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¿Puede considerarse a Donald Trump un ejemplo de fascismo?

https://www.infolibre.es/mediapart/donald-trump-fascista_1_1890640.html

No exactamente, si nos fijamos en la definición clásica que arranca en el periodo de entreguerras, pues existen importantes diferencias entre lo que él propone y el fascismo original; de hecho, hay quienes proponen el uso del término neofascismo para referirse a este nuevo «pastiche» de la extrema derecha en el que se mezclan características del fascismo originario con otras propias del neoliberalismo más salvaje.

Según Nicolas Lebourg, la diferencia específica del fascismo podría recogerse en la siguiente definición: “Un partido-milicia que quiere construir un hombre nuevo mediante un Estado totalitario en el interior y una guerra imperialista en el exterior”.

Fabien Escalona en Mediapart «¿Donald Trump es un fascista?»

Así pues, aunque existe una hipermilitarización de la sociedad americana: nunca, en la historia reciente de EE.UU., ha habido una proporción tan grande de personas entrenadas con armas y dispuestas a utilizarlas (recordemos el asalto al Capitolio de enero de 2020), no podemos ver ese fascismo originario uniformador de la población basado en «valores heroicos o de sacrificio» y expansivo en lo internacional porque lo que Trump propone es un nacionalismo aislacionista en el que las importaciones sean gravadas con altas cargas para salvaguardar el trabajo y la producción nacional.

Son dos los hechos fundamentales que han inclinado, a ciertos autores, a tildar de fascista la actitud de Trump:

  1. La toma violenta del Congreso, promovida por él, para evitar la alternancia política como consecuencia de los resultados de las elecciones de 2020. De hecho, él rompió la tradición según la cual el nuevo presidente es recibido por el saliente para organizar una transición ordenada.
  2. La publicación, el año pasado, del «Proyecto 2025”. Un ideario de cientos de páginas editado por la Heritage Foundation (un think tank próximo al Partido Republicano) en el que se sueña con la puesta en marcha de manera imperiosa de una «contrarrevolución” para salvar a los Estados Unidos de sus enemigos, a los que identifica como todos aquellos opuestos a «la dominación blanca, cristiana y patriarcal». En este mismo informe se describe cómo dichos enemigos han ido colonizando de manera metódica todo el aparato del estado; de ahí la propuesta de Trump de contar con Elon Musk para una depuración completa de la administración, con el pretexto de hacerla más eficiente y más barata (es decir, reduciendo su poder y su tamaño). No olvidemos que Trump propuso, en campaña, eliminar aquellas agencias estatales que podían controlar su acción de gobierno. No podemos dudar, entonces que las intenciones del nuevo presidente de EE.UU. no son, precisamente, acordes con los principios de un estado de derecho en el que la separación de poderes permite la creación de unos imprescindibles mecanismo de control.
  • Está claro que Donald Trump es un peligro para la democracia que desprecia. Así se explica que nunca haya reconocido haber perdido las elecciones de 2020 frente a Joe Biden. De hecho, dice ahora abiertamente que no está dispuesto a reconocer otro resultado de las urnas que no sea el que le designe a él como vencedor. Llegando, incluso, a tener preparado todo un despliegue para denunciar las elecciones si no se da este resultado.
  • En uno de sus mítines en el que buscaba fortalecer el apoyo de los cristianos evangélicos dijo aquello de votadme a mí y será la última vez que tengáis que votar. Y bien que ha recibido su apoyo, por su decisión de eliminar el aborto en todos los casos, incluso en los más graves.
  • Asimismo, hablando con la comunidad judía les dijo: o soy presidente o dentro de muy poco no existirá el estado de Israel.
  • Yo acabaré en poco tiempo con la guerra de Ucrania. Aterrador: parece decir aquello de: «Dejadme a mí, que esto lo arreglo yo en dos minutos». Esto y cualquier otra cosa.
  • Se ve apoyado por los ultrarricos. La noche de las elecciones la ha pasado junto a Elon Musk. A todos ellos les ha prometido leyes antirregulación para sus negocios y también para las criptomonedas.
  • «el trumpismo es una especie de híbrido entre una lógica fascista y una cultura neoliberal de empresario fascinada por la celebridad y conchabada con una base evangélica ultrapuritana.» De hecho, sus mítines recuerdan a «los mítines fascistas [que] suelen adoptar la forma de exhibiciones de fuerza, masculinidad tóxica y crueldad cínica, con oponentes escarnecidos y dejados a merced de la multitud». (Jason Blakely)
  • Es, asimismo, un desprecio hacia las personas empáticas, deseosas de corregir las injusticias, legalistas, amigos de la igualdad, incapaces de tomar las armas para defenderse por sí mismos,… a los que consideran seres débiles y, por lo tanto, despreciables.

