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«Stablecoins» – monedas de casino que pueden cambiar la economía monetaria mundial

https://www.eldiario.es/tecnologia/son-stablecoins-criptomonedas-poderosos-capacidad-debilitar-bancos-centrales_1_12392409.html

Las «stablecoins» son monedas creadas para su uso dentro de determinados entornos como herramienta de intercambio o de compra-venta de bienes y servicios. Su valor viene determinado por la empresa gestionadora de dicho entorno como un valor fijo respecto a una moneda de curso legal, generalmente el dólar. Eso las separa del resto de criptomonedas (cuyo valor es variable), sin embargo, su gestión se realiza igual que con «bitcoin» (y el resto de criptomonedas) a través del sistema de «cadenas de bloques» (blockchain) que permite que los intercambios de moneda y las transacciones se almacenen de manera distribuida en múltiples servidores, impidiendo que dichos datos puedan ser robados, manipulados o destruidos.

En el fondo son «monedas de casino». Y lo son porque su mecanismo es idéntico al que se lleva a cabo con las fichas de los casinos: las compras al entrar al entorno (usando monedas de curso legal); las usas mientras estás en él para jugar o para pagar en el bar; y, luego, al salir, las vuelves a cambiar por moneda usual.

¿Quién está pensando en emitir este nuevo tipo de monedas y por qué pueden alterar el mercado monetario?

¿Quiénes son los interesados en este tipo de monedas, que muy pronto comenzarán a aparecer «como las setas»? Los interesados son grandes empresas tecnológicas: Meta, Amazon, Apple, Google, o cualquier otra con una comunidad muy amplia de usuarios que realizan compras o intercambios dentro de la plataforma. ¿Qué les reportaría? Fundamentalmente un mayor control sobre las transacciones, dentro de su entorno, que ahora no tienen. En primer lugar dejarían de depender de las dos grandes empresas que controlan los intercambios en las compras: Visa o Mastercard. En segundo, les permitiría abaratar costes (los que esas empresas les cobran) y agilizar las transacciones que ahora no dependerían sino de sus propios servidores y no de los de dichas empresas. Y tercero, y lo más importante, tendrían, de manera exclusiva, la información que ahora posee Mastercard o Visa sobre sus clientes y que podrían venderles a todos aquellos interesados en «perfilar» a (crear perfiles de) sus clientes. Es decir, todas aquellas empresas de publicidad o de venta (o de marketing político) que buscan evitar las campañas genéricas y optan por elegir a sus objetivos y darles a cada uno lo que más les puede dirigir hacia su producto (ya sea un tipo de vehículo o un partido político ante la proximidad de unas elecciones). Es decir, una publicidad completamente personalizada para dichos usuarios.

El problema para el sistema económico vendría por el peso que dichas monedas puedan llegar a tener dentro del conjunto del mercado monetario. Recordemos que el valor de una «stablecoin» es un valor garantizado por la empresa que emite dichas monedas y que, generalmente, se respaldan con bonos de deuda del gobierno de EE.UU. a largo plazo. Si el prestigio de esas monedas va en aumento y las comunidades que confían en ellas también, podrían llegar a saltar más allá del entorno para el que fueron creadas convirtiéndose en competidoras del dinero usual fuera del control de las autoridades monetarias de los países. En ese caso la gran empresa se convertiría en un entorno carente de regulación, de carácter supranacional, fuera del alcance de los Bancos Centrales.

Lo cierto es que la aparición de este tipo de monedas alterará el mundo económico reduciendo el peso de los Bancos Centrales que controlarían mucha menos masa monetaria, siendo sus decisiones menos relevantes para un entorno económico de «stablecoin» que se va a disparar. De hecho, el Banco Central Europeo está acelerando la puesta en marcha del «Euro digital», una moneda equivalente al Euro físico y que permitiría los intercambios comerciales de manera ágil, anónima y fiable sin depender de los grandes gigantes estadounidenses de las tarjetas de crédito. Lo mismo sucede, por ejemplo, con la idea de crear una moneda virtual por los países del grupo de los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica, a los que se han ido añadiendo otros nuevos) y a los que amenazó Donald Trump con consecuencias demoledoras si llevaban a cabo la iniciativa. Pues esta medida supondría que el comercio entre estos países dejaría de realizarse en dólares y se haría en dicha moneda, avalada por la economía de todos ellos.

