En los últimos tiempos han comenzado a surgir medios que se presentan a sí mismos como «medios de comunicación» con una serie de características compartidas:
- Nacen de la escisión de medios clásicos de derechas.
- Promueven la difusión de bulos y mentiras; informaciones tergiversadas o directamente inventadas.
- Se financian de manera opaca.
- Suelen depender de gobiernos autonómicos o municipales que los inundan con regalías de dinero público que después devuelven siendo fieles comunicadores de sus bulos y de sus argumentarios.
- Desprecian las reglas básicas del periodismo. De hecho, no se caracterizan por su profesionalidad periodística cuando trasladan «informaciones» sin molestarse siquiera en contrastarlas.
- Carecen de infraestructura nacional o internacional. De hecho, se centran en ser altavoces de los intereses que los mantienen.
- Están centrados en provocar y amplificar la bronca política nacional.
- Y, sobre todo, mienten descaradamente sobre su importancia social al falsear sin rubor su audiencia.
El fraude flagrante de algunos digitales
https://www.infolibre.es/tintalibre/fraude-flagrante-digitales_1_1754973.html
Su impacto en la sociedad no es gigantesco pero su toxicidad es real y cotidiana.
[…]
Destacan los más asentados, como El Español, del antiguo director de El Mundo Pedro J. Ramírez, y OKdiario, del tertuliano y también ex de El Mundo Eduardo Inda. Pero hay muchos más, desde el The Objective de Álvaro Nieto (el redactor jefe más breve de la historia de El País) hasta El Debate (órgano de la Asociación Católica de Propagandistas que dirige Bieito Rubido, ex director de ABC), pasando por el VozPópuli de Jesús Cacho hasta llegar a panfletos (en el peor sentido de la palabra) como Libertad Digital o EDATV, los dos controlados por antiguos periodistas de El Mundo convertidos en activistas de ultraderecha. Todos compiten en nichos de mercado muy cercanos, a la derecha de diarios tradicionales como El Mundo o ABC.
¿Cuál es el impacto real de estos digitales? ¿Debemos encender las luces de alerta ante la propagación casi diaria de bulos y de informaciones tendenciosas y tergiversadas cuando no totalmente inventadas? ¿O son herramientas políticas sin impacto potente porque sus audiencias son raquíticas fuera de círculos, principalmente madrileños, de extrema derecha? ¿Cuánto pesan? ¿Son reales las audiencias que declaran?
idafe martín, tinta libre (infolibre), abril 2024, pág. 20
Cuesta creer que las audiencias que proclaman, con millones de «usuarios únicos» sean ciertas cuando se conoce que en sitios web como «Best Web Traffic» se pueden comprar 200.000 visitantes de la web que se les indique por algo más de mil dólares. Y por menos de 10.000 € se pueden comprar dos millones de «usuarios únicos» para cualquier web.
De hecho, nos venden que El Español (con 16,8 millones) supera en «usuarios únicos» a El País o la Vanguardia y que OKdiario (13,5 millones) tiene casi los mismos que ABC (13.1 millones). Algo que, como mínimo sorprende. Sobre todo si pensamos que los niveles de audiencia declarados por diarios gigantes como Le Monde o The Guardian está en los 22 millones de «usuarios únicos».
Por ello, se ha optado por comprobar estos datos mediante distintos sistemas alternativos de cotejamiento.
Uno consiste en medir el número de seguidores de estos medios en las principales redes sociales (X, Facebook, Instagram, Youtube, Linkedin y Tiktok), y aquí sí que parece que se establecen diferencias más reales: «El País tiene 20,5 millones, El Mundo 11,8, El Español 2,3, OKdiario 1,8, Libertad Digital 1,2, The Objective 0,45, EDATV 0,4, El Debate 0,35, La Gaceta 0,34 y Vozpópuli 0,33.» (Ibid, pág. 20)
Si El País tiene casi 8,8 millones de seguidores en la red social y presumía hace un año de 17,3 millones de “usuarios únicos”, ¿es creíble que El Debate, que lleva meses peleando para llegar a 55.000 seguidores en X, ¿alegue tener más de 12 millones de “usuarios únicos”? Si The Objective ronda los 157.000 seguidores en X, ¿tiene realmente 10 millones de “usuarios únicos”?
