¿De dónde vienen estos «lodos»?
Es difícil saber cuándo empezó a formarse la ola que ahora moja nuestros pies y ha llenado de fango la cocina. El viento y las corrientes la moldean en alta mar y ella, testaruda e incierta, se abre paso ya por gran parte de Europa.
jairo vargas – revista público – «la izquierda ante una nueva época», pág. 3
Polonia, Hungría, Italia y Finlandia ya cuentan con la extrema derecha en sus gobiernos con el apoyo de otras fuerzas política o en solitario. En Francia, Grecia, Portugal o España su avance es más que notable. ¿Dónde están las cocinas de «alta mar»? Esos lugares en los que se perfilan estrategias y técnicas cada vez más depuradas, sofisticadas y precisas ¿Cómo no nos hemos dado cuenta de algo que ahora parece imparable? Una pérdida de los social y de lo común frente a un individualismo sin sentido. Un retroceso en el reconocimiento del Estado de derecho y de la diversidad y tolerancia como elementos básicos de cualquier estado moderno.
“El miedo que genera la derecha radical no es tanto el de perder unas elecciones en democracia, sino el de perder la democracia en unas elecciones”
jorge tamames, ibid, pág, 36
“Los problemas políticos y económicos actuales resultan cada vez más incomprensibles para el ciudadano medio: globalización, desindustrialización, crisis climática, migratoria y energética que amenazan modos de vida”. […]
Ante estos problemas, resume, la única propuesta de la ultraderecha es negarlos, y para millones de votantes parece la solución más cómoda. Solo hay que oponerse a todo, destruir consensos, incluso los científicos. Ridiculizarlos bajo la etiqueta de “progre”. Fabricar un enemigo, o varios, siempre lejanos, siempre de otra pasta. Edulcorar un supuesto pasado mejor, regresar a valores culturales tradicionales y poner la nación por encima de sus propios habitantes. Ha sido la receta de la extrema derecha, desde Donald Trump en EEUU a Jair Bolsonaro en Brasil, pasando por el triunfo del brexit en Reino Unido.
nere basabe, ibid. pág. 3-4
La izquierda, que simplifica menos y trata de analizar las fuerzas en concurso, no es capaz de proporcionar un enemigo tangible. La derecha acusa a los inmigrantes, a las feministas y al lobby homosexual. Eso es fácil de entender. Frente al desconcierto semántico, insiste en llamar “las cosas por su nombre”: hombre es hombre, mujer es mujer, España es España. Frente a esas respuestas sencillas y ancestrales todo es ideología: ideología de género, ideología de los derechos humanos”, apunta Alba Rico.
alba rico, ibid. pág. 4
La ola reaccionaria avanza sin que haya razones objetivas. La economía crece tras una dura pandemia, el desempleo marca mínimos históricos, la inflación está entre las más bajas de Europa, igual que el precio de la energía. Frente a los recortes sociales de la anterior crisis, de la que bebió el primer auge ultra en Europa, la respuesta a esta ha sido más gasto público. “El problema es que la derecha y la ultraderecha están siendo capaces de imponer sus marcos. Si hay un problema de acceso a la vivienda, ellos hablan de okupas; si faltan servicios públicos, ellos culpan a los migrantes. No quieren hablar de política o de economía, se centran más en la emoción que en la gestión. Es un rasgo propio del populismo”.
nere basabe, ibid. pág. 5
El punto de inflexión se produce en España con la irrupción de Podemos y de su fuerza, capaz de entrar en un gobierno, aunque después lo fuera de coalición y con menos fuerza de la prevista al principio. Aquí nació una confabulación de los poderes del Estado que vieron peligrar sus privilegios, poniendo en marcha a los medios de comunicación y a las «cloacas del Estado» para acabar con ellos, creando una polarización política y social que atraviesa España, y el consiguiente debilitamiento de una izquierda cada vez menos movilizada.
Pero las olas siempre son efímeras. Tarde o temprano se acaban retirando. Quizás el riesgo de esta mar picada no es tanto la fuerza o la altura del manto de agua revuelta. Lo preocupante es el sedimento, el poso de fango que deje en la orilla y los muebles que no se salven del salitre y la humedad.
jairo vargas – revista público – «la izquierda ante una nueva época», pág. 5
La crisis del neoliberalismo
El capitalismo vuelve a estar en crisis. Lo está en esa forma política que es el neoliberalismo. Y, como en ocasiones anteriores, se pone a prueba, de nuevo, sus asombrosa capacidad de adaptación.
Las recetas neoliberales comenzaron a aplicarse en los años 70: una furiosa apelación anti-Estado y pro-mercado, con propuestas de privatizaciones masivas, bajadas de impuestos y desregulación en todos los ámbitos, incluido el laboral. Estas propuestas asumidas por la derecha y ultra derecha actuales se han demostrado contraproducentes y han demostrado que realmente «no es que quieran reducir el Estado, pues lo que pretenden es que sirva solo a los intereses de los agentes que dominan el mercado.» (Marga Ferré, Copresidenta de Transform Europe, Ibid, pág. 32)
Sus propuestas de austeridad draconiana nacen de un análisis ridículo. Las reglas fiscales del límite del 3% de déficit público fue una ocurrencia de Guy Abeille, asesor de Mitterrand, al que ese número le pareció una bonita cifra sin ningún tipo de análisis: “Esta cifra del 3% la imaginamos en menos de una hora, nació en la esquina de la mesa, sin ninguna reflexión teórica”. Así lo confensó a Le Parisien. La del límite de deuda pública del 60% se calculó a partir de la deuda media de los países de la UE en 1992 y se sigue proponiendo como referencia aunque la situación de los países haya cambiado y hayan pasado más de 30 años.
Sin embargo, el miedo y la rabia que nacen de una situación de crisis e incertidumbre ha sido utilizada por la extrema derecha para presentarse como partidos nuevos, anti establishment, como rebeldes. De ahí que atraigan a votantes jóvenes.
Un nuevo proceso constituyente
La situación ante la que nos encontramos implica reconocer la imposibilidad de un crecimiento ilimitado en un mundo limitado y la necesidad de una «Economía Planificada» que desmercantilice parte de la economía (educación, sanidad, pensiones, vivienda, trasporte, alimentos, agua, energía y comunicaciones) para hacer posible una vida humana para el conjunto de la sociedad. Leigh Phillips y Michal Rozworski, teóricos de la planificación, proponen que la producción y la distribución estén subordinadas a las necesidades humanas y no a la codicia irracional y sin límites que caracteriza al capitalismo más salvaje.
En suma, la propuesta pasa por un nuevo «contrato social» en el que se sienten la bases de nuevas formas de participación democrática en la toma de decisiones y la creación de nuevas instituciones y estructuras políticas. Un nuevo proceso constituyente que permita afrontar desde valores humanos los retos a los que nos tenemos que enfrentar de manera ineludible: cambio climático, acceso al agua, cambios en el modo de entender el trabajo con la irrupción de la robótica y la IA, nuevas relaciones internacionales, nuevos mecanismos de participación y de redistribución de la riqueza, acceso a los bienes públicos esenciales, etc., etc., etc.
Y si el camino fuera recuperar la «Interculturalidad»
“Hace falta un proyecto internacional, coordinado de forma internacionalista, para afrontar la desigualdad, la deshumanización, los muros más altos, la crisis climática, las sequías, el racismo, los enfrentamientos del penúltimo contra el último, jaleados en medios y redes”
olga rodríguez, Ibid., pág. 2
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