Como nos lo describe Juanlu Sánchez en su correo diario «Al día»:

Estados Unidos lanza un mensaje claro, por si nos queríamos hacer los tontos: no, no nos equivocamos eligiendo a Trump la primera vez. Os confirmamos que queremos a este delincuente condenado, mentiroso compulsivo, pollo sin cabeza de la política que desprecia el orden institucional. Queremos a un macho que frene todas esas ideas feministas, diversas, complejas, intelectuales, que están pervirtiendo nuestra nación y nos hacen sentir incómodos. Queremos a un empresario autoritario y absurdo, pero al que se le entiende cuando habla de trabajo y de fronteras. No nos importan sus insultos; es más, nos encanta que insulte. No nos importa que amague con golpes de Estado, es más, nos encanta ver cómo os saca de vuestras casillas. ¿Palestina? ¿Rusia? ¿Las relaciones con Europa? Que si quiere bolsa.

juanlu sánchez (el diario.es) «al día» 7/11/2024

El origen del éxito de esta nueva forma de política (peligrosa para la pervivencia de la democracia) tiene que ver con la desaparición progresiva de las clases medias. Se ha olvidado la recomendación de Aristóteles, según la cual, una sociedad se vuelve tremendamente inestable cuando las desigualdades son tales que concurre una minoría extremadamente rica y una mayoría extremadamente pobre. Como ocurrió con el fascismo originario, es esta clase resentida con su situación la que aúpa a una serie de iluminados de esos que dicen aquello de «¡déjame a mí, que esto lo arreglo yo!» sin, en ningún momento, explicar cómo lo va a hacer. Luego, cuando lo hacen, se ve que no es una buena idea, pero ya es demasiado tarde porque se han vuelto tan fuertes que es imposible acabar con ellos.

“el movimiento MAGA ha evolucionado de un movimiento populista de derechas a un movimiento fascista. Quiere derribar los legados del siglo XX, aboga por un nuevo apartheid, es anti-científico, se apoya en una masa de clases medias blancas desheredadas pero también en sectores del capital, y cuenta con grupos armados dispuestos al terror.”

Bill Fletcher


El papel de la atención – los problemas de una sociedad sin capacidad de atención

“El autoritarismo atrae a las personas incapaces de concentrarse” […]

“No creo que sea casual que esta crisis de atención sea coetánea a la peor crisis de la democracia desde la década de 1930. Las personas que no son capaces de concentrarse son más proclives a sentirse atraídas por soluciones autoritarias, simplistas. Y es menos probable que se percaten de que no funcionan”. En el auge de la extrema derecha. “No es la única causa, pero sí un factor muy importante”.

“Facebook, TikTok, Instagram y Twitter ganan dinero de dos maneras: la publicidad y el tiempo que nos mantenemos haciendo scroll. Todo lo que hacemos en ellas es analizado por una inteligencia artificial que busca descubrir cómo somos. Tienen toneladas de información que utilizan para averiguar qué va a hacer que duremos más dentro de las aplicaciones”, […] “se ha descubierto que las personas prestan más atención a publicaciones que les enfadan o entristecen, en vez de a las que les hacen sentir bien. Forma parte de la naturaleza humana, pero al combinarlo con algoritmos que buscan enganchar más tiempo, el resultado es terrible”.

“Seguimos dietas que producen constantes picos y desplomes de energía”, “contienen de manera activa elementos químicos que parecen actuar en nuestros cerebros casi como drogas”. “La comida ha experimentado una profunda degeneración. A mediados del siglo XX se pasó rápidamente de la fresca a la precocinada y procesada”, la “exposición a la contaminación y a los productos químicos industriales”, “perjudican seriamente a la capacidad de concentración”.

