos representan al hombre triunfador, rico (lo que demuestra su éxito) que no se acerca a la política para enriquecerse (no lo necesita), lo que le da cierta tranquilidad (a la vez que envidia) a sus votantes. Personajes con carisma, inmorales, infieles e incluso condenados penalmente. Curiosamente, ambos se encuentran volcados en la política para escapar de los casos judiciales muy graves que hay contra ellos.
  • Sus valores son: el autoritarismo, el nacionalismo (con el consiguiente rechazo hacia los extranjeros), el rechazo a los valores democráticos, la deshumanización del adversario, el masculinismo,… (todos ellos muy próximos al fascismo).
  • Denuncian el colapso de nuestra civilización, algo que ellos se proponen evitar. De ahí que el problema, aunque sea nacional, sea, para ellos, mucho más amplio y preocupante.
  • En el fondo, todo está causado por una profunda crisis del sistema. La pérdida de nivel económico de una mayoría que se considera nativa y que se atribuye la propiedad del país. Este empobrecimiento es el que lo desencadena todo: dificultades para acceder a la vivienda, a la sanidad, a la educación, al trabajo, al nivel de vida que consideran les corresponde (de hecho, ven cómo este es peor que el de sus padres y eso es suficiente para descargar su rabia). Esta pérdida económica se identifica con una pérdida cultural provocada por la entrada de nuevas costumbres traídas por grupos sociales extranjeros (a los que vinculan con la criminalidad y a los que califican de indeseables). De ahí ese hooliganismo político que reivindica la identidad cultural y política del país.
  • Nacionalismo. Nacionalismo-populista.
  • Como decía Gabriel Rufián (ERC): si no tienes trabajo, ¡España!; si no puedes pagarte una casa, ¡España!; si no puedes llegar a fin de mes, ¡España!; si las cosas no te van bien, ¡España!. Esa es la única receta y el único discurso político que ofrece la ultraderecha española.
  • Es fomentar la desconfianza hacia el sistema político del estado social y democrático de derecho, al que se le considera corrupto. Los gobiernos existentes se califican de ilegítimos: ocurre en España; en el caso de EE.UU. los seguidores de Trump siguen repitiendo, sin pruebas, que las elecciones no las ganó Biden. ¿Por qué no acabar con un sistema así? – La respuesta es la puesta en marcha de una Guerra civil fría. Decía Aznar: el que pueda hacer, que haga. Seas ciudadano de a pié, político, juez o militar.
  • La rabia no quiere a candidatos preparados, moderados o intelectuales, quiere caos y motosierra (como en la Argentina de Milei).
  • En otras palabras: reflejos defensivos en tiempos de crisis; pero extremadamente preocupantes.

¿No hay propuestas políticas constructivas que puedan competir con esta política antidemocrática del caos?


La economía social

La economía social se presenta como una alternativa al capitalismo. Sus principios, basados en la recuperación del sentido social, ecológico y humano de la producción, chocan frontalmente con un capitalismo despiadado y salvaje que tanto adoran los defensores actuales del neoliberalismo económico.

«Es más fácil imaginar el fin del mundo que el final del capitalismo»

Fredric jameson o slavoj Ziezek

Si analizamos la situación comprenderemos que el capitalismo es un sistema económico deshumanizador, basado en la codicia y en la ley del máximo beneficio, para el que los recursos del planeta son ilimitados (aunque no lo sean), igual que su codicia. Una estructura económica basada en la ley del mercado (oferta y demanda) que se considera autosuficiente y capaz de regularse por sí mismo sin la intervención del Estado (parecen olvidar las crisis que el mismo capitalismo provoca y que, después, exigen la intervención del Estado para solucionarlas -ya sabemos: en el capitalismo los beneficios son privados y las pérdidas se socializan. Hablamos de un sistema económico que no conoce de planificación ni de sentido, sino de una visión de la sociedad regida por la ley de la selva en la que es legítimo que las empresas y los capitales más fuertes sometan (o aniquilen) a los más débiles. En suma, una concentración de la riqueza que sólo fomenta las desigualdades y los grandes focos de pobreza.

