Amazon surgió como una tienda de venta de libros «online». Pronto comenzó a vender otros artículos y, más tarde, abrió su plataforma a la venta de terceros de todo tipo de productos. Ahora es quien domina el mercado: en EE.UU el 40% de las ventas «online» se realizan en Amazon; en España el 68% de los que realizan compras en Internet utilizan esta plataforma.
La entrada de este nuevo tipo de comercio ha sido demoledora para el comercio tradicional, provocando el cierre de miles de pequeñas (o no tan pequeñas) tiendas que han perdido su base de negocio. Ahora es común recorrer las calles de las ciudades y ver cómo se suceden los carteles de alquiler (o venta) de locales comerciales vacíos de los que antes nadie se desprendía. Del mismo modo, los dependientes de pequeños negocios ha sido sustituidos por trabajadores de almacén y por una legión de repartidores a domicilio que viven el estrés de unos controles de tiempos y de productividad insoportables, bajo la mirada constante de una empresa que les obliga a rendir como máquinas. Porque, no nos engañemos, el objetivo de Amazon no es contratar trabajadores para la mejora de la vida social del entorno en el que se instalan, sino sustituir a todo el personal humano posible por máquinas que realicen su trabajo sin descansos, enfermedades, bajas o quejas.
después de dedicar su vida a perfeccionar el capitalismo –precio, consumo, distribución, productividad, crecimiento– ahora necesitara buscar una solución grandilocuente a los problemas que él mismo ha contribuido a crear, enfocando el resto de su tiempo en una huída hacia adelante (o mejor dicho, hacia arriba, hacia el espacio).
delia rodríguez, «Jeff bezos: la termita mecánica» – revista tintalibre, mayo 2025, pág. 21
La tienda de libros iniciada en un garaje y financiada con el dinero de sus padres, a quienes también hizo ricos, fue un éxito inmediato, y pronto añadió todo tipo de productos a su catálogo. Se benefició de la larga cola de internet, es decir, de la capacidad de los comercios electrónicos de dar salida a todos esos productos que no son ni los más vendidos ni de uso diario, pero que desearemos en algún momento. Amazon sobrevivió a la crisis de las punto com.
ibid., pág. 20
Llegaron la compra en un solo clic, que eliminaba fricciones en el comprador y facilitaba enormemente la venta; el marketplace, es decir, la posibilidad de que terceros usaran su plataforma para vender; Amazon Prime, una gran novedad en la distribución y la relación con el cliente. Creó Amazon Web Services, la división de alojamiento y computación en la nube que transformó el modo en el que trabajan los equipos técnicos y supuso en realidad otra gigantesca empresa hermana. Vinieron también el Kindle, con su servicio instantáneo y casi mágico de descarga de libros; su asistente de voz Alexa, inspirada por Star Trek; la productora Amazon Studios (que incluye Metro-Goldwyn-Mayer) y la distribuidora Amazon Prime Video; la plataforma de streaming Twitch; la compra de los supermercados Whole Foods, que permitió enviar productos frescos. La tienda de libros se transformó en un ecosistema completo.
Un sistema de vigilancia y de explotación de los trabajadores
como le dijo una vez el senador Bernie Sanders, después de que se supiera que una décima parte de sus trabajadores en Pennsylvania y Ohio recurrían a cupones de comida para subsistir: “En lugar de intentar explorar Marte o ir a la Luna, ¿qué tal si Jeff Bezos paga a sus trabajadores un salario digno?”.
ibid, pag. 20
La lista de críticas a Amazon es amplia y está bien documentada: apenas paga impuestos, pero aprovecha las infraestructuras públicas para su negocio; hace lo posible por impedir la sindicación de unos empleados exprimidos e hipervigilados que trabajan en condiciones extenuantes (fue famoso el caso de repartidores tan presionados que orinaban en botellas de plástico porque no podían perder un minuto); sus prácticas monopolísticas y su trato a terceros están en la mira de las autoridades europeas y estadounidenses; el impacto ecológico de sus envíos y sus centros de datos es descomunal. Por ejemplo, la ampliación de las tres instalaciones de la compañía en Aragón consumirá más energía que toda la comunidad autónoma, además de unas cantidades de agua ingentes. A cambio, promete 17.500 nuevos empleos.
Y también compró el Washington Post
Lo hizo en 2013 por 250 millones de dólares, y dejó que siguiera con su dinámica y su línea editorial hasta que decidió no oponerse a Donald Trump durante su segunda campaña electoral. En ese momento decidió que el periódico no apoyaría, como hasta ese momento, al candidatos demócrata y que se mantendría «al margen» defendiendo la libertad personal y la del mercado.
Algunos periodistas relevantes dejaron sus puestos como protesta. Unos 250.000 suscriptores ya habían cancelado sus suscripciones pocos meses antes en respuesta a la decisión del periódico de cancelar su apoyo a Kamala Harris, lo que se interpretó como una capitulación ante Trump. Asegurándose el control editorial de una de las grandes instituciones de la prensa, cuyo trabajo es supuestamente vigilar a los grandes poderosos como él, Bezos expresaba su puesta a disposición del régimen republicano, igual que hizo Elon Musk transformando X en la gran herramienta de propaganda del trumpismo, o Mark Zuckerberg eliminando cualquier rasgo de conciencia social en sus redes sociales. Quedaba claro que los magnates de la tecnología eran también los dueños de la información.
ibid, pág. 19
A este paso, si queremos vivir en un estado social y democrático de derecho, tendremos que hacerle caso a Musk y Bezos… nos tendremos que ir a la Luna.