«El aumento de los diagnósticos del trastorno de déficit de atención e hiperactividad (TDAH), que en Estados Unidos subieron un 43% entre 2003 y 2011 en la población infantil (provocan que). En la actualidad, el 13% de los adolescentes del país cuentan con la misma valoración y, como consecuencia, “se les administran medicamentos que son potentes estimulantes”. “Sabemos que esta tendencia ha coincidido con otros grandes cambios en el modo de vida infantil. Ahora se les deja correr mucho menos. Se alimentan con una dieta muy distinta”,

Johann Hari, «El valor de la atención. Por qué nos la robaron y cómo recuperarla»

https://www.eldiario.es/cultura/libros/relacion-crisis-atencion-fascismo-autoritarismo-atrae-personas-incapaces-concentrarse_1_9857641.html

«La sociedad que cultiva el fascismo»

Rosa María Artal – 22 de abril de 2022

https://www.eldiario.es/opinion/zona-critica/sociedad-cultiva-fascismo_129_8934899.html

Ahí anda Europa, conteniendo la respiración por si Francia se convierte el domingo en una república neofascista (evitemos eufemismos como el de ultraderecha). La suerte está echada y nuestros vecinos del norte no van a atender recomendaciones. Unos votarán por convicción, algunos -se dirán- al mal menor, pero otra gran parte de la sociedad lo hará, lo hace, por la rabia o el show dejándose en casa todo razonamiento. […] que ya muchos no distinguen si eso tiene que ver con la democracia y si les importa la democracia.

Hoy es un día, otro día cualquiera, para reflexionar. Esta sociedad del primer cuarto del siglo XXI ha cambiado mucho. Se ha dejado adiestrar y comer el terreno como ninguna otra. Ha sido, sin duda, a través de la desinformación y la deseducación. Ofreciendo mundos felices tal cual el de Aldous Huxley. Con verdades distorsionadas y restando, en la indolencia, capacidades de respuesta. […]

Pero venimos de la pandemia y, antes, del crack del capitalismo en 2008 al que reaccionaron mejor que nunca descargando costes sobre los ciudadanos. Y seguía latente el peso de la miseria y la injusticia repartidas por el mundo, que cuenta aunque se quiera tapar. Y la codicia que nunca descansa.

La sociedad de consumidores tenía todo hasta estragarse pero nunca saciarse porque esa fiebre siempre pide más por definición. Y hasta el peso de quienes querían serlo. De quienes producen sin disfrutarlo. De los orillados incluso de lo mínimo. La sobreabundancia de unos lo tapa todo. Hemos probado ya ciertas carencias en el desabastecimiento. El de la pandemia y el de la explotación. Y hay descontento y disgusto. Emociones. […]. Son algunos trazos que nos han traído a un hoy donde millones de personas sienten y no reflexionan. Y son quienes terminan condicionando la marcha de la colectividad.

[…] Casi no se puede invertir el tiempo preciso en ver y asimilar. Las pantallas partidas mostrando a un tiempo varias situaciones. Los decorados hasta de los informativos con una presencia más poderosa del decorado que del presentador. El titular basta en lugar de todo el texto a menudo –ya sé que no para ustedes, que han llegado hasta aquí- y el tuit es la medida de las ideas. […]

El asunto se complica cuando, cuanta más inteligencia racional se pierde, más crece la artificial -tan de moda- […] Ya es posible cambiar y crear imágenes que parece reales sin serlo. Con tal exactitud y brillantez que pueden pasar por ciertas. Abre posibilidades infinitas de aplicaciones a la creación.  Pero, si muchas personas se comen los bulos como buñuelos de una fuente, estas imágenes en un mal uso pueden causar graves equivocaciones. […] Da vértigo.

[…] Una sociedad a la que las mentiras le entren por los ojos disfrazadas de verdad es por completo vulnerable. Pero ya ocurre, toscamente, en las falsedades burdas que cuelan en seres amaestrados en esa simplicidad, en emociones solas en las que predomina la rabia. […]

Ahí confluye la ignorancia, la rabia, la simplicidad, los bulos destructores malamente camuflados, trampas y delitos flagrantes, la manipulación informativa, la rendición de las víctimas, la insolidaridad de los beneficiados, la escala de valores en el vertedero, egoísmo, incapacidad, clasismo, ineptitud, necedad, todo lo que conduce a ser y votar fascismo. En España ya infecta varias comunidades y estamentos, a ver qué hacen los franceses. […] En fin, con usar la cabeza valdría.

