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Ahora los medios son ustedes

(La expresión ha sido utilizada tanto por Donald Trump como por Elon Musk)

https://www.infolibre.es/tintalibre/periodismo-cosa_1_1923301.html

Juan Gabriel Vásquez – «El periodismo es otra cosa» – TintaLibre, enero 2025, págs. 32-35

You are the media now. “Ahora ustedes son los medios”: eso fue lo que dijo el dueño y señor de la red social X, un narcisista de manual cuya percepción del mundo es la de un adolescente malcriado y cuyo comportamiento público es el de un sociópata.

[…]

este personaje grotesco ha puesto su red social y sus millones de usuarios al servicio de la desinformación, las teorías de la conspiración, la mentira flagrante y la elección de un delincuente convicto con querencias fascistas como presidente de Estados Unidos.

[…]

Si no me pareciera tan peligrosa, me parecería conmovedora la credulidad con que millones de ciudadanos se han tragado el cuento de que la red X es un espacio democrático, incluso después de enterarnos de que Musk adulteró el algoritmo por un factor de 1000 para que la red diera prioridad a sus mensajes sobre las elecciones;

[…]

“El periodismo ciudadano es el futuro”

En 2004, el bloguero de Silicon Valley Dan Gillmor se quejaba de que los grandes medios dieran las noticias como si se tratara de una conferencia. […] la queja, muy norteamericana, contra los que tienen la pretensión de saber más que nosotros y nos dan discursos desde una posición de superioridad. Por otra parte, hace veinte años era cierto que las nuevas tecnologías habían abierto espacios para que hablaran en público personas que nunca lo habían hecho, y todos nos llenamos la boca entonces con la denuncia de los abusos de poder que se podía hacer desde esos espacios de rebeldía, independientes de los medios que respondían –así era, esto era cierto– a los intereses no siempre transparentes de los poderes económicos.

[¿Cualquiera puede ser periodista?]

¿El acceso a una herramienta es lo único que se necesita para dominar un oficio? Tener papel y lápiz nunca transformó a nadie en escritor. Tener un piano en casa nunca transformó a nadie en pianista. (Leila Guerriero)

La influencia de los ignorantes

En The Good Society, un libro de 1997 y por lo tanto perteneciente a un mundo más simple que el nuestro, el economista J. K. Galbraith habla de los problemas del autogobierno en sociedades complejas como las nuestras, y en un pasaje que no puedo sacarme de la cabeza dice estas palabras: “Todas las democracias viven en el miedo a la influencia de los ignorantes”. Echar un vistazo a la historia de Estados Unidos, dice Galbraith, es darnos cuenta de que siempre habrá un determinado porcentaje de la población disponible para “apoyar prácticamente cualquier forma de desastre político y social”; sólo mediante la educación, añade, puede mantenerse esta minoría en niveles manejables. Veintisiete años después, parece que nuestras democracias siguen temiendo a la influencia de los ignorantes, pero es todavía mayor el temor que tienen a la ignorancia de los influencers. Los mecanismos perversos de las redes sociales y su modelo de negocio, que no sólo son indiferentes a la verdad o la falsedad de la información que distribuyen, sino que permiten rentabilizar la crispación, hacer negocio con la mentira y ganar rentas políticas con el tribalismo y el odio, ya no se limitan a envenenar nuestra convivencia y a diseminar desinformación que destruye nuestra capacidad para ejercer la ciudadanía. Lo siguen haciendo, claro: “La información será libre”, aquel mantra que implicaba la eliminación de los intermediarios –esas figuras que seleccionan, editan, dan forma a los hechos–, ha conducido, en menos de una década, a la pérdida de libertad del ciudadano, que toma sus decisiones políticas basándose en premisas falsas, en engaños masivos, en datos adulterados. Pero lo que está ocurriendo va mucho más allá. Desde que la compró Elon Musk, la red social X se ha convertido en la más poderosa máquina de desinformación y propaganda que el mundo ha conocido, y ha sido puesta al servicio de una ideología de corte violento, racista, machista y cruel, que sólo ha encontrado en los últimos años un obstáculo de importancia, una fuente de resistencia a sus ambiciones disruptivas.

[…]

Pues el periodismo es mucho más que los medios que lo producen: es un fenómeno cultural, un lugar de la ciudadanía, un espacio de poder real o percibido, un espacio desde el cual plantar cara a los poderes percibidos o reales, y, sobre todo, un oficio: […]. Los periodistas, en su mejor versión, tienen códigos de comportamiento, una serie de convicciones poco prácticas y a veces francamente molestas –la transparencia, la responsabilidad, el rigor investigativo– en las cuales creen y según las cuales viven.

[…]

El periodismo ciudadano de Elon Musk, en cambio, es un espacio sin códigos, o donde el único código suele ser el del propio provecho: nada –ni la conciencia de mentir o calumniar, ni la posibilidad de hacer daño– representa un inconveniente para la persecución del propio interés o para la metódica destrucción de todas las normas, porque la inestabilidad y el caos son su hábitat natural. La forma de luchar contra los medios, decía Steve Bannon en 2018, es “inundar el terreno de mierda”. Musk lo ha hecho a su manera. Le interesa disolver la verdad comprobable, dinamitar la confianza entre los ciudadanos, destruir la noción de realidad común y sembrar la incertidumbre, y para eso ha mentido, ha calumniado, ha esparcido teorías de la conspiración, y la única resistencia significativa con que se ha topado ha sido la del periodismo profesional. Por eso lo quiere desprestigiar. Por eso lo quiere, incluso, desaparecer. Por eso quiere convencer a sus millones de usuarios, como a millones de marionetas, de que ellos son ahora el periodismo.


Hoy mismo, en su discurso de despedida, Joe Biden ha avisado: «Se está gestando una oligarquía sobre una concentración extrema de riqueza, poder e influencia«. De lo que no ha hablado es de por qué el no ha hecho nada al respecto para prevenirlo durante todo el tiempo que ha sido presidente de EE.UU.


España a la cabeza en la instalación de alarmas en viviendas – Los mercaderes del miedo

ISAAC ROSA – «Los mercaderes del miedo» (Tintalibre – diciembre 2024, págs. 22-25)

https://www.infolibre.es/tintalibre/mercaderes-miedo_1_1915632.html

En España hay instaladas 2.800.000 alarmas en viviendas porque un grupo de «asustaviejas» han decidido hacer negocio con el miedo que ellos mismos, con la colaboración de otros, han promovido.

España es el país de Europa con más alarmas de hogar instaladas. Repito, que no te veo muy asombrado: el país de Europa con más alarmas de hogar instaladas. No en términos relativos, alarmas por cada mil habitantes, sino en números totales. Y coincidirás conmigo en que España no es el país más poblado de Europa, ni de los que más viviendas unifamiliares tiene; y sobre todo no es el país con más criminalidad de Europa. Todo lo contrario: no se cuenta entre los países con más delitos, y si quitásemos de la estadística el crimen organizado y el narcotráfico, que tienen especial incidencia en España, resultaría que es uno de los países más seguros de Europa.
Espera, que hay más: somos el cuarto país del mundo en número de hogares con alarma, según las propias empresas del sector. Cuarto país del mundo, casi en el podio. Solo nos superan Estados Unidos, China y Japón, países para empezar mucho más poblados que España. ¿Somos el cuarto país más inseguro del mundo? Ni de lejos, todo lo contrario, estamos entre los de menos criminalidad. Y sin embargo, las empresas del sector insisten en que es un mercado con mucho recorrido: quedan muchas fachadas sin pegatina. Apuestan por duplicar los actuales tres millones de alarmas en una década. Tan notable es el negocio, que en los últimos años se han lanzado al mismo compañías de telefonía, bancos y aseguradoras, todos ofertando a sus clientes una alarma de hogar al contratar una línea, una hipoteca o un seguro.