El modelo económico actual no es sostenible: su modelo de crecimiento indefinido no sólo tiene consecuencias ambientales inasumibles, sino que también provoca desigualdades inaceptables. Es, básicamente, como se ha dicho arriba, un modelo deshumanizante contra el que hay que plantear alternativas. La principal pasa por la planificación: pues no tiene sentido malgastar trabajo ni recursos en producir lo que no se necesita; ni dejar sin acceso a lo más básico a grandes grupos humanos que no tienen ni qué comer; tampoco tiene sentido no poder coto a los procesos especulativos sobre los bienes básicos: alimentación, vivienda, etc., ni frenar aquellos movimientos especulativos salvajes (pensemos en la crisis financiera de 2008, provocada por la codicia ilimitada de los bancos) que llevan inevitablemente a catástrofes económicas que, después, debemos pagar todos con años de recesión y pobreza.

Pero el problema es que todo lo que se identifica con «economía planificada» es rápidamente descalificado, burda y simplistamente por los «gurús» del neoliberalismo económico, como «comunismo». Y, desde ahí, parece que nada más se puede decir.

La Economía social es un fenómeno en auge que puede convertirse en la gran alternativa al capitalismo. En España, por ejemplo, se calcula que aporta el 10% del PIB y que da trabajo al 12% de la población. Un dato, por cierto, que los economistas con «pedigrí» utilizan para desprestigiarla, al interpretar ese exceso del 2% como un ejemplo de su falta de eficacia: «pues seguro que se puede hacer lo mismo con menos mano de obra». Claro, explotando más a las personas (pero eso no lo dicen, ni importa).

“El estigma interesado que intenta reducir la economía social a algo irrelevante o a veleidades de hippies es un prejuicio que no puede sostenerse de ninguna manera”, subraya José Luis Monzón, catedrático de Economía Aplicada de la Universidad de Valencia y director de la rama española del Ciriec. Y añade: “La realidad es que se trata de una parte muy importante de la economía actual, perfectamente perimetrada y reconocida por los gobiernos y las grandes instituciones internacionales, desde la UE hasta la ONU, como esencial para enfrentar los retos económicos y sociales que tenemos planteados”. [De hecho, la UE tiene un plan de acción específico para impulsar la «Economía social», lo que demuestra que la «Economía social» no tiene nada de anecdótico o marginal]

revista – el diario.es – «La economía social al rescate», pág. 8

Los principios en los que se basa la Economía social son:

  • Priorizar a las personas y a los fines sociales sobre el capital. En consecuencia, la prioridad no es el lucro.
  • Gestión autónoma, transparente, democrática y participativa. La toma de decisiones debe ser equitativa y no determinada por el capital social que cada uno aporte.
  • Ayuda mutua. La solidaridad y el apoyo entre los miembros de la entidad es visto como una fortaleza, por cuanto lo importante no es el interés propio sino el conjunto, es decir, el bien compartido.
  • Reparto de beneficios en función del fin social de la entidad y de la aportación de trabajo realizado por cada uno de sus miembros (no de su capital).
  • Creación de puestos de trabajo estables y de calidad, con una retribución justa.
  • Desarrollo local. Son entidades que se sienten implicadas en el desarrollo del lugar en el que están radicadas.
  • Sostenibilidad de la actividad que realizan. Tanto social como medioambiental. Respeto al medioambiente.
  • Compromiso de igualdad entre hombres y mujeres.
  • Conciliación del trabajo con la vida personal y familiar.
  • Fomento de la inserción laboral de aquellas personas que se encuentran en riesgo de exclusión social.
  • Independencia respecto a los poderes públicos.

La entidades que conforman la Economía social son fundamentalmente entidades que cooperan para un objetivo común sin dar prioridad al lucro. Algunos ejemplo de éstas son las:

  • Cooperativas (de trabajo asociado, de consumo, de ventas).
  • Asociaciones y fundaciones sin ánimo de lucro.
  • Sociedades laborales (en las que son los trabajadores los que controlan el capital de la empresa).
  • Mutualidades (aseguradoras sin ánimo de lucro).
  • Empresas de inserción.
  • Centros especiales de empleo de iniciativa social.
  • Cofradías de pescadores.

Aunque siempre pensamos en la pequeña cooperativa de trabajadores que se unen para llegar a fin de mes, lo cierto es que hay ejemplos de éxito de este modelo que hace creer en la viabilidad de estos proyectos. El ejemplo paradigmático en España es la Corporación Mondragón formada por un conglomerado de empresas que llegan a facturar 11.000 millones de euros al año. Del mismo modo que hay diferencia en cuanto a su tamaño, también lo hay en su compromiso con los principios arriba citados: podemos encontrarnos a entidades que buscan el cambio social y el de modelo económico y a otras que simplemente han adoptado esta estructura para sobrevivir mejor dentro del capitalismo imperante, sin ningún afán transformador o de cambio de modelo.