Fascismo

El fascismo es una forma de totalitarismo que se desarrolla en Europa en el periodo entre guerras.
Su objetivo es situarse al margen del liberalismo de las potencias vencedoras de la Primera Guerra Mundial y el Comunismo emergente. Ente sus características destaca:

  • Su exacerbado nacionalismo, surgido del resultado de la gran guerra. Un nacionalismo agresivo y victimista (como todos) que define al Estado como unidad suprema.
  • Una ideología militarista que desprecia la paz y que cree en la necesaria lucha contra el enemigo que se encuentra dentro del propio estado, formado por todos aquellos que son considerados como “decadentes” o un “peligro social”: opositores políticos, delincuentes, homosexuales, discapacitados, razas inferiores, enfermos,…
  • Su militarismo cree en el orden y en el valor del castigo, así como en la necesaria disciplina de las masas que se traduce a todos los órdenes de la vida. La juventud se convierte en un elemento esencial que se organiza también militarmente.
  • Su ideal de felicidad desprecia los valores burgueses de las sociedades democráticas por considerarlos signos de debilidad: comodidad, paz, bienestar,… hace a los individuos débiles. La vida debe ser, sin embargo, abnegación, sacrificio, disciplina, control de los deseos y las pasiones, siguiendo el modelo militarista.
  • Frente al individualismo de las sociedades democráticas, el fascismo reivindica al grupo y a la capacidad para deberse y sacrificarse por él. El individuo carece de valor y de derechos por sí mismo, en cuanto no puede entenderse al margen del grupo al que pertenece y en el que encuentra sentido a sí mismo y a su vida.
  • Es la intransigencia severa frente a la molicie de la tolerancia democrática. Intransigencia que lleva a la eliminación de la disidencia política y a la creación de un único partido como expresión de los elevados ideales que se defienden.
  • El fascismo cree en la existencia de un “destino histórico” reservado para quienes forman parte de la nación, un destino para el que no se puede escatimar ni esfuerzo ni sacrificios, incluidos la muerte y el recurso “necesario e inevitable” a la violencia.
  • El fascista se siente en posesión de la verdad absoluta y de valores trascendentes que le legitiman a hacer cuanto sea necesario para llevarlos a la realidad.
  • Una unidad moral que implica “pureza”, no sólo ideológica sino también biológica.
  • Desprecio hacia las élites intelectuales que son apartadas o perseguidas como simples delincuentes. Una severa censura y un sistema de propaganda especialmente fuerte y cuidado que traslade machaconamente los grandes principios ideológicos totalitarios y las consignas básicas que todo “buen ciudadano” debe conocer e interiorizar, aunque sea a fuerza de tediosa repetición (“una mentira repetida cien veces se convierte en una verdad” decía la propaganda nazi).
  • En este sentido la educación, la movilización de las juventudes (organizadas en asociaciones que reproducen la estructura y disciplina militar) y el control de los medios de comunicación resultan fundamentales.
  • Desde el punto de vista económico el fascismo aspira a la autarquía.
  • Asimismo defiende un imperialismo voraz que sueña con revivir las viejas glorias de los Imperios históricos y que cree en la legitimidad del colonialismo.