[…] La narrativa publicitaria de estas compañías, omnipresente en radios y televisiones, y la narrativa pseudoperiodística de ciertos programas televisivos, [ha provocado un nuevo miedo: el miedo a los okupas]. […]

Sin embargo, una vez más los datos desmienten ese temor. Ni somos un país con incidencia importante de robos en hogares, ni mucho menos estamos entre los países europeos con más viviendas okupadas. Es más el número de okupaciones no crece al ritmo que lo hace su alarma (ni las alarmas). Es muy improbable que alguien okupe tu vivienda, pues en la mayoría de casos se trata de pisos vacíos de bancos y fondos. Pero además es totalmente imposible que okupen tu propia casa (mientras sales a comprar, dice la leyenda urbana circulante), pues sería un allanamiento de morada que implica la inmediata intervención policial, desalojo y castigo. Los conflictos más habituales en relación con la okupación tienen que ver con pisos vacíos (de bancos y fondos en su mayoría), y con inquilinos que no pueden seguir pagando o que tienen cualquier tipo de problema con los propietarios; casos para los que no valdría ninguna alarma de hogar. Ni siquiera la que detecta al intruso y lo envuelve en una niebla cegadora. No, esa tampoco.

[¿Cómo no voy a tener miedo si en la tele hablan de okupas a todas horas?]

[¿No vas a pagar una cuota que puedes asumir por proteger lo más valioso de tu vida que es tu hogar? Porque si te quitan tu casa te lo quitan todo, te dejan en la calle,… ¡Y sólo por una pequeña cuota mensual!]

Tenemos miedo, mucho miedo, hacia un miedo difuso

Así de simple: que tenemos miedo, mucho miedo. No a que entre un ladrón o un okupa, como tampoco a un mena o un inmigrante, protagonistas habituales de nuestros cuentos de miedo más recientemente, ni tampoco a los pobres, que siguen siendo las clases peligrosas de toda la vida. Eso son solo miedos derivados. Miedos fáciles, algo reconocible a lo que temer, de lo que protegernos, contra lo que comprar seguridad, lo mismo alarmas de hogar que programas políticos neofascistas. Nuestro miedo es mayor, de fondo, total, diríamos que cósmico. Una sensación difusa pero muy presente de vulnerabilidad. Incertidumbre. Estar a merced de no sabemos qué será lo próximo que nos ocurra.

[…]

La paradoja es que somos, objetivamente, la sociedad más segura de la historia. Al menos en este lado del planeta, en los países más desarrollados, contamos con medios, recursos, tecnología, ciencia, estructuras sociales y políticas, para protegernos de las principales amenazas que han atemorizado a la humanidad desde hace milenios, tanto amenazas de la naturaleza como de salud o por la violencia de otros. Pero la sociedad más segura de la historia se volvió adicta al miedo, obsesionada con la seguridad, asustadiza, fácilmente atemorizable, a merced de los mercaderes del miedo, vendan lo que vendan.

Y como tenemos miedo sin saber bien a qué, necesitamos dirigir nuestro miedo, encontrar un objeto para nuestras ansiedades. Poner rostro a nuestra inseguridad esencial, señalar una amenaza visible, y por tanto combatible. Nos vale lo mismo un inmigrante invasor que un terrorista o un okupa. O un presidente del gobierno “okupa, ilegítimo y cuasi dictatorial”, que hay miedos para todos los gustos y presupuestos. Lo importante es que sea algo reconocible, y de lo que podamos más o menos protegernos a un precio asequible. Contratando una alarma de hogar. Votando a tal o cual partido. Cediendo derechos y libertades a cambio de protección. Abrazando formas de seguridad que son pan para hoy y hambre para mañana, seguridad para hoy y más miedo para mañana, pues las respuestas defensivas-agresivas acaban generando más inseguridad, y la respuesta violenta a una amenaza siempre genera más violencia, más miedo.

[…]

[Como explica Zygmunt Bauman]: “El Estado, habiendo fundado su razón de ser y su pretensión de obediencia ciudadana en la promesa de proteger a sus súbditos frente a las amenazas a la existencia (de dichos súbditos), pero incapaz de seguir cumpliendo su promesa (…), se ve obligado a desplazar el énfasis de la protección desde los peligros para la seguridad social hacia los peligros para la seguridad personal”.

Esa falta de elementos de seguridad colectiva, sean comunitarios o estatales, nos condena a buscar soluciones individuales para problemas sociales. Es decir, sálvese quien pueda. Quien pueda pagarlo, se entiende. Quien pueda pagar, no una alarma de hogar, sino otras formas de seguridad material y existencial que no están al alcance de la mayoría. Y para el miedo que tenemos, el que traemos de años y el que nos añaden y multiplican los muchos creadores y propagadores de miedos, no hay alarma que valga. No hay pegatina que disuada. No hay refugio donde meterse. No hay aumento de plantillas policiales ni de presupuestos de defensa que nos vayan a quitar ese miedo. Son otras seguridades las que necesitamos, las que tenemos que buscar y reconstruir.

Circula hace años una frase que ya no sabemos ni quién dijo primero, pero que todos hemos repetido alguna vez para señalar la dimensión social de tantos problemas que creemos individuales, especialmente cuando hablamos de salud mental: “tú lo que necesitas no es un psicólogo, sino un sindicato”. Algo similar podríamos decir al hablar del miedo: tú no necesitas una alarma de hogar, sino un sindicato, o cualquier otra forma de defensa colectiva y organizada de tus derechos. Tú no necesitas más policía, sino un Estado social fuerte.

Eh ahí la moraleja: si votas a partidos que proponen desmantelar el Estado (como propone Milei o Trump), estás quedando totalmente desamparado porque los problemas sociales dejarán de serlo para convertirse en problemas personales y las soluciones pasarán por el aislamiento y la desintegración del grupo social que configura un Estado «sano».


El motor político del miedo

BERNAT CASTANY PRADO, «Mi mapa de miedos políticos Pedro y el lobo» – Tinta libre diciembre 2024 (pág. 12-17)

https://www.infolibre.es/tintalibre/mapa-miedos-politicos-pedro-lobo_1_1915837.html

«Lo que está claro es que el miedo, […] es una de las fuentes más duraderas, provechosas y sucias de la historia.»

como mostró Isaac Rosa en El país del miedo, cada clase social suele verse torturada por unos miedos específicos. Porque no pueden temer las mismas cosas aquellos que viven apremiados por necesidades económicas inmediatas, y aquellos cuyo bienestar les permite torturarse con otro tipo de amenazas, más tardías o difusas, cuando no directamente neuróticas. Tal y como apuntaba el lema que los chalecos amarillos enarbolaron durante sus protestas, desde octubre de 2018: “Vuestro fin del mundo, nuestro fin de mes.” De ahí que la extrema derecha, y la derecha extremada (esto es, la derecha que opta por entrar en competición y alianza con la extrema derecha, haciéndole de este modo el favor de naturalizar sus ideas), desarrolle un doble discurso, que busca excitar, a la vez, los miedos supervivenciales de las clases más desfavorecidas, y los miedos ideológicos de las clases pudientes.

[…]

También existen miedos diferentes según los países o las regiones. Sin duda, no experimentan los mismos tipos de miedo los habitantes de países en los que existen tasas de pobreza y de criminalidad realmente elevadas, como Sudán o México (a los que podríamos añadir los habitantes del cuarto mundo, que podemos hallar en Detroit o París), que aquellos que viven en países como Austria, Suiza o Dinamarca. Los primeros lo único que desean es sobrevivir como individuos, para lo cual están dispuestos a apoyar o a someterse a gobiernos tiránicos, o a arriesgar sus vidas para huir del peligro. Que es exactamente lo mismo que haríamos todos. Los segundos viven con el miedo de ser invadidos por los primeros, frente a lo cual también están dispuestos a apoyar o a someterse a aquellos partidos políticos que les prometen una seguridad cuyo precio ellos mismos aumentan hasta el delirio exagerando o inventando las amenazas reales. […]

Y, según nuestra tendencia ideológica, podemos llegar a distinguir entre miedos de derechas (como aquellos que despierta en algunos el avance, real o imaginario, del comunismo o la extrema izquierda, el olvido de la tradición o la disolución de los lazos sociales tradicionales) y miedos de izquierdas (como los que provoca el avance, hoy en día bastante real, del fascismo o la extrema derecha, la reimposición de los viejos lazos sociales, el aumento de la desprotección o la precariedad). […]

[Entre los miedos de derechas] la teoría del gran reemplazo, de Renaud Camus, es vista como un lento desembarco de un ejército musulmán, que busca reconquistar Europa.