En suma, el mercado monetario y el sistema económico mundial están a punto de cambiar para convertirse en algo muy distinto a lo que conocemos. Y lo hará muy rápido, y tendrá consecuencias políticas y geoestratégicas que aún no somos capaces de evaluar. La más importante puede ser la caída de los EE.UU., que sin el control y el peso del dólar entraría en una situación económica absolutamente insostenible con una deuda externa descontrolada. De ahí su rechazo furibundo a estrategias como las de los BRICS.


El fenómeno de las criptomonedas

Más allá de lo que supone el sistema blockchain como mecanismo simple y descentralizado que permite, en cualquier momento, determinar la autenticidad de un intercambio, sea del tipo que sea. Lo cierto es que de este nuevo sistema han surgido todo un conjunto de «criptomonedas», entre las que destaca «Bitcoin», que se han convertido en el modelo de un nuevo tipo de economía al margen de los estados y los controles de los Bancos centrales; unos nuevos modos de intercambios cargados de polémica y que algunos crean o potencian sin escrúpulos.

El infierno de las criptomonedas (Revista TintaLibre, abril 2025)

En el caso de España, el fenómeno de las criptomonedas es relevante como lo demuestra el hecho de que es «el cuarto país del mundo en número de cajeros de criptomonedas» (Ibid., pág. 35).

Con el fenómeno de las «criptomonedas» estamos hablando de:

1. Una economía especulativa (no productiva), de Casino, capaz de generar grandes beneficios o grandes pérdidas sobre la base de la credibilidad y valor que los usuarios otorgan a unos activos creados por alguien y que, de repente, tienen «valor» para ellos. Pero es igual a lo que ocurrió con los sellos (y con la crisis que se produjo en España con la quiebra de «Forum Filatélico»): mientras se cree en ellos, estos valores suben como la espuma y producen gigantescos beneficios, sobre todo a quienes los crean; pero, del mismo modo, en un momento determinado, alguien pone en duda ese valor y comienza a vender: el efecto contagio es tal que todo cae, con una velocidad vertiginosa, como en un gigantesco castillo de naipes. En algunos casos son, simplemente, fraudes del tipo de las pirámides Ponzi. Algunos ejemplos ilustrativos: hace unos días, fue detenido un grupo de individuos que crearon un mercado para la inversión en criptomonedas. Cuando los inversores quisieron recuperar su dinero descubrieron que de cada 1.000 € «invertidos» 700€ eran comisiones que cobraba la «empresa» y sólo 300 € eran realmente inversión en criptomonedas. Ahora, si recuperan algo, sólo podrán hacerlo de esa parte realmente invertida. Otro ejemplo: «Entre noviembre de 2021 y enero de 2022 […] Dogecoin (DOGE), impulsada por menciones de Elon Musk en X (antes Twitter), perdió más del 90% de su valor, desplomándose en menos de un año. PepeCoin generó más de 1.000 millones de dólares en transacciones en su primera semana antes de caer. También se produjeron estafas como la de SquidCoin, un criptomoneda inspirada en la serie «El juego del calamar», que alcanzó un valor de 2.861 dólares antes de llegar a cero » (Ibid., pág. 35). Tampoco debemos olvidar el caso de Javier Milei que siendo presidente promocionó, en su cuenta de «X», un «meme coin» llamado $Libra al que consideró valioso para reactivar la industria argentina. La citada «moneda» se descubrió, a los pocos días, que era una estafa, provocando importantes pérdidas de cerca de 100 millones de dólares entre quienes creyeron en ella y en las recomendaciones de su presidente. Del mismo modo, cuando Donald Trump fue elegido presidente de los Estados Unidos, tanto su mujer como sus hijos crearon, de la nada, «monedas» parecidas con las que han conseguido pingues beneficios (él también tiene la suya).

2. Una actividad al margen de los sistemas de control del Estado, de la supervisión financiera y fiscal de sus instituciones y de sus mecanismos de regulación (con los que se pretende proteger a los consumidores de fraudes y de quiebras sin responsables). Las criptomonedas se gestionan en mercados situados en países con baja fiscalidad con el fin de evitar el pago de impuestos en el país del comprador. Asimismo, su falta de regulación las convierten en una herramienta fundamental para el crimen organizado, el tráfico de drogas, armas o cualquier otra actividad delictiva.