Los 11 principios de la propaganda de Joseph Goebbels y los nazis

  1. Principio de simplificación: reduce la complejidad de los distintos enemigos a uno sólo. De este modo se consigue evitar la dispersión y centrar la batalla contra un antagonista único que puede ser un concepto ambiguo cargado de connotaciones negativas. El ejemplo más próximo lo tenemos en la «Guerra contra el mal» de la que habló George W. Bush tras el 11s y con el que justificó todo tipo de barbarie, incluidas las detenciones ilegales (Guantánamo, aún sin cerrar, con personas detenidas arbitrariamente sin derecho a juicio) o la invasión y destrucción de países soberanos. Recordemos que la premisa de la que partimos es que estamos hablando para un público simple que no gusta de análisis complejos, por lo tanto, hay que buscar la uniformidad en el enemigo: no hay diversidad, ni discrepancia, ni matices entre ellos, porque todos son iguales y responden a un único estereotipo.
  2. Principio de contagio: siguiendo con lo anterior, se atribuye una serie de características compartidas a todos aquellos que son «nuestro enemigo»; una serie de rasgos humillantes y negativos que permitan su ridiculización: «son salvajes», «ignorantes»; «seres sin conciencia»; «bárbaros que entran en los hospitales y desconectan las incubadoras» (Irak/hija del embajador ante la comisión de la ONU); «demonios que degüellan a niños al entrar en Israel» (Gaza/ataque de Hamas de 2023),…
  3. Principio de proyección: esta estrategia consiste en el típico «y tú más» o «todos son iguales». En el momento en el que se descubre una debilidad propia hay que atribuírsela también al enemigo en la misma medida o incluso más; es decir, minimizándola en uno mismo y exagerándola en los demás. Es la reacción típica que encontramos, por ejemplo, cada vez que se descubre corrupción dentro de un partido político o en una organización. Con esta actitud lo que se persigue es generar una distracción que vuelva a dirigir ese mal comportamiento de nuevo en los demás, en el otro, al que se le podrá seguir odiando.
  4. Principio de exageración: cualquier comportamiento del enemigo, por pequeño que sea, debe ser exagerado para que parezca un suceso mucho más grave de lo que es. Todo lo que hace el enemigo es una amenaza.
  5. Principio de vulgarización: los mensajes que se comunican deben adaptarse a quienes van dirigidos, por lo tanto, lo deben estar a los menos inteligentes de todos ellos. Es necesario huir de la complejidad y de los matices, pues se busca un mensaje tan «simple» que cualquier ser humano pueda llegar a comprenderlo. Se deben confeccionar mensajes dirigidos a las masas, pues como «masa» los seres humanos son más fáciles de manipular que como individuos aislados; y olvidan más rápido.
  6. Principio de la orquestación: los mensajes deben repetirse de forma continua usando distintos enfoques pero insistiendo en el mismo concepto. La simplicidad del mensaje hará más difícil que, durante esta repetición insistente, se pueda incurrir en contradicciones. Es necesaria la repetición porque incrementa la credibilidad del mensaje y su presencia en la mente del auditorio. «Una mentira repetida mil veces, se convierte en una verdad», decía Joseph Goebbels.
  7. Principio de renovación: aunque el contenido sea siempre el mismo es necesario modificar la forma y el ritmo en el que se ofrece la información. Una de las estrategias que se tiene contra el oponente es generar tal cantidad de acusaciones, con tanta velocidad, que no tenga tiempo a reaccionar. El objetivo es abrumarlo, pues mientras intenta demostrar que una acusación es falsa o sin fundamento, se encuentra que la actualidad ya no habla de eso sino de una nueva acusación con la que su oponente se encuentra regodeando en este momento. (Ver «Ametralladora de falacias o «Gish Galloper»»)
  8. Principio de la verosimilitud: si la misma información aparece en varios medios, está claro que gana en credibilidad; de ahí la importancia del control de todos los medios en los sistemas totalitarios. Asimismo, dicho control permite introducir mentiras dentro de una noticia cierta para que sean asumidas por la población; o la elección intencionada de qué decir y destacar y qué omitir en una información (algo que harán coordinadamente todos los medios).
  9. Principio de silenciación: relacionado con el principio anterior, el control de los medios permite sesgar la información evitando la divulgación de noticias contrarias a los intereses dominantes: ocultando las negativas propias y las positivas del enemigo o eligiendo el momento en el que se hace pública cada información, según interese.
  10. Principio de la transfusión: consiste en hacer uso de mitos, tradiciones o hechos históricos (más o menos manipulados) para fundamentar las creencias propias que no comparte el enemigo, cuyos comportamientos son claramente definidos como contrarios a «nuestras tradiciones» y al legado de nuestros antepasados. Al hacer uso de estos factores populares el mensaje se hace más próximo a las clases populares implicándolo con la estabilidad y seguridad que proporciona la tradición, lo que siempre ha sido así. (En nuestro ejemplo, los toros, la caza, el campo, la bandera, el Imperio español, la Reconquista,… Dios)
  11. Principio de la unanimidad: consiste en hacer creer que las ideas propias son «universales», es decir, compartidas por todo el grupo. Ese consenso muchas veces no es tal, pero qué importa; lo decisivo es que se crea así, favoreciendo un sentimiento de participación y de comunidad que resulta tan acogedor. Un sentimiento que persuade a una mayoría a la que se le supone incapaz de dirigir sus propias vidas y para quienes es indispensable que alguien les diga qué hacer, pensar o sentir en cada momento pues desconfían de su propio criterio para dirigir sus vidas.