Algunos ejemplos significativos de «Economía social» los podemos encontrar en: la banca ética de base cooperativa (Fiare Banca Ética, Coop 57), las cooperativas de vivienda en cesión de uso, las comunidades energéticas, las cooperativas de energía renovables (Som Energia), los supermercados cooperativos, las cooperativas de coches eléctricos compartidos, de telecomunicaciones éticas,…

Orígenes históricos

El origen de esta nueva economía suele situarse en 1844 cuando un grupo de 28 obreros fundaron en Rochdale (Reino Unido) la primera cooperativa basada en los principios de un modelo democrático de empresa cuyo teórico fue Robert Owen (1771-1858), el padre del cooperativismo y uno de los grandes teóricos de la economía socialista. Lo que estos obreros crearon fue una pequeña tienda en la que uniendo sus pocos recursos conseguir comprar y vender alimentos y productos básicos a unos precios justos. Su ideal era crear un fondo con los beneficios obtenidos que les permitiera dar educación a sus hijos, así como poder trabajar en un entorno en el que se les tratara con dignidad y respeto, y en el que pudieran participar democráticamente en la toma de decisiones que afectaran a la cooperativa. El modelo de Rochdale, aunque no fue el primero ni el único se convirtió en el modelo de cooperativismo copiado por otras cooperativas tanto dentro como fuera del Reino Unido. Su cooperativismo estaba basado en siete principios («Los principios de Rochdale») que definieron como: aceptación de cualquier miembro, estructura democrática, reparto de beneficios igualitario, préstamos sin usura, neutralidad política y religiosa, venta al contado (no a crédito, por el empobrecimiento que esto suponía para la mayoría) y promoción de la educación.

Economía social y solidaria

Supone un paso más allá en la definición de la economía social al convertirla en un motor transformador de la sociedad. Su propuesta, bajo distintas formas jurídicas, tiene como principios el fomento del trabajo digno y de calidad, la equidad (incluida la justa distribución de la riqueza), la sostenibilidad ecológica, la cooperación y el compromiso con el entorno social en el que desarrolla su actividad. (Estos principios están recogidos, en España, en la «Carta de principios de la economía solidaria»).

Debemos mantenernos esperanzados porque históricamente hay iniciativas que demuestran que no todos los procesos económicos buscan el lucro y porque descubrimos, a nuestro alrededor, ejemplos de agentes e iniciativas económicas que no se rigen por el capitalismo más salvaje sino por principios distintos que nos acercan a esta economía social, e incluso solidaria.

El ejemplo lo tenemos en las cooperativas de viviendas con dos modelos o visiones distintas: la comunidad de propietarios que construyen sus viviendas bajo la fórmula de la cooperativa para obtener unos precios más bajos y revertir los posibles beneficios en los elementos comunes de la promoción (cuando las viviendas se entregan la cooperativa se disuelve); y el modelo social que convierte en propietaria a la cooperativa de las viviendas y del suelo, cediendo a sus cooperativistas el «derecho de uso» de las viviendas para que las disfruten tanto como quieran, pero sin ser propietarios de ellas: lo que significa que no las vender ni alquilar. En este caso la construcción de las viviendas se realiza alrededor y abiertas a las zonas comunes y los servicios compartidos. Son, por ejemplo, lugares donde la cooperativa ofrece servicios de atención a niños y personas mayores; lugares para celebraciones y para actividades comunes (cenas semanales comunitarias) o cualquier otro servicio (lavanderías comunitarias, por ejemplo) o actividad que sirva para «hacer comunidad». Este tipo de viviendas, al ser en algunos casos construidas en suelos dotacionales cedidos por el ayuntamiento a largo plazo por un pago anual, quedan reservadas a personas con un nivel de recursos por debajo de un tope y que no sean propietarias de otra vivienda.

En suma: «Otro mundo es posible». A pesar de que nos quieran hacer creer que sólo la codicia y el lucro sin límites, característicos del sistema económico-político del capitalismo más salvaje, constituye una característica «natural» del ser humano.