«Si realmente deseamos evitar que los mercaderes del miedo hagan su agosto con nosotros»

[Recordemos que] existe una suerte de ley política en virtud de la cual, ante la falta de respuesta, uno acepta cualquier respuesta.

[…]

[Nos estamos jugando demasiado para abandonarnos porque] Como decía Montaigne, el miedo es el padre de la crueldad.

Debemos ser conscientes de la sofisticada estrategia que tanto la derecha como la extrema derecha están poniendo en marcha (seguramente no ha sido proyectada así, pero lo cierto es que les ha salido redonda): miedo y dinero.

Un discurso del miedo dirigido a un sentimiento básico que todos poseemos y ante el que muchos no son capaces de reaccionar, sobre todo si es suficientemente intenso. Y unos medios de comunicación y unas redes sociales dominadas económicamente por ellos que utilizan los algoritmos para dar la dosis de miedo personal para cada uno. Porque, como ocurre en el mundo de Orwell de 1984 hay que buscar, para cada uno, aquello que le da miedo; no vale cualquier tortura, es necesario la personalización del miedo: en el caso del protagonista es aquella jaula que atan a su cara y en la que dentro dejan suelta a una rata hambrienta.

Unamos a esto unos partidos que repiten el eslogan de la reducción del Estado y la bajada de los impuestos, un mecanismo sobradamente conocido para favorecer a los más ricos (los más pobres quedan totalmente desatendidos sin posibilidad de acceder a la educación superior de calidad que es la que permite entrar en el famoso «ascensor social». En otras palabras, los más ricos se reservan así de la competencia y ganan para ellos los puestos de responsabilidad, los de dirección de la sociedad y de las empresas así como la dirección política. La bajada de impuestos supones, asimismo, un aumento de las desigualdades, la creación de una sociedad más injusta y, por tanto una sociedad inestable en la que la pobreza lleva a la delincuencia y la delincuencia a fomentar el miedo que vuelve a ser la gran baza de una política que ya no habla de razones sino de sentimientos.

Me da miedo que las cosas cambien

Ortega y Gasset llamó «ontofobia» al sentimiento que surge en aquellos para los cuales la aceptación de la vida y de sus rasgos es inasumible. Son personas incapaces de aceptar el carácter cambiante, imperfecto y mezclado de la realidad (que nos enseñó Heráclito).

Pero quien quiera un mundo que no se mueva, que no se renueve, que no se mezcle y que no manche no tiene más que matarse, porque ese mundo es la nada. A los ontofóbicos les pasa como a los teólogos medievales, que la visión asqueada y aterrorizada del mundo material del nacimiento y la corrupción, les lleva a rechazar, e incluso a destruir, la vida. Pero, si en lugar de fijarnos en la corrupción y en lugar de intentar frenarla con nuestras murallas en el aire, nos fijásemos en el nacimiento quizás nuestra vivencia del proceso cambiaría un poco.

[…]


Se trata de ser capaces de seguirle el ritmo a la historia y en lugar de encerrarnos en la melancolía autodestructiva del que desea que los relojes se detengan, como sucede en las elegías, prefiere abrirse a ese valiente mundo nuevo que ha llegado para quedarse. Para lo cual quizás podemos sustituir las pasiones tristes del miedo, la melancolía y el odio, por las pasiones alegres de la curiosidad (“¿cómo demonios será el mundo que viene?”)

[…]


Quizás alguien con el estómago delicado, demasiado acostumbrado a la droga dura del privilegio o al dulce veneno del esencialismo, pueda sentir ante este tipo de visiones la bajona de la melancolía o el síndrome de abstinencia de la rabia. No sería la primera vez que una persona en proceso de desintoxicación ataca a los enfermeros, confundiéndolos con cucarachas o ratas gigantes, como en el cuento Los destiladores de naranjas, de Horacio Quiroga. Pero mejor una realidad modesta que una fantasía fastuosa o faustosa. Porque no se trata de vender al demonio de nuestros sueños el alma de nuestro ser real.
La muerte es la metralla de la vida, y quien no esté dispuesto a aceptarlo, debería llamar hoy mismo a Melancohólicos Anónimos.

[…]


De modo que, además de lidiar con los factores objetivos que intensifican y desarreglan el miedo, debemos esforzarnos por cambiar nuestra subjetividad con el objetivo de hacernos capaces de vivir poderosamente en un mundo peligroso, o de vivir peligrosamente en un mundo poderoso. No importa. Necesitamos el dato y el relato. Como reza una de las bóvedas de la Abadía de San Juan Evangelista en Parma: Feras si domes feras. Si domas las fieras, las soportarás. Nadie dijo que sería fácil. Basta con que sea estimulante.


Hay salida, y lo primero que hay que hacer es no callarse

En un momento de incertidumbre, debemos volver a recuperar el discurso ilustrado. Superemos la minoría de edad. ¡Atrévete a pensar por ti mismo!

Está claro que hay que crear un nuevo discurso desde la confianza y la familiaridad y no desde la superioridad intelectual y moral que tanto molesta; donde sólo se transmite desprecio y es lo que siente el que escucha.

El interlocutor se siente valorado en el nuevo discurso de la ultraderecha, se siente cómodo, acogido, no desbordado por cosas que no entiende o que se muestran como demasiado complejas, con demasiados matices o interrelaciones. Ahora se ve a sí mismo/a como poseedor/a de unos secretos que nadie conoce y que sus iguales, con los que forma comunidad, le transmiten a través del «guasá». Antes no podía hablar porque había que saber, argumentar, conocer y razonar; ahora sólo tiene que creer y cree ciegamente en lo que le revelan sus grupos de «guasá»: verdades que esos intelectuales que se las daban de listos les querían ocultar.

Hay que volver con otro talante a recuperar la racionalidad y el espíritu crítico. No se puede hablar al campo desde la ignorancia y supuesta superioridad de un «urbanita» muy familiarizado con lo suyo capaz de despreciar como bárbaro aquello que le lleva la comida a su mesa.

Algunos creen que hay que recuperar el sentido de clase y hacer entender a quien te escucha que él o ella no es igual que un rico. Y que sólo la unión en unos mismos intereses de clase pueden permitir mejorar sus condiciones de vida.

Más aún, hay que saber hablarles a esas personas que están aterradas ante la posibilidad de perder su empleo, su casa, de no poder llegar a fin de mes, ni de poder «tomarse una caña» (que es lo único que consideran que les queda). Porque todos los miedos están ahí y la reacción natural de protección es la que se está utilizando políticamente de manera muy eficaz para provocar un ¡estado de alarma! con una fuerte carga emocional. De modo que se están sustituyendo las razones por emociones.


Frente al discurso reaccionario hay que ser propositivo

Me parece que el único modo en que podría funcionar este mundo es bajo formas alternativas de propiedad.

ISAKI LACUESTA, TINTALIBRE, DICIEMBRE 2024, PÁG. 59

Vivimos en el capitalismo, su poder parece inevitable, pero antes también parecía inevitable el derecho divino de los reyes.

ursula k. le guin, citado por isaki lacuesta, ibid.

Jamás creí que dejara de ver a la gente fumar en lugares como bares, hospitales o centros de salud o de enseñanza. Parecía imposible. Y, sin embargo, se logró en un corto espacio de tiempo. Lo mismo puede ocurrir con el resto de problemas que nos han hecho creer que son imposibles o inabordables. La receta es simple, comencemos por algo fácil: ¡Hacer propuestas!