[…] [Otro indicador lo encontramos en YouTube]
Hace casi tres meses Álvaro Nieto, director de The Objective, subió un video de casi dos minutos en el que analizaba la foto de los enviados del PSOE a Bruselas para reunirse con el expresidente catalán Carles Puigdemont. Un tema que polariza, que genera audiencias y que su diario cubrió ampliamente. La cuenta en X de su digital lo posteó. Ese video no llegaba al cierre de esta pieza a las 550 visualizaciones. El último video de Pepa Bueno, directora de El País, analizando el resultado electoral del 23J, suma más de 153.000 visualizaciones. Pepa Bueno supera los 450.000 seguidores en X mientras Álvaro Nieto no llega a 20.000. Nieto es más activo que Bueno en la red. Él tuiteó su video. Ella no.
ibid, pág. 21
Otro recurso para comprobar la validez de los datos de audiencia que publican es la revisión de las encuestas realizas por el CIS que pregunta por el medio al que los entrevistados acuden para informarse: «una cuarta parte de los encuestados respondió El País mientras que algunos de esos medios no aparecieron ni entre el 0,1% de los encuestados» (Ibid, pág. 20). El Español, que si creyéramos los datos de Pedro J. Ramírez sería el diario en español más leído del planeta (superando a El País, al argentino Clarín con 700.000 suscriptores o al mejicano Reforma), sólo era elegido en la encuesta del CIS por el 1,2% de los encuestados.
Un tercer camino para comprobar la validez de las supuestas audiencias y del impacto de un medio consiste en medir la publicidad privada que reciben (lógicamente la institucional puede tener una intencionalidad política que la hace inútil para este objetivo). «Salvo excepciones por motivos espúreos, ninguna empresa privada pagaría publicidad en un medio si supiera que su anuncio llegaría a muy poca gente. Medios como los referidos The Objective o El Debate apenas tienen publicidad. Dando por sentado que no reniegan de publicar anuncios porque algunos sí consiguen, y teniendo en cuenta que cualquiera preferiría vender baratos sus espacios publicitarios que no venderlos, la única explicación a que no tengan más publicidad es que no consiguen captarla por mucho que tiren las tarifas. O las empresas saben que sus audiencias reales son mucho menores de las que anuncian o no quieren verse relacionadas con medios cargados de bulos y defensa de postulados muy conservadores o directamente de extrema derecha«. (Ibid, pág. 21)
En suma,
su interés por todo lo que no sea la bronca política nacional es escaso o nulo, sus secciones de Internacional o no existen o son un largo surtido de cables de agencias y de todos esos medios sólo El Debate tiene corresponsalía en Bruselas. Raro es el día en que no se les desmiente alguna información. Si bien es cierto que algunos de sus redactores y directivos pasan por tertulias de radio y televisión y eso les da visibilidad, es una anomalía que esas personas tengan más seguidores en X que sus medios, periódicos cuyo impacto real en la conversación política, social, cultural y económica es residual. Mucho ruido y pocas nueces.
ibid, pág. 21
La nueva ley de medios aprobada por el Parlamento europeo va a obligar a los «medios de comunicación» a que hagan público quién los financia y qué publicidad institucional y pública reciben. En este sentido, España se sitúan en le vagón de cola de este tipo de transparencia, algo que deberá cambiar cuando se trasponga a la ley nacional la aprobada por Europa.
Una posible solución al problema planteado consiste en el establecimiento de un sello de calidad, como sucede en Noruega, que otorga una Comisión independiente que vela por que los medios certificados cumplan con una serie de estándares vinculados con la responsabilidad, la veracidad de la información y con el compromiso de hacer pública la rectificación cuando se detecte un error en los datos ofrecidos. El trabajo de esa Comisión es tramitar las quejas recibidas y hacer públicas las denuncia de aquellos medios que incumplen su compromiso, algo que les puede llevar a perder su «sello de calidad».