La democracia, en cambio

La democracia no comparte la visión aristotélica de la sociedad, según la cual, la mayoría de la sociedad está constituida por esclavos por naturaleza, es decir, personas sin la suficiente capacidad racional natural para saber lo que les conviene en cada momento y, por lo tanto, para dirigir sus propias vidas. Frente a ellos, una minoría social estaría formada por hombres libres por naturaleza, capaces de saber lo que conviene y, por tanto, en quienes habría que delegar el gobierno y las decisiones políticas. La diferencia está en que en un sistema democrático la creencia en la igualdad natural del ser humano lleva a la universalización de la educación. Es la creencia en la posibilidad de formar una comunidad, mayoritariamente preparada, constituida por ciudadanos libres, conscientes y críticos, capaces de decidir, con su voto, lo que conviene a la sociedad, en su conjunto. Una sociedad de la que se sentirían parte y, por tanto, cuidarían pues son todos ellos ciudadanos de pleno derecho.

El fascismo que se avecina

«El día que sean mayoría los ignorantes y reaccionarios entre los que portan, orgullosos, la bandera de nuestro país, ese día, será el momento de hacer las maletas y largarse muy lejos»

Tom Sharpe
  • Se consideran patriotas y defensores de la ley.
  • Se combina con creencias mágicas y religiosas. Su dios -casualmente, el único verdadero- está de su parte.
  • Se han visto favorecidos por la cobardía, los fracasos y el oportunismo de la derecha convencional. Siempre han sentido que podían recuperar los votantes que les habían arrebatado y, de ese modo, han creado una delgada línea que dificulta distinguirlos.
  • Racistas. Supremacistas.
  • Venden una idea maniquea. El falso dilema: «o estás conmigo o estás contra mí» y eres mi enemigo al que hay que eliminar.
  • La novedad, ahora, es la de convertirse en grupos «antisistema».
  • Se consideran una mayoría silenciosa y victimizada. Su discurso es amplificado por toda una red de medios, una formidable infraestructura (con grandes fondos económicos) que potencia y extiende sus ideas. Incluida la no menos importante infraestructura de la religión evangélica en EE.UU. o en Brasil.
  • Venden la idea de que los nacionales blancos son personas peor tratadas que las minorías pobres, musulmanas o inmigrantes. Y eso cala en la opinión pública. Nace la idea de la «ansiedad económica» de los «abandonados por el sistema» que se generaliza a la totalidad de los nacionales del país.
  • Una vez envalentonados; una vez en las calles con armas; una vez que se dedican a amenazar impunemente a quienes alzan la voz contra ellos ¿quién se enfrentará a ellos? Sabiendo que hablamos de personas capaces de atrocidades, que se sienten amenazadas e iluminadas (los auténticos; los que verdaderamente saben lo que sucede y el modo de solucionarlo).

El problema es que estas ideas, en lugar de verse marginadas, cada vez se normalizan más. Encuentran eco en los medios de comunicación que, por un equivocado principio de imparcialidad, creen que no deben actuar y las propagan y explican como si fueran ideas totalmente inocentes.

«Cuando los pacíficos pierden toda esperanza, los violentos encuentran motivo para disparar.»

harold wilson

La nueva ultraderecha

HAY INDIGNACIÓN – EL TOTALITARISMO PROGRE

La ultraderecha se ha puesto a competir con la izquierda para capitalizar este grado de indignación contra el sistema. Mientras la izquierda identifica el Sistema con el Capitalismo salvaje globalizado, la derecha lo asimila al «Capitalismo woke» que identifica con la existencia de una élite progresista que se ha hecho con el control de las instituciones nacionales y globales para atacar a la gente común en cuya defensa aparecen como sus paladines.