La capacidad social de imaginar futuros distintos ha sido sometida a una lobotomía tan eficaz (por parte de los discursos políticos, de los medios de comunicación, y también de las ficciones cinematográficas y televisivas que se ofrecen como modelos) que el resultado es estremecedor: cualquier barra de bar es hoy más reaccionaria que el FMI y el Banco Mundial. Lejos de la opinión pública, la principal discusión en estos foros ya no discurre sobre la conveniencia de implantar la renta mínima garantizada, que veremos en pocos años, sino sobre las cuestiones técnicas de su aplicación: ¿cómo llegar a todos los potenciales elegibles? ¿Cómo asegurar que sigan existiendo incentivos para buscar trabajo y trabajar? Entre los economistas, sobre todo entre aquellos que creen que la IA destruirá mucho empleo, la discusión importante trata sobre cuáles son las soluciones más adecuadas para mitigar los posibles impactos negativos en la participación laboral (non-take up).

ISAKI LACUESTA, TINTALIBRE, DICIEMBRE 2024, PÁG. 59

Migración y migrantes

Aunque los medios de la derecha y ultraderecha hayan convertido la migración en un problema fundamental, hasta el punto de aparecer como el primer problema para los españoles según las dos últimas encuestas del CIS, lo cierto es que cuando a esas mismas personas se les pregunta si les ha afectado personalmente en su vida cotidiana, responden que no.

La externalización del control migratorio en terceros países.

Es curioso cómo los partidos políticos y ciertos gobiernos han transmitido la imagen de la inmigración como un grifo que se puede abrir o cerrar a voluntad, cuando no es así. Si Europa ha reducido la llegada de inmigrantes y ha obligado a muchos de ellos a vivir situaciones escalofriantes en pateras, cayucos, atravesando desiertos a pié o esclavizados o explotados por las mafias, es porque ha dejado la labor represora a gobiernos sin escrúpulos que usan la violencia sin que nadie repare en ellos. Hablamos de la entrega de cientos de millones de euros a Libia, Túnez, Turquía, etc. etc. para que eviten la salida de migrantes hacia las costas de Grecia o de Italia. Del mismo modo, España abandonó al pueblo Saharaui a su suerte cuando vio que una simple llamada de la supuesta presencia de Mesi en Melilla y la apertura de las fronteras con España hizo que entrara un verdadero aluvión de personas, muchos menores no acompañado provocando un problema gravísimo que se resolvió con la devolución ilegal de los mismos a Marruecos. El país alahuí lo dejó bien claro, o se nos trata como queremos o provocamos una crisis migratoria en cuanto nos lo propongamos. Del mismo modo, se amenaza a España con dejar de realizar la «limpieza» de las zonas próximas a la verja de Ceuta que lleva a cabo la gendarmería marroquí -«sin demasiados miramientos»- para evitar los «saltos» y las entradas masivas que tantos muertos han producido (recordemos, por lo especialmente grave que fue, el intento de entrada masiva de 2022 en Melilla, con 100 muertos).

Y siguen muriendo personas

Aunque la principal vía de acceso de la inmigración en España sean los aeropuertos a los que llegan personas como turistas, con un permiso de tres meses y con un billete de vuelta pagado, lo cierto es que no podemos olvidar la vía canaria, ahora la más utilizada por pateras que se adentran en un camino tremendamente peligroso. Las noticias de naufragios y de cayucos con personas fallecidas o grupos de migrantes que son rescatados a la deriva, a muchos kilómetros de la costa, en embarcaciones habiendo arrojado al mar a quienes han ido falleciendo, eso ya nos nos sonroja ni nos produce la mínima empatía. Ya sólo son números por los que no sentimos nada: 50 fallecidos frente a la isla de El Hierro al volcar un cayuco cuando salvamento marítimo se acercaba a ellos; todos se agolparon en la misma borda, por la presencia del barco de salvamento.

Los conflictos internacionales, que algunos crean o mantienen frívolamente, son también foco de migración

La migración es, en la mayoría de los casos, una cuestión de fuerza mayor. Las personas no migran por gusto, de hecho, querrían seguir viviendo en su lugar de origen pero la situación económica o las guerras les empujan a abandonar su vida y a adentrarse en un futuro totalmente desconocido. Pensemos en las grandes migraciones provocadas por la guerra en Irak, Siria, Afganistán, Ucrania, o en el Sahel, Mali o Senegal o el conflicto eterno de la República del Congo.

Está claro que hay que colaborar en estos casos, pero mejor sería permitir a esos pueblos progresar y poner los medios para que estos conflictos no se desencadenen. Claro que, para eso, habría que controlar el interés (o codicia) desmedida de las grandes corporaciones y gobiernos que no dudan en desencadenar catástrofes sonrojantes simplemente para debilitar a un «enemigo».

La inmigración no es bien recibida en sociedades con altos niveles de desigualdad

Si dejamos que los sucesivos gobiernos privaticen los servicios públicos: la sanidad, la educación y el resto de servicios sociales, nos encontraremos con una sociedad cada vez más desigual. Entender que el proceso migratorio es inevitable (dadas las condiciones de los países de origen: violencia, pobreza, guerras, malas cosechas favorecidas por el «cambio climático», etc.; y la visión que los países desarrollados dan de sí mismos a través del cine o de las series) nos obliga a estar preparados, tanto desde el punto de vista organizativo como desde aspectos tan básicos como la vivienda accesible o los puestos de trabajo accesibles para los recién llegados.

Si, en cambio, lo que tenemos es amplias capas de pobreza entre una población que se encuentra desatendida y desprotegida, está claro que el fenómeno migratorio se entenderá como una amenaza y provocará un fuerte rechazo, pues implicará que entre más gente habrá que repartir el pastel (como señala Blanca Garcés en el «Conversatorio» de TintaLibre).

Pero lo cierto es que
Los migrantes no vienen a repartirse el pastel sino a hacer el pastel.

En consecuencia, las políticas de austeridad son contraproducentes, en la medida en la cual un mayor número de personas (migrantes o no) compiten por unos recursos cada vez más raquíticos. Es la lucha entre los pobres y los más pobres por las migajas de un sistema sin voluntad de ayudarles las que explican los brotes xenófobos y racistas violentos en distintas partes del mundo. Pues no hay nada más fácil que culpar a los más débiles de ser la causa de todos los problemas que una sociedad disruptiva produce.

Cuidado, ciudadanos pobres y a los que el estado no protege porque el causante de vuestros problemas no es un sistema caníbal, criminal, insolidario e injusto sino esas hordas de «aún más pobres» que vienen a quitaros aquello a lo que tendríais derecho de no estar ellos. Se vende así una solución mágica, y falsa, en la que acabar con los migrantes es la solución para todo: para encontrar trabajo, para recibir protección social,…; cuando realmente lo que habría que hacer es cambiar las reglas de un sistema claramente insolidario e injusto.

Se necesitan trabajadores

La población en España envejece a una velocidad enorme, ello supone la necesidad de nueva mano de obra que vaya sustituyendo a la que progresivamente se va jubilando, así como una mayor cantidad de trabajadores para los servicios de atención domiciliaria y de cuidados que son cada vez más demandados, y lo seguirán siendo en los próximos años porque estamos ante una sociedad envejecida. A esto añadamos las actividades deficitarias en trabajadores: hablamos de la agricultura, la ganadería, la construcción, el transporte de mercancías y el resto de actividades que implican un mayor esfuerzo físico y peores condiciones de trabajo. Puestos que son rechazados por los trabajadores nacionales y que cubre la mano de obra migrante.

Los sindicatos son contrarios a la inmigración

Los sindicatos, tradicionalmente, han sido contrarios a la inmigración porque suponen que los recién llegados son competidores desleales con aquellos que buscan trabajo, al estar dispuestos a hacerlo en peores condiciones y con salarios más bajos. Por ello, no ha sido posible contar con ellos cuando se han propuesto regularizaciones amplias de inmigrantes en situación irregular.

