Ser conspiranoico es algo grande, es el nuevo revolucionario que no acepta lo defendido por el «stablishmen». Lo común a todas estas tesis conspiranoicas es que hay un grupo organizado y oculto, de gente muy poderosa y malvada, que aspira al control mental de las personas; una élites a las que califican de satánicas, pederastas y progresistas (ideología «woke») que controla a ciertos partidos y a los medios de comunicación:

  • Los negacionistas de cambio climático. Los que creen que el clima está controlado por las élites políticas a su antojo e interés.
  • Los defensores de la tesis de «el gran reemplazo».
  • Los que creen en un complot puesto en marcha por grandes empresas tecnológicas para controlar nuestra mente. De ahí el rechazo, por ejemplo a la tecnología 5G o
  • Los antivacunas. Ya sabemos que nos inyectan un «chis» que nos controla.
  • Los que creen que nos están dominando con el uso de químicos que se vierten en el agua o rocían desde el cielo en estelas (los «chemtrails»); un engaño que nos venden como causada por el paso de los aviones.
  • Los negacionistas de la ciencia y de la medicina científica en favor de remedios alternativos que, a veces, llegan a costarles la vida.

Sandy Hook:

El 14 de diciembre de 2012 un joven de 20 años entró en el colegio Sandy Hook armado hasta los dientes con un rifle de asalto, dos pistolas y una escopeta. Comenzó a disparar matando a 20 niños entre los seis y siete años y a seis educadores. Lo que fue un trauma nacional, que abría la puerta al control de armas (que después no fructificó), dio lugar a un fenómeno inimaginable.

Lo que sí sucedió de inmediato, como nunca antes en la his-
toria de otras masacres, fue un movimiento entonces incipiente
y que pocos vieron venir en toda su crudeza. Unas pocas horas
después del asesinato de niños, la maquinaria de la mentira se
puso en marcha. Enseguida aparecieron mensajes denunciando
que se trataba de una falsa masacre entre los oyentes de Alex
Jones, el creador de la web Infowars. Jones se había hecho céle-
bre con una mezcla de arengas descabelladas sobre gobiernos
que ponen en el agua sustancias químicas que convierten las
ranas en homosexuales y provocan tormentas de manera arti-
ficial o venta de productos absurdos para protegerse de un ata-
que nuclear o de la disfunción eréctil.
Los seguidores de Jones y otros activistas estaban conven-
cidos de que los niños de Sandy Hook eran actores contrata-
dos, de que las fotos estaban trucadas y de que los padres en
realidad no habían sufrido esa tragedia. Los bulos se convirtie-
ron pronto en acciones concretas y los “investigadores”, algu-
nos de Jones y otros espontáneos, fueron a la escuela y a las
casas de los padres. Llamaron a sus puertas, llenaron sus bu-
zones de cartas y sus contestadores, de insultos. Amenazaron
de muerte a padres traumatizados por el asesinato de sus ni-
ños. Los persiguieron durante años aunque cambiaran de te-
léfono, de casa o de estado.

maría ramírez – Revista – las mentiras que amenazan a la democracia (eldiario.es)

La idea de este grupo era que el Gobierno de EE.UU. había puesto en marcha este tipo de escenificaciones para confiscar las armas a sus ciudadanos. El arranque de esta locura enlaza con la obligación de los lugares públicos y de los centros educativos de EE.UU. de realizar dos tipos de simulacros: uno de incendios, como sucede en España y otro de enclaustramiento, por la posibilidad de un ataque de un grupo armado. Para este tipo de simulacros han aparecido empresas que ofrecen la posibilidad de contratar a «actores de crisis» para caracterizarlos como víctimas y dotar así al simulacro de mayor realismo.

Las familias del atentado de Sandy Hook estuvieron litigando durante diez años y consiguieron que Alex Jones se retractara en parte de sus afirmaciones. Incluso pidieron el apoyo de Donald Trump, cuando llegó a la Casa Blanca: ni les contestó. La audiencia objetivo de Alex Jones son hombres blancos ultraconservadores o libertarios.

La gran apuesta política de Jones fue Donald Trump, que apro-
vechó el caldo de cultivo que ofrecía la extensa red de conspira-
noicos. Algunos de los activistas que acosaban a los padres de
Sandy Hook acabaron en el asalto al Capitolio en enero de 2021
para denunciar un imaginario fraude electoral, revertir el resul-
tado de las elecciones y, por el camino, “colgar” a Mike Pence,
entonces vicepresidente.

Trump, que era un invitado de honor en Infowars, seguía apo-
yando a Jones años después de su martirio contra los padres de
Sandy Hook. Ambos compartían y repetían bulos de todo tipo,
como que grupos de cientos o miles (según el día) de musulma-
nes en las calles de Nueva Jersey habían celebrado el atentado contra las torres gemelas el 11-S. En las primarias republicanas,
Trump se dejó entrevistar en busca de su apoyo para movilizar a
la base más propensa a creer en las mentiras de Jones y sus cons-
piraciones antisemitas, en las que también encuadraba a Hillary
Clinton. Al final de esa entrevista en 2015, Trump le dijo a Jones:
“Tu reputación es impresionante. No te decepcionaré”.

ibid

Los conspiranoicos son cuentas y activistas entregados a la difusión de falsedades que van variando su «foco de atención»: lo mismo te hablan de rayos láser enviados desde satélites para explicar una ola de incendios en California, que se postulan como antivacunas beligerantes o, cuando esto ya no tiene tirón, se centran en la invasión rusa y defienden que son «actores de crisis» los que aparecen en el ataque ruso a una maternidad. En suma, son individuos combativos instalados en la existencia de conspiraciones, convertidas en un fin en sí mismo, y alrededor de las cuales obtienen un sentido a sus vidas y una relevancia social que se traduce en la existencia de «seguidores» en las redes. Sumémosle a eso las webs que se presentan como medios informativos y que simplemente se dedican a dar cabida a todo este tipo de falsedades.

El «gran reemplazo»

La idea fundamental es que una élite globalista (que domina en la sombra) se ha propuesto favorecer la inmigración ilegal debilitando los controles fronterizos para llevar a cabo su aviesa intención de sustituir a los europeos o norteamericanos por grupos musulmanes o de razas no blancas a los que se les dota de privilegios, mientras se castiga con restricciones e impuestos a los nacionales que ven cómo aquéllos se apropian de las ayudas sociales y de los recursos del Estado.