La Viena roja

A principios del siglo XX, la población vienesa afrontaba unas condiciones de vida catastróficas y alquileres a un precio excesivo. Cuando los socialdemócratas asumieron el poder municipal en
1919, se lanzaron reformas fundamentales en las áreas de vivienda y políticas sociales, al igual que en educación, sanidad y cultura. Los años siguientes se conocen como el periodo de la “Viena
Roja”. Duró hasta 1934, cuando el austrofascismo puso fin de forma violenta a este extenso proyecto reformista.
Durante el periodo de la Viena Roja, se construyeron 64.000 pisos nuevos. Vivienda pública municipal que no solo era asequible (los precios de alquiler equivalían aprox. al 7% de la renta media de una familia de clase trabajadora), sino de calidad. Todos los pisos estaban equipados con agua corriente, una cocina y un retrete, lo que supuso una enorme mejora en las condiciones de vida e higiénicas de la época. Además, todo inquilino disponía de un compartimento en el ático y en el sótano, había lavanderías en cada escalera y ‘baños por goteo’. La arquitectura de los edificios se caracterizaba por la luz y el aire, con espaciosos patios, zonas verdes y una baja densidad de edificación; un concepto
opuesto a los pisos oscuros y mal ventilados en zonas densamente pobladas, donde los trabajadores tenían que vivir por entonces. Las obras públicas en la Viena Roja se caracterizaban especialmente, además, por las instalaciones comunitarias: había bibliotecas, clubes, guarderías y talleres. Pero ¿cómo financió la ciudad aquel programa?

En 1923 Viena pasó a ser un estado federado, lo que le permitió gravar impuestos. La introducción de un impuesto al lujo, al igual que un impuesto a la vivienda, creó una base financiera para la construcción pública municipal. La referencia a este impuesto sigue brillando hoy en grandes letras rojas sobre las fachadas de los
edificios de aquella época. Además, se introdujo una fuerte protección para el inquilino, que restringía las posibilidades especulativas. Combinado con varias recalificaciones e impuestos sobre el patrimonio, esto llevó a la bajada de obras del sector privado y, por ende, a la bajada de precios del suelo.
Después del austrofascismo y el régimen nazi, Viena retomó la construcción de viviendas públicas municipales. Gobernada de nuevo por socialdemócratas (y hasta hoy), la ciudad expandió su parque de vivienda pública hasta los años 90, cuando decidió retirarse gradualmente de la nueva construcción y centrarse en la gestión de 220.000 pisos. Ahora son asociaciones inmobiliarias
con ánimo de lucro limitado las que crean las nuevas viviendas sociales.

[…]

El principio clave del sector con beneficio limitado es cubrir los costes, lo que significa que los precios del alquiler se deben calcular de acuerdo a los costes para la construcción y el mantenimiento de los edificios. En consecuencia, los precios
del alquiler bajan una vez que se han pagado los costes de la obra, lo que convierte el antiguo stock en uno de los segmentos inmobiliarios más baratos de la ciudad. Los contratos de alquiler tienen un plazo de duración abierto, exactamente igual que en la vivienda pública.

Combinado con una fuerte protección del inquilino contra su expulsión, esto consigue una alta seguridad para acceder a una vivienda y puede que sea una de las razones por la que solo un 19% de los vieneses tienen casa en propiedad. Las viviendas de precio con beneficio limitado tienen el apoyo del Ayuntamiento de Viena por dos vías: con el suelo y con la financiación. Por una parte, el
Consistorio compra suelo y se lo proporciona a los promotores para viviendas protegidas. Por otra, los subsidios para las viviendas se conceden en forma de préstamos con bajos intereses a cambio de límites al precio del alquiler y el cumplimiento de ciertos criterios de

[Cuando la iniciativa privada -en la primera década de los 2000-volvió a ver negocio en la construcción, los precios del suelo se duplicaron y la posibilidad de construir vivienda pública o de beneficio limitado dejó paso a construcciones caras y que, a veces, quedaron vacías. Para reducir este efecto, en 2018 se introdujo por ley que un tercio del suelo recalificado como edificable fuera destinado a ese tipo de construcciones más baratas, potenciando la construcción de vivienda pública].

[Pero construir vivienda pública no es garantía por sí sola, pues si no se está atento y no se establecen mecanismos de control -nos los demostró Ana Botella en el Ayuntamiento de Madrid- estas viviendas pueden desaparecer, de la noche a la mañana, vendidas con intereses espurios a fondos de inversión o a empresas con interés de lucro.]

Sarah Kumnig, (socióloga) – «Ideas desde la Viena Roja sobre vivienda» – revista eldiario.es – «la economía social, al rescate», págs. 70-71