La última Iniciativa legislativa popular (ILP), que recabó 700.000 firmas (de las que 600.000 fueron finalmente validadas) para que el Congreso aprobara la regularización de quienes estuvieran viviendo en España de forma irregular durante dos años (y no tres, como está establecido ahora por ley) no fue apoyada por los sindicatos, y sólo al final, cuando ya estaba para ser votada, se declararon «no contrarios» a la iniciativa. De hecho, la recogida de firmas para esta ILP fue llevada a cabo por 900 organizaciones, entre las que destacó la formada por migrantes sin papeles que situaron mesas en las que solicitaban apoyo a esta iniciativa, exponiéndose a tener problemas con la policía por su situación irregular. Pero es que estos colectivos han empezado a organizarse y a tener visibilidad en la reivindicación de sus derechos.

(Lo mismo ha sucedido con otros colectivos como es el de las empleadas de hogar, las kelies o los afectados por las hipotecas o los alquileres).

Tengamos en cuenta que la regularización de estas personas tendría una repercusión económica muy notable, pues supondría el afloramiento de una importante cantidad de economía sumergida y de empleos que comenzarían a cotizar a la Seguridad Social y al resto de impuestos del trabajo.

Curiosamente, los empresarios -a diferencia de los sindicatos- sí son partidarios de la migración, aunque sólo en cuanto fuerza de trabajo dócil y barata. Y por ello es fundamental la labor de la Inspección de trabajo, y la puesta en marcha de mecanismos ágiles que permitan la denuncia de aquellos casos en los que se detecten condiciones de trabajo, o de contratación, abusivas.

Si no se permitiera que nadie trabajara en condiciones penosas y se penalizara este tipo de conductas así como el pago por debajo de convenio, los horarios abusivos o las condiciones de vida chabolistas, no habría tal competencia. Tampoco se podría acusar a los migrantes de tirar de las condiciones de trabajo y de los salarios hacia abajo.

A diferencia de los empresarios, los sectores más conservadores y nacionalistas son contrarios a la inmigración por cuestiones de identidad y culturales. Ya sabemos que la llegada de personas de otras culturas produce una mezcla que no es admisible para quienes consideran su cultura como una realidad monolítica, cargada de profundos valores y, sobre todo, «suya». Olvidan que toda cultura, incluida la suya, se forma y se ha formado a partir del contacto histórico con otras culturas, un mecanismo de evolución social que es inevitable. El aislamiento cultural con el que sueñan no es posible, pero les sirve para seguir viviendo en un imaginario glorioso que ellos identifican con un pasado idealizado que no existió.

El caso de España es singular

España, en cierta forma, es todavía una excepción en el contexto europeo por varias razones. […]. En primer lugar tenemos una frontera más o menos abierta, es decir, tenemos la frontera sur cerrada, pero una frontera atlántica de la que nunca hablamos, que es una frontera abierta y eso tiene muchas implicaciones en la llegada. La mayoría de los inmigrantes incluso en situación irregular en España han llegado a través de los aeropuerto, por lo tanto, han llegado sin necesidad de jugarse la vida por el camino. Segunda diferencia, el padrón. En España cualquier residente en un municipio tiene la obligación de inscribirse en el padrón y el municipio debería tener la obligación de inscribir a cualquier persona independientemente de su estatus legal. Y eso da derechos, básicamente Educación y Sanidad, que son fundamentales, cosa que en la mayoría de países europeos no existe, ni existe la posibilidad de plantearlo. Y la tercera excepción es el tema de la regularización y ahí entra también el arraigo. Tú vas a otro país europeo (lo hablo con mis compañeros académicos de otros países y no se lo creen), y no existe la posibilidad de regularización a no ser que sea vía reunificación familiar o por razones humanitarias muy extremas, y eso es fundamental, aunque no es un regalo porque primero han pagado tres años de irregularidad.

[En España se consigue la regularización al demostrar la residencia ininterrumpida durante tres años mediante documentos que permitan justificar dicha residencia: empadronamiento, visitas médicas, transferencias, billetes, facturas o cualquier otro documento personal; es necesario uno, al menos, por cada tres meses de dicho periodo de tres años de residencia].

Blanca Garcés en el «Conversatorio» de TintaLibre de noviembre de 2024, pág. 10.

Los datos en España: con los últimos datos del censo, y según ha hecho público el INE en este mes, la población extranjera, es decir sin nacionalidad española, supone un 13,4% del total. Ya somos 48,6 millones de habitantes en España. Con respecto a 2023, la población ha crecido en 534.000 personas, lo que supone un aumento del 1,1%. El incremento se ha debido fundamentalmente a la población extranjera cuyo número creció en algo más de 412.000 personas. En total, los habitantes de origen extranjero en España superan por primera vez los seis millones y medio de personas. 

Los datos del Banco de España señalan que, desde 2002, han entrado en España más de 10 millones de extranjeros, con un promedio aproximado de medio millón de entradas al año. En 2022, tras el descenso temporal de llegadas debido a la pandemia, en 2022 ingresaron 1,1 millones de migrantes. Estas cifras posicionan a España como uno de los países de nuestro entorno con mayor incidencia de inmigración extranjera. En cuanto al número de inmigrantes permanentes, España ocupa la cuarta posición mundial entre los países de destino (según datos de la OCDE), detrás de Estados Unidos, Alemania y Reino Unido. La percepción social distorsionada nos obliga a continuar con una adversativa: sin embargo, los datos de los estudios indican que los inmigrantes no perjudican el empleo de los nativos. Tampoco suelen tener necesidades mayores de atención médica intensiva y el aumento de la inmigración no ha venido asociado a un incremento de la criminalidad.
[…]
[Curiosamente los mayores adalides de la libertad son partidarios de la libre circulación de mercancías y capitales, pero no de personas] otorgando a las mercancías una capacidad de raciocinio abstracto y una tendencia natural al equilibrio bondadoso superiores al de las personas.

isaki lacuesta, apocalipsis portátiles – TintaLibre diciembre 2024, pág. 60.

Resumiendo: la inmigración es un fenómeno no controlable que nace de la necesidad, de la pobreza o la inseguridad y de la actitud insolidaria y de falta de respeto de unos países hacia otros. La actitud de los países receptores debe ser la de trabajar para mejorar las condiciones de vida en los países de origen y la de proporcionar los recursos necesarios, una vez producida la migración, para que ésta sea lo más organizada posible, promoviendo, dentro de sus propios países, entre sus ciudadanos, unas condiciones vida y de justicia social que permitan reducir las desigualdades.


¿Puede considerarse a Donald Trump un ejemplo de fascismo?

https://www.infolibre.es/mediapart/donald-trump-fascista_1_1890640.html

No exactamente, si nos fijamos en la definición clásica que arranca en el periodo de entreguerras, pues existen importantes diferencias entre lo que él propone y el fascismo original; de hecho, hay quienes proponen el uso del término neofascismo para referirse a este nuevo «pastiche» de la extrema derecha en el que se mezclan características del fascismo originario con otras propias del neoliberalismo más salvaje.

Según Nicolas Lebourg, la diferencia específica del fascismo podría recogerse en la siguiente definición: “Un partido-milicia que quiere construir un hombre nuevo mediante un Estado totalitario en el interior y una guerra imperialista en el exterior”.

Fabien Escalona en Mediapart «¿Donald Trump es un fascista?»

Así pues, aunque existe una hipermilitarización de la sociedad americana: nunca, en la historia reciente de EE.UU., ha habido una proporción tan grande de personas entrenadas con armas y dispuestas a utilizarlas (recordemos el asalto al Capitolio de enero de 2020), no podemos ver ese fascismo originario uniformador de la población basado en «valores heroicos o de sacrificio» y expansivo en lo internacional porque lo que Trump propone es un nacionalismo aislacionista en el que las importaciones sean gravadas con altas cargas para salvaguardar el trabajo y la producción nacional.