En este orden de cosas las criptomonedas se presentan como un campo de libertad y rebeldía contra el Estado, al que desprecian. Como dijo Margaret Thacher: «La sociedad ¿quién esa persona?»

Odio, ira y rabia es lo que une a una comunidad que siente un absoluto desprecio hacia lo colectivo, buscando la creación de DAOs, es decir, de Organizaciones Autónomas Descentralizadas, sin la intervención de instituciones públicas, sin control estatal ni de las entidades financieras.

las criptomonedas se erigen como la única vía para acumular riqueza y alcanzar el éxito en un sistema guiado por el sálvese quien pueda. El cripto-bro se convierte así en una figura central de nuestro tiemplo: encarna al exaltación de la pulsión irracional y sádica a la que nos empujan las finanzas, ataca al Estado como garante de la soberanía popular, la autoridad política y los derechos ciudadanos. (Ibid., pág. 34)

[…]

En el plano ideológico o cultural se va asentando un cierto materialismo romántico que idealiza el papel de las finanzas y la tecnología como motores de progreso dentro de una civilización de mercado cada vez más compleja.» (Ibid., pág. 36)

En resumen, este enfoque supone básicamente: especulación; economía de casino; la disolución, en el imaginario colectivo, del concepto de sociedad; es convertirlo todo en objeto de mercado; desregulación; privatización; priorizar el beneficio monetario sobre otros valores o consideraciones, olvidando el bien común o el beneficio social; es individualismo a ultranza; es debilitar al Estado, cuando no un ataque directo al Estado; es eliminar la redistribución de la riqueza que supone una fiscalidad progresiva; es infantilización, superstición y pensamiento mágico.

3. Estamos ante la expresión de un individualismo sin medida de hombres «con cojones» (para soportar la volatilidad de estos activos) que forman comunidad al compartir una precariedad económica propia de su generación. Una precariedad que no les permite emanciparse, que los condenan a sueldos bajos, malas condiciones de trabajo y trabajos precarios con continuas rotaciones que les impiden crear un proyecto de vida, más aún cuando se ven esclavizados por unos alquileres abusivos y unas viviendas inasequibles.

el criptomundo: el hombre blanco, cis, y heterosexual, orgulloso de su dominio de conocimientos técnicos esotéricos sobre criptoactivos y de su supuesta independencia a la hora de ganar dinero basada en la asunción de riesgos en los mercados financieros. Estos valores son el pegamento de una camaradería masculina reforzada por una cultura de memes que no sólo construye identidad colectiva, sino que también afianza discursos misóginos y tradicionalistas. (Ibid., pág. 36)

Otros usos de las criptomonedas

Sin embargo, hay también otro uso diferente para las criptomonedas, como lo es la creación de comunidades ciudadanas de consumidores que las utilizan como herramienta de intercambio, dentro del grupo, donde se ofrecen mutuamente todo tipo de ayudas y servicios: pequeñas reparaciones, cuidados, compras en farmacias o supermercados, gestiones ante la administración o de cualquier otro tipo, trabajos en el hogar, cursos sobre tecnología, etc.

Ciertamente, la utopía digital que nos prometieron nunca llegó a ser esa aldea multicultural abierta al debate público. En su lugar, surgió un híbrido perverso entre fábrica y centro comercial, un espacio donde se difumina la línea entre trabajo y vida. (Ibid., pág. 34)

Dogcoin

Dogecoin fue creada en 2013 por los ingenieros Billy Markus y Jackson Palmer como una sátira de Bitcoin, casi una broma, hasta que Musk se fijó en ella. En diciembre de 2020 tuiteó “One word: Doge” y el valor de esta criptomoneda creció un 20%. En febrero de 2021 la describió como “la criptomoneda del pueblo”, y creció otro 40%. En diciembre de 2021 anunció que Tesla aceptaría Doge como método de pago, y el valor de la moneda creció otro 20%. Parece tan claro que hacía un uso interesado que, en junio de 2022, se presentó una demanda por 258.000 millones de dólares contra Musk acusándole de influir en el mercado de Dogecoin en beneficio propio.

genís roca, «la maldición de elon musk» – revista tintalibre, mayo 2025, pág. 12