Para las extremas derechas es el nuevo “capitalismo ‘woke’” (un término muy utilizado en Estados Unidos, sobre todo en relación con las luchas por la justicia racial y social): una élite progresista que se habría hecho con el control de las instituciones globales y nacionales, y que desde allí se dedica a hacer la guerra a la gente común. Cualquier tópico, desde las demandas feministas hasta la discusión sobre si comer o no chuletones, puede ser subsumido en la nueva realidad del totalitarismo progre, en el relato del acoso a los de abajo. Una suerte de nueva ‘matrix’ frente a la cual las extremas derechas ofrecen la “píldora roja” que permite acceder a la realidad oculta por el nuevo pero más sutil, y por ello más eficaz, ‘1984’.

PABLO STEFANONI – rEVISTA ELDIARO.ES – LAS MENTIRAS QUE AMENAZAN A LA DEMOCRACIA

¿QUIÉNES SON LOS AUTÉNTICOS PRIVILEGIADOS? – LA CUESTIÓN ES CONVERTIR A LOS POBRES EN PRIVILEGIADOS

«Una élite globalista europea es cómplice de la inmigración ilegal; las imágenes de inmigrantes que se arriesgan y ahogan en el Mediterráneo mutan en “privilegiados” que traspasan las porosas fronteras expresamente liberalizadas mientras aumenta la represión estatal contra la gente común en el marco de las restricciones de la
pandemia. Lo mismo ocurrió con el cartel de Vox que comparaba
lo que el Estado supuestamente gastaba en los menas con la
miseria de las pensiones de nuestros mayores.

La disputa por quiénes son los privilegiados es una cuestión central. Y remite directamente al creciente rechazo a los impuestos. Los privilegiados pueden ser, según los contextos, pobres que cobran subsidios estatales frente a pequeños empresarios esquilmados por los gastos; y los oprimidos, hombres víctimas de la nueva inquisición feminista hipercancelatoria.

La filósofa ruso-estadounidense Ayn Rand escribió a mediados del siglo pasado que los empresarios eran la verdadera minoría oprimida en Estados Unidos; quienes de verdad necesitaban de una organización de defensa de sus derechos civiles, en medio del acoso que se erigía sobre ellos por parte de la mediocridad circundante y del Estado.

La misma izquierda, que no ha sido ajena a sus propios procesos de hipsterización, es presentada como parte de los privilegiados frente a quienes se pasan el día currando y no pueden pagar la luz. El caldo de cultivo es evidente: la precariedad de la vida social.

ibid

EL ESTADO ES EL ENEMIGO

Está formado por gente mediocre, conformando una institución parasitaria de privilegiados que maltratan a los nuevos oprimidos: pequeños empresarios, autónomos y trabajadores.

Hablamos, en el fondo, de un grupo de parásitos que viven de los sueldos pagados por todos, con contratos de por vida que les permiten vivir sin miedo y, si quieren, sin trabajar, porque nadie los va a echar. Un grupo privilegiado frente a los ciudadanos de a pié que tienen que buscarse su sustento, día a día, y ocupados en dictar alegremente nuevas normas y requisitos que hacen, cada vez, más difícil su trabajo diario al que añaden, cuando se les ocurre, nuevos impuestos o subidas a los que ya existen. -> UN PAÍS DE RESENTIDOS, a los que la ultraderecha les dice escuchar y trabajar para ellos señalando a su enemigo: los inmigrantes y los partidos de siempre.

LOS «PROGRES» HABLAN DE GILIPOLLECES

«heteropatriarcado», «diversidad de género», «interseccionalidad», «lenguaje inclusivo», «veganismo», «animalismo», «cambio climático»,… es decir, el nuevo «marxismo cultural» que nos quieren imponer.

Las empresas, los medios de comunicación, las productoras de cine (las series y películas) y los partidos políticos que se quieren pasar por «modernos» se suman a esta tendencia forzándolo todo para presentar una artificiosa diversidad «políticamente correcta». La jerga «progre» se ha convertido en «Sistema» y la ultraderecha nacionalista y conservadora en los nuevos «antisistema» (con la buena prensa e imagen que ha tenido eso de «ir contra el sistema» y contra lo establecido).

El resultado es una decadencia del Estado democrático y una falta absoluta de discurso para combatirlo en el que nadie sabe cómo hacerlo. El futuro se ha vuelto distópico o, simplemente, ha sido cancelado. El propio progresismo añora el pasado: la vieja clase obrera, el viejo mundo supuestamente más descifrable. NO HAY PROYECTO.