Son dos los hechos fundamentales que han inclinado, a ciertos autores, a tildar de fascista la actitud de Trump:

  1. La toma violenta del Congreso, promovida por él, para evitar la alternancia política como consecuencia de los resultados de las elecciones de 2020. De hecho, él rompió la tradición según la cual el nuevo presidente es recibido por el saliente para organizar una transición ordenada.
  2. La publicación, el año pasado, del «Proyecto 2025”. Un ideario de cientos de páginas editado por la Heritage Foundation (un think tank próximo al Partido Republicano) en el que se sueña con la puesta en marcha de manera imperiosa de una «contrarrevolución” para salvar a los Estados Unidos de sus enemigos, a los que identifica como todos aquellos opuestos a «la dominación blanca, cristiana y patriarcal». En este mismo informe se describe cómo dichos enemigos han ido colonizando de manera metódica todo el aparato del estado; de ahí la propuesta de Trump de contar con Elon Musk para una depuración completa de la administración, con el pretexto de hacerla más eficiente y más barata (es decir, reduciendo su poder y su tamaño). No olvidemos que Trump propuso, en campaña, eliminar aquellas agencias estatales que podían controlar su acción de gobierno. No podemos dudar, entonces que las intenciones del nuevo presidente de EE.UU. no son, precisamente, acordes con los principios de un estado de derecho en el que la separación de poderes permite la creación de unos imprescindibles mecanismo de control.
  • Está claro que Donald Trump es un peligro para la democracia que desprecia. Así se explica que nunca haya reconocido haber perdido las elecciones de 2020 frente a Joe Biden. De hecho, dice ahora abiertamente que no está dispuesto a reconocer otro resultado de las urnas que no sea el que le designe a él como vencedor. Llegando, incluso, a tener preparado todo un despliegue para denunciar las elecciones si no se da este resultado.
  • En uno de sus mítines en el que buscaba fortalecer el apoyo de los cristianos evangélicos dijo aquello de votadme a mí y será la última vez que tengáis que votar. Y bien que ha recibido su apoyo, por su decisión de eliminar el aborto en todos los casos, incluso en los más graves.
  • Asimismo, hablando con la comunidad judía les dijo: o soy presidente o dentro de muy poco no existirá el estado de Israel.
  • Yo acabaré en poco tiempo con la guerra de Ucrania. Aterrador: parece decir aquello de: «Dejadme a mí, que esto lo arreglo yo en dos minutos». Esto y cualquier otra cosa.
  • Se ve apoyado por los ultrarricos. La noche de las elecciones la ha pasado junto a Elon Musk. A todos ellos les ha prometido leyes antirregulación para sus negocios y también para las criptomonedas.
  • «el trumpismo es una especie de híbrido entre una lógica fascista y una cultura neoliberal de empresario fascinada por la celebridad y conchabada con una base evangélica ultrapuritana.» De hecho, sus mítines recuerdan a «los mítines fascistas [que] suelen adoptar la forma de exhibiciones de fuerza, masculinidad tóxica y crueldad cínica, con oponentes escarnecidos y dejados a merced de la multitud». (Jason Blakely)
  • Es, asimismo, un desprecio hacia las personas empáticas, deseosas de corregir las injusticias, legalistas, amigos de la igualdad, incapaces de tomar las armas para defenderse por sí mismos,… a los que consideran seres débiles y, por lo tanto, despreciables.

Como nos lo describe Juanlu Sánchez en su correo diario «Al día»:

Estados Unidos lanza un mensaje claro, por si nos queríamos hacer los tontos: no, no nos equivocamos eligiendo a Trump la primera vez. Os confirmamos que queremos a este delincuente condenado, mentiroso compulsivo, pollo sin cabeza de la política que desprecia el orden institucional. Queremos a un macho que frene todas esas ideas feministas, diversas, complejas, intelectuales, que están pervirtiendo nuestra nación y nos hacen sentir incómodos. Queremos a un empresario autoritario y absurdo, pero al que se le entiende cuando habla de trabajo y de fronteras. No nos importan sus insultos; es más, nos encanta que insulte. No nos importa que amague con golpes de Estado, es más, nos encanta ver cómo os saca de vuestras casillas. ¿Palestina? ¿Rusia? ¿Las relaciones con Europa? Que si quiere bolsa.

juanlu sánchez (el diario.es) «al día» 7/11/2024

El origen del éxito de esta nueva forma de política (peligrosa para la pervivencia de la democracia) tiene que ver con la desaparición progresiva de las clases medias. Se ha olvidado la recomendación de Aristóteles, según la cual, una sociedad se vuelve tremendamente inestable cuando las desigualdades son tales que concurre una minoría extremadamente rica y una mayoría extremadamente pobre. Como ocurrió con el fascismo originario, es esta clase resentida con su situación la que aúpa a una serie de iluminados de esos que dicen aquello de «¡déjame a mí, que esto lo arreglo yo!» sin, en ningún momento, explicar cómo lo va a hacer. Luego, cuando lo hacen, se ve que no es una buena idea, pero ya es demasiado tarde porque se han vuelto tan fuertes que es imposible acabar con ellos.

“el movimiento MAGA ha evolucionado de un movimiento populista de derechas a un movimiento fascista. Quiere derribar los legados del siglo XX, aboga por un nuevo apartheid, es anti-científico, se apoya en una masa de clases medias blancas desheredadas pero también en sectores del capital, y cuenta con grupos armados dispuestos al terror.”

Bill Fletcher

El fascismo es un ejemplo de antiintelectualismo

El fascismo fue antes una guerra cultural que política o militar:

“El fascismo, antes de convertirse en fuerza política, fue un fenómeno
cultural”, que “no hubiera sido posible sin la rebelión contra la Ilustración y la Revolución francesa que barrió Europa a fines del siglo XIX y principios del XX” [Zeev Sternhell, «El nacimiento de la ideología fascista»]. El fascismo se coció antes en la olla del Caso Dreyfus que en las trincheras de la Gran Guerra; fueron libelos antisemitas y antimasónicos antes que escuadrones de camisas negras; fue una guerra cultural antes que una política o militar.
[…]
[Es «El asalto a la razón» como tituló a su libro Georg Lukács]
Nosotros asistimos hoy a otra guerra cultural, a otro asalto a la razón, a otra proliferación de textos y discursos críticos con la Revolución francesa e incluso a la publicación, en España, de insólitas defensas del buen nombre de Fernando VII: Luis del Pino es el autor de un libro
de reciente publicación titulado Yo, el difamado: Fernando VII. Autobiografía apócrifa de un buen rey.

pablo batalla cueto, «¿Es fascismo la moderna ultraderecha? – revista público – marzo 2025, pág. 12

Como afirma Santiago Gerchunoff [citado por Pablo Batalla, ibid] «La historia no se repite, por más que pueda rimar» en rima asonante o consonante, de ahí que pueda tener poca utilidad llamar fascismo a algo distinto y menos como aviso alarmado a unas generaciones jóvenes que no saben lo que fue ni lo que supuso el difícil camino hacia la democracia y el estado de derecho.

La ultraderecha actual puede ser fascismo y que no sirva de nada
nombrarla de esta manera. La tragedia de los años treinta ya queda muy lejos y las alertas antifascistas funcionan mal en un momento en que —como escribe el politólogo Ángel de la Cruz en un artículo sobre la expansión de las ideas de derecha entre los jóvenes publicado en El Cuaderno— “la idea de democracia no evoca en el imaginario colectivo juvenil grandes epopeyas, ni tampoco el horror de las dictaduras nazifascistas. La democracia forma parte de nosotros, ya estaba ahí cuando nacimos, como un hermano mayor. Si además hoy no es sinónimo de prosperidad, el contraste con la amenaza reaccionaria pierde fuerza”

Ibid., pág. 13

El problema de la vivienda

La situación de la vivienda ha provocado manifestaciones, en diversas ciudades españolas, para reclamar políticas activas capaces de hacer realidad un derecho recogido en la Constitución. En su artículo 47 se dice: «Todos los españoles tienen derecho a disfrutar de una vivienda digna y adecuada. Los poderes públicos promoverán las condiciones necesarias y establecerán las normas pertinentes para hacer efectivo este derecho, regulando la utilización del suelo de acuerdo con el interés general para impedir la especulación.«

Así lo explica Juanlu Sánchez en su diario «Al día», un correo en el que analiza «Por dónde va el día»

En la calle

Con el aroma de las citas históricas, una generación de jóvenes hartos de los precios del alquiler y de no tener dinero para la entrada de una hipoteca y de caseros tiranos y de inmobiliarias piratas y de gente que acumula casas para especular y de fondos buitres y de hacer castings para entrar a vivir y de que les echen porque necesita el piso un sobrino llamado AirBnb y de correr con el dinero de la fianza para que no se les adelanten y de entregar las nóminas, el contrato y hasta información familiar y de gastar la mitad del sueldo en vivir en 50 metros y de compartir piso con 30 y de no poder pensar en hijos, ni en viajes, de tener que pedir dinero a la familia otra vez, de leer la Constitución y sentir rabia, esa generación se ha convocado en la calle.


Incapaces de actuar. Incapaces de transformar el mundo

Hoy están bombardeando Líbano. Ayer estaban masacrando Gaza. Anteayer seguían activas multitud de guerras enquistadas. Por cierto, hoy siguen buscando los cadáveres de las sesenta personas (no números; personas con nombres y apellidos) que ayer se ahogaron llegando a la isla de El Hierro, porque todos se pusieron en la misma borda cuando vieron llegar al barco de «Salvamento marítimo».

Hemos perdido la capacidad para actuar, para escandalizarnos y para reaccionar. Ya no sabemos cómo hacerlo. Todo nos viene demasiado grande. Nos han convencido de que lo que hagamos no sirve para nada, y nos hemos refugiado en el individualismo, o lo que es lo mismo, en la soledad.

Los partidos de izquierda y los movimientos sociales era los principales motores de transformación, de cambio pero tampoco ellos han sabido canalizar la acción humana: la acción política.

Aunque en la sociedad existan colectivos, centros sociales, movimientos vecinales, cooperativas o grupos más o menos organizados, lo cierto es que estos no tienen representación política. Parece que no hay proyecto ni necesidad de él, en cambio aparece

una demanda confusa, que no tiene claro qué pide y contra quién se dirige, que toma los camino más diversos, empezando por una furiosa retirada a la esfera privada. […] [Asistiendo así a] un profundo proceso de pasivización y despolitización, que en el mejor de los casos produce queja, recriminación por todo, fenómenos reactivos, porque es incapaz de generar una representación estable de un deseo de cambio. […] [La política pierde así su dimensión colectiva y convierte al grupo social en un conjunto de] Individuos cada uno en posesión de un pequeño trozo de verdad, deambulando como sonámbulos, complaciendo prezosamente los impulsos que les guían y rechazando cualquier compromiso serio.
[Por eso nace, o se recupera (según lo veamos) un sentido antidemocrático en auge, ligado a los partidos de extrema derecha, y basado en un sentido autoritario del poder como salvación. Un poder que reclama un líder autoritario (Meloni, Trump, Milei, Orban,…) que marque las directrices. Es, en el fondo, un] intento de aprovechar la oportunidad de desarticular definitivamente la posibilidad de que los oprimidos se organicen, y también de construir simbólicamente un nuevo comienzo.

Salvatore Prinzi, Tinta Libre – Elogio de la heterodoxia – «La izquierda española en el espejo de la italiana»

¡Ah no, espera, que tenemos las redes «sociales»!

«Vivimos obsesionados por compartirlo todo: ideas e imágenes, selfies y memes, proyectos sesudos y frivolidades, direcciones y destinos turísticos, la manicura y el bostezo, bacanales y recogimientos, guerras y abusos, denuncias políticas y proclamas contra gobiernos, odios, likes, millones de likes…»

Iván de la Nuez, Tinta Libre – Elogio de la heterodoxia – «El arte de copiar», pág. 30

Es paradójico que vivamos en la época con los medios y herramientas de comunicación más potentes de la historia y, sin embargo, con la mayor cantidad de personas solas que la humanidad jamás haya conocido.


Déjate de redes (¿sociales?)

(TintaLibre – Elogio a la heterodoxia – «Poder parar. Heterodoxia y redes», Remedios Zafra)

«la presión de las redes y de la época, la agitación de la intervención, el impulso de estar en todos los foros, de aceptar, de hacer, responder diciendo como si nos fuera la vida en ello. Por otra, pienso en las consecuencias emocionales, pero también físicas e incluso sociales que tiene engancharnos como la mayoría, dejarnos pensar por dedos y ojos, , más, así, seguir la inercia […] de un mundo que normaliza estas redes».

«Vivimos obsesionados por compartirlo todo: ideas e imágenes, selfies y memes, proyectos sesudos y frivolidades, direcciones y destinos turísticos, la manicura y el bostezo, bacanales y recogimientos, guerras y abusos, denuncias políticas y proclamas contra gobiernos, odios, likes, millones de likes…»

Iván de la nuez, tinta libre – elogio de la heterodoxia – «el arte de copiar», pág. 30

Hablamos de unas redes que no son sociales porque

«Son más bien multitud de solos conectados que siguen el rimo de los números más altos, de lo más visto, del más seguido, […]; estando cada uno en un lugar distinto, tecleando, haciendo cosas muy parecidas, más rápido para llegar al plazo, posteando lo último, posando con su mejor sonrisa, repartiendo corazones mientras mueven sus cabezas como los perros de plástico con cuello de alambre; [y así] suman tareas a sus trabajos por defecto y cuando no pueden soportar cargar con tantos síes a cuestas se medican para seguir haciendo lo mismo sin que se note su malestar.»

A veces es un continuo decir sí

«en un por miedo, un por agrado, o un por inercia, diría más bien, por adicción, por sentir una presión a que rechazar rompa un vínculo liviano pero importante allí donde conectados todo está sometido al escrutinio público. Entonces un es como no decir nada pues es lo normal, pero un no de pronto te visibiliza y corre el riesgo de proyectar una atención que no podemos soportar.»

Así los grupos se hacen homogéneos porque después de una lectura rápida y superficial -no hay tiempo para más en una mecánica que se hace enloquecida- digo constantemente ‘»sí a los míos» y «no a los otros»‘ sin posibilidad de diálogo, sin forma de romper una dinámica maniquea. Pero es que las redes ¿sociales? «no están pensadas para el vínculo social ni para una vida socialmente sana, están pensadas para que algunas personas ganen más dinero mientras la mayoría nos enganchamos». En ellas «el individualismo competitivo se naturaliza» convirtiendo en práctica interiorizada dos de los pilares del capitalismo más salvaje: el individualismo y la competencia. Despreciando así la importancia de lo que nos une socialmente, de lo colectivo, de la colaboración y de la solidaridad.

«Y considero que en las redes esto ocurre con la comunicación, que excedida se nos hace ruido y queda totalmente pervertida».

En ese escaparate en el que las personas se exponen al resto todo el tiempo ¿y si cambiáramos la inercia actual por «menos apariencia y más sentido»?

Se han aceptado acríticamente las redes sociales como un síntoma de progreso, como una consecuencia inevitable y supuestamente buena del nuevo tiempo, pero eso no es así, es necesaria una conciencia crítica de los usuarios que los devuelvan a su humanidad ilustrada.

Conectados, pero solos en lo social.

[…] necesitamos fortalecer lo comunitario con lazos de complicidad que tanto posibiliten un no a otro como aceptar un no de otro. No vendría mal practicar una suerte de noes amables, donde la amabilidad no sea entendida como complacencia sino como vehículo de empatía y escucha más pausada, quizá comprensión, con suerte, lazo colectivo.»


La Unión Europea – EUROPA

La entrada de España en la Comunidad Económica Europea, después Unión Europea, ha supuesto un paso decisivo en su transformación y modernización. Fueron los presupuesto europeos de los que fuimos beneficiarios, como receptores netos, los que permitieron una modernización no sólo económica sino también política, social y cultural de país.

Es nuestra condición de miembro del club europeo la que nos ha permitido:

  • La creación de una enorme cantidad de infraestructuras entre las que destacan las autovías y los kilómetros de alta velocidad. Son sobradamente conocidas las obras públicas financiadas por los fondos FEDER.
  • Los Fondos Sociales Europeos han permitido la puesta en marcha de planes de formación y de empleo para jóvenes y la financiación de enseñanza de la Formación profesional.
  • Los fondos Next Generation, nacidos como forma de solucionar los daños causados por la pandemia, los que financian la modernización de la administración pública, la informatización de las empresas, el desarrollo de los vehículos eléctricos o la economía social y circular. Todo ello a través de los PERTE (Proyectos estratégicos para la recuperación y transformación económica).
  • Desde el punto de vista social nos ha permitido disfrutar de la ciudadanía europea que nos permite la libre circulación por el espacio Schenguen sin necesidad de pasaporte o de visado. Asimismo, esta ciudadanía es la que nos permite vivir y trabajar en cualquier otro estado, así como la participación de los ciudadanos de otros países de la Unión que viven en España en la elecciones municipales de las ciudades o pueblos en los que residen. Es también la que nos permite tener una tarjeta sanitaria europea que nos garantiza recibir tratamiento médico en cualquier de los demás países de la Unión.
  • Esa libre circulación en la Unión está claro que a quienes más beneficia es a los mercados, a las empresas y a la libre circulación de capitales.
  • Pero también ha aportado ventajas como el programa «Erasmus» con el que muchos alumnos universitarios han podido completar sus estudios en universidades de otros países miembros, con el enriquecimiento personal que eso supone; sin olvidar su papel en la construcción de una identidad europea con la que sus ciudadanos se puedan sentir implicados. (Obviamente el alcance de un proyecto como éste es limitado, por cuanto afecta sólo a una minoría con los suficientes recursos para estudiar en la universidad y completar el importe de la beca con los gastos añadidos que supone vivir en otro país durante un curso académico.
  • Asimismo, la obligación que tiene España de transponer las directivas europeas a la legislación española ha permitido avances que, de otro modo, no hubieran sido posibles, por ejemplo en temas relacionados con las energías renovables (por la fuerza de las empresas eléctricas en nuestro país -recordemos el impuesto al sol de Rajoy-), relacionados con la seguridad alimentaria, con la producción ecológica, con la creación de ZBE (zonas de bajas emisiones) en las ciudades, con la protección de los consumidores, de los datos, con las normas medioambientales más estrictas, etc.
  • La existencia del Tribunal de Justicia de la UE ha sido otro pilar fundamental en el cambio de leyes en España y en la armonización de nuestro ordenamiento jurídico con el de nuestros socios. Pensemos en la Declaración de Independencia de Cataluña y cómo la influencia de los sistemas judiciales europeos ha obligado a eliminar el delito de sedición (sustituido por el de «desórdenes públicos agravados») y a redefinir el de malversación. Asimismo, ni Suiza ni Bélgica ni Irlanda han admitido las razones de las órdenes de detención internacionales cursadas por los tribunales españoles y puede que el tribunal europeo vuelva a sacar los colores a los tribunales españoles nuevamente.
  • La Unión Europea («Europa») es la excusa perfecta que necesita un gobierno para llevar a cabo medidas que no son populares o que encuentran un rechazo frontal por los grandes intereses económicos. Ya sabemos, lo hemos visto demasiadas veces: «es que nos lo impone Europa», y la discusión queda zanjada. De otro modo, jamás se habría conseguido de una forma tan rápida y con menos resistencias. Porque Europa se identifica, desde la integración de España en el club, con modernidad y progreso.
  • Aunque no es parte de la estructura de la Unión Europea, el Tribunal Europeo de Derechos Humanos es también una corte de prestigio y un nuevo garante en los casos de violaciones de derechos fundamentales. Sus sentencia son tenidas en cuenta por los gobiernos de la Unión.
  • Disponemos, pues, de todo un sistema de libertades y de garantías, alrededor del concepto de estado social de derecho que debe ser el objetivo y la aspiración última de la Unión Europea y de sus estados miembros. Ojalá se recupere pronto la agenda social europea que lleva demasiado tiempo parada.

Críticas:

  • No se ha conseguido avanzar en integración de los países de la Unión en una Federación de estados. La tentativa de una Constitución europea no fue aprobada. Tampoco se acepta demasiado bien la pérdida de soberanía que supone la cesión de poder a la Unión, aunque en procesos como la pandemia demostró su enorme utilidad para, por ejemplo, llevar a cabo una compra centralizada de vacunas.
  • Muchos añoran una Europa en la que se hubieran seguido las ideas fundadoras de esta comunidad de pueblos sin las desviaciones del neoliberalismo dominante.
  • En este sentido se observa un cambio radical en el modo de gestionar las crisis, si comparamos la de la pandemia con la provocada por los bancos en 2008 con las hipotecas basura (una crisis salvaje de la que ni se hicieron responsables ni pagaron por los enormes daños causados, asumidos por el conjunto de la población con abnegado masoquismo; mención aparte merece la actitud de Islandia qué sí exigió esa reparación: aquí seguimos esperando la devolución de lo gastado para salir de la bancarrota provocada). Hablamos de la troika, de los «hombres de negro», de la reforma exprés del artículo 135 de la Constitución española (esa que era tan difícil de modificar para introducir reformas necesarias con los años transcurridos desde su aprobación), del «austericidio» al que fue obligado el sur europeo y que países como Grecia pagó muy muy caro.
  • Pero es también una Unión que permite la existencia, en su seno, de grupos antieuropeístas que ahora están cogiendo fuerza en el Parlamento europeo tras las elecciones del 9 de junio. Hablamos de países como Hungría, ostentando actualmente la presidencia rotatoria de la Unión, que no ha sido expulsada del club europeo, simplemente, porque los fundadores de la Unión no tuvieron en cuenta la posibilidad de que algún país miembro -una vez alcanzado el nirvana de la convivencia europea sobre la base de los principios del estado de derecho, de la libertad y de la paz- pudiera plantearse retrocesos políticos y antidemocráticos hacia formas de autoritarismo que se consideraban felizmente superadas (¡qué deliciosa ingenuidad!).
  • La Unión Europea es, en algunos aspectos fundamentales, una fuente de contradicciones difíciles de armonizar. Es la misma Unión Europea la que se convierte en el mayor contribuyente mundial de ayuda humanitaria y, a la vez, es capaz de firmar un acuerdo en materia de política migratoria que supone un claro retroceso. Es la misma Unión la que aspira a cotas de integración cada vez mayores (con el horizonte, para algunos, de conformar una federación de estados), lo que marque su independencia militar y de política exterior, y la que ofrece un servil seguidismo a los EE.UU. Es la que lo mismo apoya a los palestinos que defiende sin condiciones a Israel en todo lo referente al genocidio de 2024.
  • Más aún, alguno de sus programas, como, por ejemplo, la PAC ha sido reinterpretado no como un recurso fundamental para la salvación del campo sino como una herramienta sofisticada para ir progresivamente desmantelando la producción agrícola de manera pacífica, sin choque social, a base de generosas subvenciones.
  • Falta control democrático sobre las decisiones del Banco Central Europeo.
  • Como decíamos arriba, el seguidismo servil hacia EE.UU. es lamentable.
  • La Unión ha funcionado más como un motor del liberalismo económico al servicio de las empresas y del capital que como un ente político cuyas decisiones sean plenamente democráticas.
  • No ha establecido mecanismos para expulsar a aquellos antieuropeístas que lo que pretenden es trabajar desde dentro por la destrucción de la Unión Europea, algo con lo que puede que sueñen las grandes potencias mundiales, aunque está a nuestro favor el ser un enorme mercado formado por países que han ido perdiendo peso económico poco a poco. Ahora la industria y la innovación ya no está en Europa.